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lunes, 20 de diciembre de 2021

World of Tomorrow (El mundo del mañana, 2015-2020) Don Hertzfeldt

No se puede decir que estas dos primeras décadas del siglo XXI hayan estado desprovistas de grandes talentos de la animación, pero creo que casi ninguno de ellos puede presumir de haber tenido una evolución como la de Don Hertzfeldt. Este creador comenzó filmando cortos que no pasaban de ser bromas estudiantiles, repletas de burradas y casquería, realizadas con un estilo deliberadamente tosco y esquemático, para luego embarcarse en profundas meditaciones existenciales -aunque no desprovistas de humor- en donde un acabado simplón ocultaba profundos retos técnicos y estéticos, casi insuperables. Aun más asombrosos porque, durante largo tiempo, Hertzfeld continuó practicando la animación tradicional, aunque el ordenador habría hecho su trabajo muchísimo más fácil y rápido. Por el contrario, se empecinaba en crear los artilugios más complejos imaginables para conseguir un efecto que sólo aparecería unas décimas de segundo en pantalla.

Con esos fundamentos, creó un largometraje de animación esencial : It's such a beautiful day (Es un día tan hermoso, 2006-2012),  que fue apareciendo por entregas, debido a la lentitud del método de trabajo de Hertzfeld, y que, por su calidad, estuvo a punto de colarse entre las candidatas al Oscar de ese año. Pero claro, ese premio ha devenido un tributo que hacemos a la Disney/Pixar todos los años, así que no tiene significado ni importancia alguna. Pero dejando a un lado las jeremiadas, esa estructura en episodios de los films de Hertzfeld habría sido mortal para otros directores, que no habrían sido capaces de integrarlos en un todo coherente o habrían empezado a repetirse ya en la segunda entrega. Sin embargo, en su caso el resultado es similar al de una obra teatral. Aunque cada parte pueda tener una conclusión definida, es fácil darse cuenta que siguen el esquema de planteamiento, nudo y desenlace -y éste sin posibilidad de continuación- al tiempo que cada uno de ellos se apoya en los anteriores, para desarrollar lo apuntado en ellos y llevarlo por nuevos derroteros. En un camino que se revela exploración y que a cada momento revela paisajes nuevos.

Esta estructura -y similar desarrollo- se aplican también en World of Tomorrow (El mundo del mañana, 2015-2020) también obra de episodios, también meditación sobre en qué consiste nuestra identidad y como reposa sobre unos fragiles cimientos de recuerdos, pero con apreciables diferencias: aquéllas que muestran a un creador que no se duerme en sus laureles y que busca, sin cesar, nuevos territorios estéticos y temáticos. El primero es de ellos es el más llamativo y, en apariencia, el más revolucionario: el uso del ordenador, por parte de alguien que había luchado largo tiempo contra él. Sin embargo, esto no significa que Hertzfeld se hay rendido o que se haya decantado por la facilidad. Su estilo característico, tosco y feo, simple, en apariencia inexpresivo, sigue ahí, así como su habilidad para el gag absurdo, transgesor y subversivo. Sin olvidar, por supuesto, su gusto por mezclar materiales de muy diferentes orígenes: imagen real, dibujos realizados a mano, imágenes sintetizadas?

¿Por qué entonces este cambio? Me atrevería a decir que porque así se lo exigía el tema. World of Tomorrow nos narra como los componentes de una humanidad agonizante -clones de clones en proceso de degeneración que va a ser barridos por un asteroide- se ponen en contacto con la persona que dio origen a su línea. No para comunicarles alguna preciosa lección moral, mucho menos para avisarnos de como evitar la tragedia futura, sino para recuperar un recuerdo. Una imagen de belleza banal para cualquiera que no esté al corriente, pero de importancia capital para esa línea de iguales que comparten el mismo material genético y que protagonizan el film. Y es ahí donde entronca con lo contado en It's such a beautiful day. Si allí la tragedia surgía de la pérdida paulatina de los recuerdos, aunque éstos fueran falsos en su mayoría, en World of Tomorrow el impulso que guía a los personajes -y que les conduce a destinos igual de tráficos- es la adquisición de esos recuerdos. A cualquier precio.

El tener algo que te permite ser, sin importar que sea pasado e irrecuperable o perteneciente a otros tú que no son tu yo. Algo que te otorgue el sentido que tu vida nunca llegó a tener, que te haga creer, aunque sea por un instante efímero, casi imperceptible, que la felicidad realmente tuvo lugar en este mundo.

Mentiras, sí, pero mentiras que saben mejor que las verdades.

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