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sábado, 16 de octubre de 2021

Paranoia Agent (2004) Satoshi Kon


Paranoia Agent (2004), serie de anime del malogrado Satoshi Kon, fue considerada ya en su tiempo como una cima de esa escuela de animación, opinión que se ha confirmado en los casi 20 años que median desde su estreno. Por supuesto, Kon no es un cualquiera en el mundo del anime, incluso del cine. Asombra que en una carrera tan breve, apenas cinco largos y un corto entre 1996 a 2010, no  haya una obra floja, todas sean sobresalientes, con todas ellas formando parte de un todo coherente: su producción es una continua reelaboración de temas muy concretos que es capaz de plasmar de manera nueva en cada entrega. 
 
No obstante, a pesar del claro talento de Kon, no hay que olvidar que, precisamente en esos años, de 1990 al inicio de la Gran Recesión de 2009, el anime vivió un momento muy dulce. Al tiempo que transitaba de la animación de acetatos a la de ordenador, esta escuela fue capaz de abordar una serie de temas insospechados para la forma animada, mas propios del cine de personajes reales, que abarcaban desde la crítica social más virulenta a la reflexión metafisica. Plasmados, ademas, de modo vanguardista, cuando no incluso experimental, en imágenes que ya se han tornado iconos de nuestra cultura contemporánea.
 
Ambos aspectos, temático y formal, crítica y audacia, se aúnan de forma perfecta en Paranoia Agent. Su trama gira alrededor de cómo las tensiones de la vida moderna -las múltiples presiones sociales y económicas a las que nos vemos sometidos a diario- van minando nuestra cordura hasta llevarnos a un punto de ruptura. Encrucijada vital en la que sólo se abren dos caminos: dejarse atacar por una entidad sobrenatural que se conoce como el Battoshonen (Chico del Bate) o refugiarse en un mundo de fantasía ya sean los videojuegos o un pasado idealizado. Vías de huida de una realidad inhóspita que son igual de falsas y precarias, puesto que la realidad que se pretendía anular acabará siempre volviendo por sus fueros.

Parte del poder de atracción de Paranoia Agent estriba en que la denuncia de Kon sigue siendo igual de válida, aun cuando está muy ligada a su tiempo. Por aquel entonces aún no existían redes sociales, sino que la comunicación se realizaba mediante SMS y foros de internet. Sin embargo, aparecen ya en germen fenómenos que se han convertido en cotidianos, desprovisto de todo sentimiento de sorpresa: la sensación de que cualquiera cosa que hagamos es conocida y visible, no sólo por nuestros allegados o compañeros de trabajo, sino por auténticos desconocidos; nuestra dependencia, sin posibilidad de quebrarla, de esos medios de comunicación modernos, en donde consumimos gran parte de nuestra existencia; la esquizofrenia entre la imagen de optimismo y energía que proyectamos hacia el exterior y la ruina irremediable de nuestro equilibrio interior. Fenómenos que no han hecho otra cosa que agudizarse desde 2004, provocando que el punto de ruptura descrito en la serie se alcance cada vez pronto. 

El mundo, entonces y ahora, parece siempre a punto de irse al garete, no tanto por la degradación de las meras condiciones materiales, sino por nuestro desequilibrio mental, que nos hace perder el agarre a una realidad que nos disgusta. Las enfermedades mentales, del tipo descrito en Paranoia Agent, no afectan ya sólo a unos pocos desgraciados -los locos y enajenados- sino que nos alcanzan a todos. Forman parte de nuestra vida diaria y son casi signo y símbolo de toda sociedad hiperavanzada, hiperconectada e hipercapitalista, como la nuestra. Por ello, por el carácter irracional y alucinatorio de nuestra existencia, narrarla de una forma sobria y cartesiana sería una traición, puesto que esas restricciones estéticas nos impedirían describirla en toda su amplitud. A ella y a los efectos que tiene en nosotros.

Es ahí donde encajan a la perfección las características del estilo de Kon. En toda su obra ha estado obsesionado por la irrealidad de lo real, por el cómo lo percibido acaba por desmoronarse, cediendo su lugar a otros paisajes igual de reales, pero que sólo tienen existencia en nuestra mente. Asímimo, esos nuevos territorios, y la misma realidad con ellos, no son otra cosa que un interminable laberinto sin salida de habitaciones comunicantes. Tal y como ocurre en el Japón de Paranoia Agent, donde cada personaje trasciende la realidad y se sume en su paraíso artificial, ya sea motu propio o por un golpe violento en la cabeza... para luego verse de nuevo arrojado en esa realidad hostil que aborrece, en un infinito círculo vicioso que remeda los infernales.

Y para terminar, no piensen que esta serie es densa, árida o indescifrable. Algunos capítulos -los que se podrían llamar de relleno- son de las mejores muestras de humor negro que uno haya visto. Capaces de hacerte revolcar de risa con desgracias que son las nuestras propias... o que no tardarán en serlo.

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