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martes, 31 de diciembre de 2013

Invisible Art/Sweet Revenge


Definition of Hypocrite, Guerrilla Girls
Los que sigan este blog sabrán de mi costumbre de calificar al MNCARS, bien como Sofidú o bien como "museo de arte contemporáneo sin colección de arte contemporáneo". Tengo que confesarles que actuando así he sido bastante injusto con una institución que visito con bastante regularidad, pero en mi descargo les diré que ambos (malos) chistes vienen de los tiempos del antiguo MEAC, el antecedor del MNCARS. El MEAC, o Museo Español de Arte Contemporáneo, fue creado en las últimas décadas de la dictadura franquista - en los años 60 - como un esfuerzo propagandístico de normalización, de europeízación, por parte de un régimen que aborrecía todo tipo de vanguardia y modernismo.

La colección, tal y como yo la conocí a principios de los ochenta, estaba situada en un bello edificio del extrarradio, difícil de encontrar si se era un turista, y era bastante pequeña, confusa, claramente reunida con precipitación, acumulando cualquier manifestación a la que se pudiera llamar contemporánea, sin tener mucho en cuenta su valor o importancia. Esa colección fue el núcleo de lo que ahora es el MNCARS y vendría a corresponderse, más o menos, con la segunda planta de su sede actual en la glorieta de Atocha, tras su traslado a principios de los noventa. Sin embargo, esa misma escasez de grandes nombres y la incongruencia de lo reunido resultó ser una gran virtud, ya que partiendo de esa base inexistente se pudo construir una nueva colección casi desde la nada, incluyendo todo tipo de manifestaciones - cine, música, video arte, instalaciones - que hubieran sido anatema incluso para los conservadores museísticos más avanzados de los años sesenta y que permiten que el visitante pueda conocer la historia invisible del arte - sea cual sea el significado de esa palabra - posterior a 1945.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Growing Up

Velázquez, La Infanta Margarita
Más de una vez les he dado la lata con mi obsesión por los nombres adecuados de las exposiciones. Sé perfectamente que en este mundo en que vivimos es necesario hacer algo de publicidad - en castellano, decir medias verdades - si se quiere que las masas acudan a la exposición que tu institución ha organizado. Hasta ahí podría disculparlo, pero me da que muchas veces los efectos son los contrarios a los que se pretenden, puesto que más de un visitante va a salir defraudado y no se callará luego a la hora de vocear su descontento... a menos que lo que ocurra en realidad sea el famoso timo teatral que Mark Twain narraba en Huckelberry Finn.

La exposición Velázquez y la Familia de Felipe IV que aún se puede visitar en el museo del Prado pertenece a esa categoría de títulos poco representativos/afortunados. Me temo que muchos de los visitantes esperaban encontrarse con una apretada selección de cuadros de Velázquez que abarcase todo el reinado del rey que le empleó. Sin embargo, lo que tenemos es una serie de retratos de la etapa final tanto del monarca como del pintor, que de repente transita hacia el reinado de Carlos II y la obra de los dos pintores que sucedieron a Velázquez, Martínez del Mazo y Carreño Miranda.

jueves, 26 de diciembre de 2013

A Proust Odissey: Le Temps Retrouvé (II)

Mais qu'un bruit, qu'une odeur, déjà entendu ou respiré jadis, le soient de nouveau, à la fois dans le présent et dans le passé, réels sans être actuels, idéaux sans être abstraits, aussitôt l'essence permanente et habituellement cachée des choses se trouve libérée, et notre vrai moi qui, parfois depuis longtemps, semblait mort, mais ne l'était pas entièrement, s'éveille, s'anime en recevant la céleste nourriture qui lui est apportée. Une minute affranchie de l'ordre du temps a recrée en nous pour la sentir l'homme affranchi de l'ordre du temps. Et celui-là, on comprend qu'il soit confiant dans sa joie, même si le simple goût d'une madeleine ne semble pas contenir logiquement les raisons de cette joie, on comprend que le mot de "mort" n'ait pas de sens pour lui: situe hors du temps, que pourrait-il craindre de l'avenir?

Pero basta que un ruido, un aroma, ya escuchado o respirado antes, lo sea de nuevo, a la vez en el presente y en el pasado, reales sin ser actuales, ideales sin ser abstractos, que inmediatamente la esencia permanente y habitualmente escondida de las cosas se halla liberada, y nuestro verdadero yo, que desde largo tiempo parecía muerto, pero no lo estaba enteramente, se despierta, se reanima al recibir el alimento celestial que se le ofrece. Un minuto arrancado del orden del tiempo ha recreado en nosotros su alegría, incluso si el mero sabor de una magdalena no parece contener lógicamente las razones de este gozo, se comprende que el nombre de "muerte" no tiene sentido para él: colocado fuera del tiempo, ¿qué puede temer del futuro?

