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viernes, 29 de noviembre de 2019

Esperando a que tiren la bomba (y IV)
































Hace ya bastante tiempo, les había hablado de Hadashi no Gen (Gen el descalzo9, 1983, Mori Masaki), film que tiene como tema el lanzamiento de la primera bomba nuclear contra un objetivo civil, la ciudad de Hiroshima. Como les señalaba entonces, la película es de una crudeza inusitada -más si se considera que es un film de animación-, rayana con el cine de terror. Lo curioso -y sorprendente- es que a pesar de su dureza descarnada, no deja de ser una versión atenuada con respecto al comic del mismo nombre. Una obra escrita y dibujada, entre 1973-1987, por un superviviente del ataque nuclear, Keiji Nakazawa, que dejó reflejada en ella su asco y desprecio ante la guerra y el militarismo.

La diferencia entre película y cómic no radica en que en aquélla se difumine el horror del holocausto nuclear. En ambas queda claro que se trata de un acto de exterminio inexcusable, que constituye un auténtico crimen de guerra por el que los mandos militares aliados debería haber sido juzgados. Sin embargo, en el cómic queda más que claro que la responsabilidad de esa matanza de civiles, hasta entonces inimaginable, recae por igual en los altos mandos japonés y americano, militares y político. El gobierno del Japón, presa de su locura militarista imperial, continuó librando una guerra que se sabía perdida desde hacía meses, cuando no años, exponiendo a su población civil a sufrimientos que podían haber sido evitados con facilidad. Sin embargo, esa tozudez criminal no exime a los norteamericanos de su parte de responsabilidad: nada, menos viniendo de un régimen cuya propaganda era la defensa de la democracia y los derechos humanos, justificaba el exterminar a decenas de miles de civiles, primero en Hiroshima, luego en Nagasaki. De hecho gran parte de la razón en arrojar la bomba puede hallarse, no en la necesidad de poner fin al baño de sangre inútil en que había degenerado el conflicto, sino en el racismo subyacente a todo el conflicto: para los americanos, como luego pasaría en Viet-Nam, los orientales eran considerado como subhumanos, insectos a los que había que exterminar sin piedad.

Estas diferencias de grado, en su exasperación política, entre película y manga, se deben en gran parte a la ambigüedad japonesa a la hora de considerar su actuación durante la guerra mundial, en especial en lo referido a los crímenes de guerra. Señalado esto, no obstante, hay que apuntar dos excepcionalidades del film: una temporal y otra cinematográfica. La temporal consiste en que la inmensa mayoría de las películas que son explícitas sobre el horror nuclear -hasta el extremo de mostrar que no habría supervivientes, mucho menos civilización, tras el conflicto-, se agrupan en la década de los ochenta. Es entonces cuando se aúnan dos factores: el último recrudecimiento de la guerra fría, que casi llevó al mundo al apocalipsis, junto con el rechazo unánime al armamento nuclear por parte de las poblaciones de ambos lados del muro, que se consideraban rehenes de sus gobiernos. Fue entonces cuando se popularizó la teoría del invierno nuclear y cuando el pacifismo se convirtió en fenómeno de masas, hasta llegar a paralizar el despliegue de los misiles de medio alcance en Europa Occidental.

La segunda paradoja es que dos de las películas centrales en la expresión de ese nuevo pacifismo fueron films de animación. Tanto Hadashi no Gen como When the Wind Blows (cuando el viento sopla, 1986, Jimmy T. Murakami), no se mordieron la lengua a la hora de mostrar el horror inhumano de ese conflicto -lo que parecería fuera de lugar en una forma considerada esencialmente infantil-, de manera que se configuraban como auténticas armas políticas. En manos de un pacifismo, el de los ochenta, que reivindicaba el "better red than dead" y que expresaba una repulsión existencial hacia el absurdo suicida al que la bomba y la carrera de armamentos desenfrenada habían abocado al mundo. De tal categoría que muchos, como mi yo juvenil, habitante de esa década, pensábamos que no llegaríamos a viejos, sino que seríamos convertidos en polvo radiactivo. En una guerra que era inevitable e inexorable, que no tardaría en estallar y frente a la que éramos impotentes.

Un último apunte. En mi primer comentario, sólo contaba con la edición DVD de Hadashi no Gen , además sin restaurar. Eso me llevó a juzgar su animación como torpe y pobre. Estaba muy equivocado. Ahora que la he visto en BR y bien editada tengo que retractarme. Es cierto que adolece de las limitaciones y carencias normales de este tiempo, pero eso no quita que varias de sus secuencias sean de primera categoría, ejemplo de la grandeza de la 2D antes de recibir es nombre y de los ordenadore. No sólo la muy famosa del estallido de la bomba, que debería ser proyectada en todas las escueles, sino otras en las que se representan escenas cotidianas, casi banales, pero plasmadas con un detalle y un cariño inesperado y aún insuperable.

De quitarse el sombrero, ni más ni menos.





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