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domingo, 21 de abril de 2019

Como los niños


Ejemplo de los juguetes educativos propuesto y diseñados por Friedrich Fröbel
He necesitado visitar una segunda vez la exposición El juego del arte, abierta en la Fundación Juan March madrileña, antes de poder comenzar a escribir estas breves notas. El motivo es simple: hay tantas obras expuestas que el visitante puede llegar a sentirse agobiado e intimidado, incapaz de asimilar lo que se le propone, obligado a interrumpir su visita por el cansancio. De hecho, la muestra me ha recordado a esas colecciones de pintura de los siglos XVII y XVIII, en que todo el espacio disponible en las paredes estaba cubierto por cuadros, sin que hubiese mención a sus títulos y autores. Sólo una confusión de figuras, estilos y temas en los que era fácil perderse, ser incapaz de identificarlas, renunciar a encontrar las obras de altura,  ante la imposibilidad de orientarse en ese desorden estético.

Lo que no quiere decir que la muestra sea mala. Muy al contrario, para mí es una de las exposiciones del año, a la misma altura que la exposición Toulouse Lautrec y el espíritu de Montmartre, que, como ya les comenté, no trata casi del pintor postimpresionista, más allá de alusiones y referencias aísladas. Lo que comparten ambas, por fortuna para el visitante, es un loable esfuerzo por salirse de los caminos trillados, para explorar en cambio territorios que suelen quedar ocultos a la vista del aficionado o al menos no figuran en las listas de lo que se debe o no debe ver. En el caso de la muestra de la March, además, proponiendo una tesis que puede parecer traída de los pelos, pero que cuantas más vueltas le doy, me parece más interesante y válida. 

En concreto, que en la génesis y consolidación se creó un ciclo de realimentación entre los métodos pedagógicos y la innovación vanguardista. Así, los métodos de enseñanza con los que fueron educados los artistas de las primeras décadas del siglo XX,  tenían en germen algunas de las ideas que estos desarrollarían, en especial en lo referido a la abstracción, mientras que, a su vez, las nuevas maneras artísticas inspiraron nuevos métodos educativos, cerrando así un círculo de influencias que desde entonces no ha hecho más reforzarse.

Poema visual de Arrigo Lora-Totino

El fundamento de esta tesis se encuentra en el trabajo del pedagogo alemán Friedrich Fröberg, uno de los pioneros de esa disciplina, quien desarrollo su actividad teorico-práctica a finales del XVIII, principios del XIX, y cuya influencia se extiende hasta nuestros días. No sólo porque sus postulados sigan siendo fundamentales en la praxis de la pedagogía, sino porque sus técnicas se siguen utilizando en la actualidad. En forma de juguetes que pueden comprarse aún y que muchas generaciones reconocen al instante, como pueden comprobar en la captura que abre esta entrada.

Como base de toda pedagogía,  Fröberg proponía que el juego es la mejor forma de desarrollar la inteligencia, la imaginación y la inventiva del niño. A ese efecto, desarrollo una serie de juguetes educativos con los que el infante podría aprender a reconocer, asociar, combinar los colores, familiarizarse, construir y ensamblar figuras geométricas, además de aprender, mediante la práctica, los rudimentos de la arquitectura, la composición, el equilibrio y la armonía cromática.

Unos Juguetes que tenían una característica en común: ser de una sencillez extrema. Apenas unos pocos bloques de madera de diferentes formas y colores, unas cuantas piezas que podían encajarse unas en otras, diferentes hilos y cuadrados de cartón de colores, losetas de diferentes contornos. Un conjunto minimalista de elementos, sin grandes complicaciones de fabricación, permitiendo así que fuesen adquiridos por familias pobres, pero que permitía posibilidades de ensamblaje ilimitadas, restringidas sólo por las propias dotes del infante. Dejando al lado los resultados de estas técnicas, lo cierto es que estos juguetes - y otros muchos al alcance sólo de clases acomodados - empezaron a ser utilizados de manera masiva a finales del XIX, tanto por la posibilidad de una producción masiva industrial, como por la exigencia de una educación universal, aunque fuera la básica.

Como consecuencia, aventura la muestra, hacia 1900, cuando la vanguardia histórica estaba a punto de estallar, toda una generación de futuros artistas se había habituado a contemplar la geometría y los colores puros como algo normal en sus actividades artísticas, así como a combinar  esas formas y tonalidades sin complejos ni limitaciones. Modos creación que iban a ser, como ya sabrán, los de esas primeras vanguardias, desde los fauves, futuirstas y los cubistas en la década de 1900 hasta la cristalización de la abstracción en sus muchas variantes en la década siguiente. Incluso del dadá, que se podría identificar con el niño que juega sin seguir las reglas que vienen con el juguete, definición que creo no dejaría de gustar a los fundadores de ese movimiento.

Esculturas de Gego (Gertud Goldschmidt

Esa sería la mitad del círculo, la más difícil de demostrar, porque la otra se ha conocido desde siempre. Una vez constituida la vanguardia, se reparó en la necesidad de propagar sus enseñanzas mediante la docencia, en lo que coincidieron tanto la Bauhaus - de la que se cumple el centenario - como las escuelas revolucionarias soviéticas. Enseñanza que no sólo iba dedicada a los mayores, los aspirantes a artistas de esas academias contemporáneas, sino a los que aún no sabían que podían serlo: los niños en edad escolar.

No es de extrañar, por tanto, que en los libros para pintar infantiles, en los juguetes educativos, comenzasen a filtrarse las formas de la vanguardia, en ocasiones incluso a cargo de artistas de renombre. La libertad, la falta de restricciones, la primacía dada a la creatividad sin límites de esos movimientos encajaban a la perfección con las mentes infantiles, aún no deformadas por las clasificaciones adultas, siempre prestas a encontrar asociaciones inesperadas e impensadas, de las que provocaban rechazo e indignación infundado, cuando no desprecio, si se descubrían en un artista ya formado.

El niño, por tanto, como artista contemporáneo. Cierto, pero también lo contrario, y precediendo a ese resultado. Porque, no se olvide, en su lucha contra la academia, contra las reglas que encorsetaban la creatividad, casi todos los artistas del siglo XX buscaron dejar de ser civilizados, ansiaron encontrar la simplicidad y libertad del arte de los pueblos primigenios, aunque esta fuera soñada, un espejismo.

Volver a ser niños, asímismo. Con toda su alegría, al sentirse sabedor de que todas las posibilidades están abiertas, ninguna decidida.

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