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domingo, 28 de febrero de 2021

Sin consecuencias graves

No tenía planeado ver Bokura no Nanokakan Sensou (Nuestra guerra de siete días, 2019), de Yuta Murano, pero su anuncio en las plataformas de streaming me hizo cambiar de idea a última hora. Les adelanto que ha sido una gan decepción. No se puede negar la calidad de su animación -aunque esto se le supone a todas las producciones desde hace una década, gracias al ordenador-, tiene algunas ideas interesantes, pero la ejecución deja mucho que desear. En especial, por una característica que se está convirtiendo en norma en los últimos tiempos: las acciones de los protagonistas no tienen consecuencias, ni en el tiempo del filme ni después de su fin. En aras de un final feliz, donde el público y los personajes se sientan bien, cualquier consecuencia embarazosa se deja a un lado, como si nunca hubiera sido una posibilidad. Tanto peor, cuando algunas de ellas eran parte integral del planteamiento.

El problema, no obstante, no es tanto el final feliz, sino una cuestión de coherencia. Si se plantea una situación y unos conflictos, el desarrollo posterior adquiere una dinámica propia que no se puede quebrar a la ligera. A menos, claro está, que se quiera traicionar a los personajes y a la historia. Si un personaje  tiene un carácter determinado, que la lleva a realizar ciertas acciones, todo ello dentro de un entorno que se plantea actual y realista, es obligado que se produzcan una serie de consecuencias, ya sean agradables o desagradables. Esto no quiere decir que se actúe como moralista, es decir. proponiendo castigos y recompensas ante la moralidad de las acciones. Muy al contrario, lo que significa es que los personajes pueden realizar acciones encomiables desde un punto de vista abstracto, pero éstas suponer su ruina definitiva. Simplemente porque nuestro mundo es duro e injusto.

¿Y a qué esta filípica? Bokura no Nanokakan Sensou narra como la escapada juvenil de los seis protagonistas termina convirtiéndose en algo mucho más serio y peligroso: su asedio, en una fábrica abandonada, por parte de la policía, al haberse negado a entregar un inmigrante ilegal a las autoridades. El conflicto, por tanto, estriba en cómo estos jóvenes se ponen de parte de la justicia verdadera, mientras que los adultos, quemados por los fracasos, ya sólo saben obedecer a ciegas, sin cuestionarla, la letra fría y muerta de la ley. Ideales puros, los de la juventud, que chocan de frente con el cinismo de la edad madura, cuando no con las turbias redes de intereses, trapicheos y compadreos que dominan la sociedad, la economía y la política moderna.

Hasta ahí bien. Incluso pueden imaginarse dónde estarían mis simpatías. Aumentandas, aunque esto ya no es tan novedad como podría pensarse, porque la película incluye un acertada mención a cómo las redes sociales pueden hinchar un asunto de manera desproporcionada, cambiando el sentir de la opinión pública en un instante. Sin embargo, como les indicaba, el gran problema de Bokura no Nanokakan Sensou es que no llega a consumar ninguna de sus propuestas, ni se atreve a llevarlas a sus últimas consecuencias. Hacerlo así le quitaría el tono ligero que pretende y, sobre todo, podría haber llevado a desgarros internos -en la trama y los personajes-, que la apartarían del final feliz, del feel good o la amicitia triumphans  que parece ahora obligatorio en toda producción.

Por ponerles un ejemplo. Una escena culminante, al principio de la película, es la defensa de la fábrica que los protagonistas realizan contra la policía. Aunque se muestra de una manera cómica, cualquiera de las medidas defensivas que toman los personajes podría haber acabado en graves heridas para los policías, incluso la muerte. Sin entrar en sí estaban justificadas o no -tal y como está enfocada la película, pueden imaginarse mi conclusión-, aún sin heridos los hechos habrían acabado con estos menores afrontando acusaciones penales, más aun cuando su siguiente acción es publicar un vídeo en que se mofan de esa policía, ridiculizada tras su fracaso a manos de unos adolescentes.
 
Por otra parte, esas repercusiones sociales no se habrían detenido en ellos. Dada la importancia del prestigio, de la necesidad de mantener una fachada de respetabilidad, dentro de la sociedad japonesa, la posición y la consideración de sus familias habría quedado por los suelos. Hundida sin posibilidad de arreglo. Pues bien, cuando termina la película, todo ha vuelto a la más completa normalidad y nadie parece haber sufrido consecuencias. Ni siquiera se habla de los sucedido. Todo continúa igual que antes, algo difícil de entender y de justificar en un mundo, como el nuestro, donde un comentario desafortunado en las redes hundir a una persona, algo que, para mayor inri, la película nos muestra con claridad, pero que luego barre bajo la alfombra. Seguir por ese camino, el lógico, le impediría alcanzar la conclusión complaciente que pretende, la antinatural.

En resumen, una película que se ve lastrada por sus contradicciones. Principalmente, el de adoptar un disfraza realista, pero sin querer aceptar las consecuencias que de ella se derivan.

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