Pasada la mitad de Le Temps Retrouvé, la conclusión del ciclo novelístico de À la Recherche, el largo camino que hemos recorrido hasta entonces parece haber concluido en un callejón sin salida. Mejor dicho, ha terminado en la muerte, la extinción, la desaparición.

sábado, 21 de diciembre de 2013

Nothing else, Nothing less

Toyen, Mensaje del Bosque

Les contaba la semana pasada el curioso vacío en que se hallaba sumida la exposición del Surrealismo en la Juan March, como si el público la hubiera abandonada. Esta mañana he estado visitando la muestra El Surrealismo y el Sueño abierta en la Thyssen madrileña y ya tenía pensado de antemano como iba a orientar la entrada, dado lo bien que se les da la publicidad y la propaganda a los responsables de esa institución.

Sin embargo, no estaba preparado para la sorpresa que me aguardaba allï. También estaba medio vacía y muchos de los visitantes iban acelerando el paso a medida que pasaban de una sala a otra. Algo les espantaba, en el sentido de hastiar, y les llevaba a escapar cuanto antes de esa exposición, en la que evidentemente faltaba lo que estaban esperando, fuera lo que fuera.

Estaba claro que los Surrealistas no son los Impresionistas


sábado, 14 de diciembre de 2013

Light of Darkness

Michael Wolgemut, Baile de los Esqueletos
Si el invierno pasado fue el tiempo de los impresionistas en Madrid- con dos megaexposciones en la misma calle - este otoño ha sido el tiempo de los surrealistas, con dos exposiciones más que interesantes, aunque quizás no por las razones que pensaban sus organizadores.

La primera de ellas que voy a intentar reseñarles es la abierta en la fundación Juan March, con el nombre Surrealistas antes del Surrealismo. Como es habitual en esta instución - casi la decana del panorama expositivo madrileño - el nombre que se ha dado a la muestra define bastante bien su propósito: Trazar la permanencia de lo fantástico y lo irracional en el arte occidental, fenómeno del cual el surrealismo es la última - y más ruidosa - manifestación.

Ese rigor temático puede haber tenido el indeseable efecto de confundir al público. Como ya saben suelo visitar las exposiciones dos veces, separadas por varias semanas de  distancia. Pues bien, si en mi primera vista la asistencia era bastante importante, aunque no masiva, en esta segunda ocasión, la muestra estaba casi completamente vacía. Circunstancia que ayuda mucho a verla, pero que supone un pequeño fracaso para una exposición tan apartada de los tópicos que rodean a ese movimiento en el mente popular: El sueño y Dalí, por decirlo brevemente.

jueves, 12 de diciembre de 2013

A Proust Odissey: Le Temps Retrouvé (I)

J'étais triste en remontant dans ma chambre de penser que je n'avais pas été une seule fois revoir l'église de Combray qui semblait m'attendre au milieu des verdures dans une fenêtre toute violacée. Je me disais: "Tant pis, ce sera pour une autre année, si je ne meurs pas de d'ici là" ne voyant pas d'autre obstacle que ma mort et n'imaginant pas celle de l'église qui me semblait devoir durer longtemps après ma mort comme elle avait duré longtemps avant ma naissance.

Me sentía triste al subir a mi habitación, pensando que no había ido ni una sola vez a visitar la iglesia de Combray que parecía esperarme en medio de los campos en una ventana completamente violeta. Me decía: "Tanto peor, será para otro año, si no muero antes" sin ver otro obstáculo que mi muerte y sin imaginar la de una iglesia que parecía debía permanecer aún largo tiempo tras mi muerte, tanto como había permanecido antes de mi nacimiento.

Ya les había contado como La Prisonnière se centraba en narrar las tres muertes de Albertine, el gran no-amor del protagonista. Le Temps Retrouvée, la novela que cierra el ciclo, en la que se obra la redención/salvación del narrador, el modo y la manera en que que deja de ser un inútil, una sombra más destinada a desaparecer, para hacer realidad sus aspiraciones literarias, debería constituir un contrapunto a la historia anterior, un punto de partida, un rayo de esperanza - valga el tópico -, pero lo cierto es que toda esta obra final, de principio a fin, está teñida por la certeza y proximidad de la muerte: la del propio protagonista, en este caso.

Parte de esta negrura, apenas rota por esos débiles rayos de esperanza, se debe a las circunstancias en qué fueron escritas estas novelas finales. Ya les señalé en otras entradas como el plan original de Proust - en 1913 - era publicar sólo dos novelas de gran extensión, ue se convirtieron en tres por deseo de su editor. El parón provocado por la primera guerra mundial, cuando sólo se había publicado Du Côte de Chez Swan y la relación, terminada en tragedia, de Proust con su secretario Agostinelli - reencarnado luego en la Albertine de la Novele - permitieron que Proust reelaborase una y otra vez la novela, pasando primero a cinco volúmenes y luego a los siete que conocemos.

