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domingo, 25 de abril de 2021

Meta(pre)historias

Reproducción de un bisonte de Altamira


En el MAN, Museo de Arqueología Nacional, se puede visitar una exposición de título Arte prehistórico, de la roca al museo. La muestra parte del centenario de otra exposición, la Arte Prehistórico Español de 1921, para realizar un ejercicio metahistórico. Tanto trazar los diferentes hitos en la apreciación de los objetos de arte prehistórico, ya sean rupestres o muebles, como en el modo en que éstos han sido divulgados al gran público. No sólo en 1921, sino en las décadas siguientes, a medida que el MAN se constituía, ampliaba y estructuraba, como es el caso de la reproducción de las cuevas de Altamira en los jardines del museo.

Estas indagaciones no son baladíes: lo que nosotros llamamos arte puede que no lo fuera para nuestros antepasados. Desconocemos por completo el significado que las gentes del paleolítico -y del neolíticos- daban a estos objetos, al tiempo que ignoramos las motivaciones que les llevaban a crearlos y en qué contexto -y por quién- se usaban. Es más, en el siglo que media entre 1921 -año de la exposición que se celebra -y 2021 -fecha de la que la celebra - nuestros parámetros culturales se han modificado por completo. Lo que valoraban -y proyectaban- los españoles de hace un siglo en estos objetos no es lo mismo que lo que hacemos nosotros. No ya porque sepamos más, en nuestro presente del siglo XXI, que los estudiosos de inicios del siglo XX, sino porque nuestras apetencias artísticas poco tienen que ver con las de ellos. Un ejemplo, en otro ambiente cultural, sería el caso de los frescos minoicos descubiertos por Evans: en su reconstrucción se filtraron -consciente o insconscientemente- rasgos de ese metaestilo que conocemos por Art Nouveu.

Ahora bien, dejando de lado estos loables propósitos. ¿Funciona la exposición? Pues con todo el dolor de mi corazón les tengo que decir que no. Se me hizo corta y superficial, sin llegar al nivel de sus altas pretensiones. ¿Por qué? Para ello tengo que retroceder un lustro, a otra exposición sobre tema parecido: la llamada Arte y Naturaleza en la prehistoria, abierta en el Museo de Ciencias Naturales. Esa otra muestra recogía un conjunto que representa un tesoro en la investigación del arte rupestre peninsular: los muchos calcos que se hicieron a principios del siglo XX de los hallazgos de arte prehistórico que se iban descubriendo, en su mayoría del llamado arte esquématico y macroesquemático levantino. En ocasiones, son el único testimonio que nos queda, mientras que otras, lo conservan tal y como eran en el momento de su descubrimiento, antes que la erosión y el vandalismo los borrasen.

Ese conjunto es imponente y yo me tire varias horas observando los más mínimos detalles de aquéllos calcos. Sin embargo, el criterio con que habían sido expuestos era pésimo: arrumbados en una habitación lateral del museo, amontonados unas sobre otras, sin apenas explicaciones y, mucho peor, sin un catálogo que los analizase, pusiese en contexto y los conservase para su difusión. El visitante, por tanto, quedaba abrumado por tanta información sin filtrar, mientras que en la muestra del MAN, se sale casi como se había venido. Todo el aparato analítico y metodológico que despliega queda casi desprovisto de base material. 

Al final, el visitante apenas puede descubrir, disfrutar y apreciar ese arte prehistórico, porque los ejemplos que se exponen son muy pocos. Con otro problema añadido: la inmensa amplitud temporal de las prehistoria, los múltiples periodos en que se divide, junto con las abismales diferencias culturales que implican, hacen imposible resumirla y contenerla en el exiguo espacio de una sala. Un imposible que no es privativo de esta muestra concreta, sino que se traslada también al propio museo, donde la compleja evolución prehistórica queda difuminada, confusa. En parte porque lo que sepamos y afirmemos hoy puede quedar desmentido mañana, piénsese en el primitivismo animal de los neardentales de antaño, ahora ascendidos a hermanos de la humanidad.

La exposición ideal, por tanto, hubiera sido una mezcla de estas dos. Una que aunase la riqueza en objetos y testimonios de arte prehistorico de la muestra del Museo de Ciencias Naturales, con el análisis y categorización del MAN. 

Y ya puestos, una que osase lo imposible: mirar de hito en hito esas imágenes enigmáticas y apuntar a lo que se oculta detrás de ellas. Algo que ya se ha hecho con anterioridad, pero de lo que se suele huir.

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