Cleopatra (1970), dirigida por Eichi Yamamoto con guion del mangaka Osamu Tezuka, fue la segunda película de Mushi Productions tras Senya Ichiya Monogatari (Las mil y una noches, 1970). Ese estudio, como recordarán de la entrada anterior, había sido fundado por Tezuka para crear producciones animadas que estuvieran destinadas a un público adulto. Ese objetivo es una suerte de Santo Grial en la animación, buscado una y otra vez por importantes figuras de esa forma, pero saldado de ordinario con fracasos no menos grandes. En el caso de Tezuka y Mushi, sus dos primeras películas se hundieron en taquilla, por lo que el mangaka perdió todo interés en el proyecto... lo que acabó siendo una bendición. Dado que se habían comprometido a rodar tres filmes y el presupuesto había que gastarlo, la última se realizó sin supervisión, con el equipo técnico permitiéndose las mayores libertadas. El resultado, Kanashimi no Beradonna (Belladonna of Sadness, 1973), se convirtió así, contra todo pronóstico, en una obra maestra indiscutible de la animación y, por ende, de la cinematografía mundial.
Cleopatra, por el contrario, es una obra mediocre, que no pasa de curiosidad en la historia de la animación y en la obra de Tezuka. De hecho, su mayor interés es servir de explicación al fracaso del proyecto de Tezuka. Brevemente, su idea de una animación para adultos se vino abajo debido a dos factores: la endeblez de sus guiones y la heterogeneidad estilística en su plasmación. Lo de la endeblez de los guiones puede sorprender, siendo el propio Tezuka el encargado de ellos. Hay que señalar, no obstante, que su producción como mangaka seguía el formato seriado, con largas y frecuentes pausas entre entregas, que siempre corrían el peligro de tornarse definitivo. Esto implica que sus historias abundan en inesperados giros de guion, marcados con escenas truculentas que buscaban atrapar la atención del espectador, para que comprase el siguiente episodio
Sin embargo, esa tendencia a la exageración y el truco fácil quedaban equilibradas a la perfección por el acendrado humanismo de Tezuka. No estamos hablando de un sensacionalismo por el sensacionalismo, sino de unas escenas "fuertes" que sirven a Tezuka para denunciar el militarismo, el hambre de poder, la discriminación y la injusticia, aun cuando las conclusiones de sus mangas suelan ser siempre pesimistas. A pesar de las ansias humanas por un mundo mejor, su propia naturaleza, de la que el hombre humano es incapaz de librarse, acaba por traicionarle. Sin embargo, en Cleopatra esas aspiraciones éticas de Tezuka brillan por su ausencia. Da la impresión de que él mismo peca de igual ceguera que sus personajes: la posibilidad de presentar la sexualidad humana sin cortapisas, gracias al progresivo ablandamiento de la censura en los sesenta, le lleva a perder de vista cualquier otro objetivo. La historia que nos cuenta, en consecuencia, no tiene un objetivo claro, vaga y erra sin arribar nunca a esas amargas moralejas, a esos acerados análisis morales, que tan bien sabía plasmar Tezuka en sus cómics.
Esto nos lleva al siguiente problema de Cleopatra. Quien haya leído los cómics de Tezuka sabra que su estilo es muy reconocible, casi constante a lo largo de toda su carrera, lo que no le impidió experimentar con el formato y la narración casi en cada página. Cada manga de Tezuka es, a un tiempo, familiar e inexplorado, un territorio nuevo donde las referencias habituales se ordenan en combinaciones inesperadas. Sin embargo, en Cleopatra no hay una unidad de estilo, sino que parece que se hubiera remendado con fragmentos de otras cintas: en concreto, una introducción muy cochambrosa, de una fealdad incomprensible, un cuerpo principal funcional, sin mayores alharacas, para terminar con una serie de intermezzos que parecen provenir de una colección de cortos experimentales/vanguardistas, muy próximos a losque Tezuka produjo y produciría en las décadas anteriores y posteriores.
Son esas secciones más inusuales, de las que pueden ver una muestra en las capturas que abren la entrada, las que dan algo de interés a la cinta. Podrían formar parte de esa otra animación -independiente y anómala- que a Tezuka le gustaba cultivar, sin desmerecerla en lo más mínimo, además de anunciar las cumbres a las que llegará Kanashimi no Beradonna. La diferencia, al contrario de ésta, es que en Cleopatra están aisladas, en oposición estilística irreconciliable con las secciones que les anteceden y les preceden. A pesar de su brío y de su audacia, no pasan de pegotes.
Con lo dicho, no es extraño que Cleopatra se estrellase en la taquilla.
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