Sin embargo, como también es sabido, los últimos tres volúmenes quedaron en estado primer borrador y  copia mecanografíada, pendiente de una revisión posterior de Proust, que, por lo que sabemos, podía resultar en modificaciones de gran calado, hasta tornar irreconocible la versión final. Ese borrador, por otra parte, está plagado de inconsistencias y contradicciones - como las resurrecciones repentinas de personajes muertos - que fuerzan a que toda edición de esos tres tomos sea un auténtico trabajo de arqueología, para intentar dilucidar las auténticas intenciones de Proust, fueran cuales fueran.

Ese estado de inacabado no era desconocido al propio autor, que siguió trabajando la novela hasta prácticamente el último instante de sus existencia y no es de extrañar - como veremos - que gran parte de ese miedo a la disolución final se filtre en el texto que nos ha llegado. No obstante, como en tantas ocasiones, pensar en los últimos tomos de À la Recherche - y especialmente Le Temps Retrouvé - en términos de esbozo sería hacer de menos a Proust y caer en la trampa de un espejismo, ya que gran parte del material que surge en la versión final de Le Temps Retrouvé estaba ya presente desde el tiempo ya lejano - en 1909 - que el autor francés emprendió la redacción de la obra de su vida.

sábado, 7 de diciembre de 2013

What could not be


Telemaco Signorini, Marina a Viareggio
 En la fundación Mapfre madrileña, se puede visitar aún la exposición dedicada a un grupo de pintores italianos del siglo XIX, los Machiaioli, muy poco conocido en España. Este olvido se debe en gran parte a que no dejaron de ser una excepción en el arte Europeo, sin continuidad en su país, mientras que su periodo pleno, apenas abarca los años finales de la década de los cincuenta y los primeros de la de los 60. De hecho, si se les recuerda es simplemente porque su arte, como el de otros grupos de la misma época, tiene más de un lazo de unión - "recuerda", en definitiva - al de los impresionistas franceses de la década de lo setenta.

No obstante, resultaría  equívoco etiquetarlos como preimpresionistas o protoimpresionistas - o como hace de forma ambigua la exposición, realismo impresionista, expresión que por su indefinición es completamente inútil - ya que ese movimiento aún ni se sospechaba en el momento de madurez de este grupo. Es más útil intentar encuadrarlos en los muchos realismo de la primera mitad del siglo XIX -  Corot y Courbet, la escuela de Barbizon - todos esos pintores que empezaron a pintar la realidad tal y como la veían, ya fuera por convencimiento estético o político, y descubrieron que los modos y técnicas de la pintura académica - o de los muchos romanticismo - no les servían para ese propósito.

jueves, 5 de diciembre de 2013

When Gods trod the earth


Mi silencio desaconstumbrado estos días se ha debido a que la semana pasada estuve de viaje de trabajo en Munich, con lo que el cansancio acumulado me ha impedido continuar con estas anotaciones. No todo fue trabajo, por suerte, y tuve algo de tiempo para visitar alguno de los muchos - y magníficos - museos de esa ciudad.

Uno de ellos es la Glypthothek, que alberga una de las mejores y más completas colecciones de escultura Grecorromana de Ocidente - comparable a las de el Británico, El Louvre, el Vaticano o Dresde. Como pueden imaginar - si conocen mis gustos - terminé completamente enamorado de lo que vi allí, por lo que una entrada dedicada a ese museo era más que necesaria. Desgraciadamente, un museo de esa categoría admite muchos enfoques a la hora de reseñarlo, muchos más de los que cabrían en unos pocos párrafos.

Podría hablarles de lo extraño que resulta que un país de herencia romana - empezando por su propia lengua -como el nuestro, no cuente con una gran colección de escultura clásica, si descontamos las salas del Museo del Prado, olvidadas por el público habitual y - casi - sus propios cuidadores. También podría hablarse de como a la historia que nos cuentan las estatuas de la Glyptothek se superpone otra distinta, la de un museo creado como obra de arte en el siglo XIX, decorado según un ideal clásico que se descubrió luego completamente equivocado - obligando a rerestaurar las intervenciones de grandes esculturos de esa época cono Thorvaldsen - y que fue completamente destruido durante la Segunda Guerra Mundial por los bombardeos aliados, hasta devenir una ruina similar a la de los templos clásicos de los que se habían escavado las estatuas que conservaban.

No. De lo que les quiero hablar es de algo más turbador, al menos para mí. Durante mi estancia en ese museo, a una hora temprana, pero no demasiado, yo era el único visitante.