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domingo, 13 de diciembre de 2020

Otros caminos

Psiconautas. los niños olvidados, dirigida en 2015 por Alberto Vázquez y Pedro Rivero, es una excepción en más de un  sentido. Primero, por ser una película de animación española, un campo en el que no hemos brillado en especial, por muchas y varias razones. Segundo, por ser una adaptación del cómic del mismo nombre de Alberto Vázquez, codirector de la cinta. Ese tipo de adaptaciones suelen ser muy comunes en otras latitudes, piénsese en el Japón, pero aquí son inexistentes o, como mucho, se vierten al formato de imagen real. Además, como tercer punto, no sigue la moda de restringirse a la 3D generada por ordenador, forma única de la animación comercial occidental. Por último, se trata de una obra tétrica, de atmósfera asfixiante, destinada a un público adulto, pero sin asomo de la ironía posmoderna, ni escudarse en una avalancha de citas pop para justificar el medio utilizado.

Para que se hagan una idea, la historia de Psiconautas tiene lugar en una isla, aislada en medio del océano, incomunicada con el resto del mundo, que ha sufrido una catástrofe medioambiental. Los supervivientes se han escindido entre unos marginados que malviven entre inmensos basureros, localizados alrededor de la planta industrial donde se originó la catástrofe, y unos privilegiados que mantienen la ficción de la vida anterior, pero cuyo mundo pronto se revela frágil y quebradizo, sustentado sobre una represión policiaca-militar. Entre medias, errantes entre ambos mundos, un grupo de niños buscan, sin resultado, un medio de escape de esa cárcel insular, al tiempo que uno de ellos es presa de una maldición, a partes iguales heredada de su familia y producto del desastre, que le hace oscilar entre fuerza destructora ciega, desconocedora de amigos y enemigos, y protector de la poca belleza natural que aún persiste.

El principal defecto de la película, que quizás estuviera en el cómic original, es su carácter episódico. Las diferentes tramas no acaban de encajar e incluso algunas, como la del despertador robótico de uno de los personajes, desentonan por completo. Por otra parte, ciertos puntos de la trama sólo llegan a entenderse con la visión de un corto anterior, Birdboy (2010), primera colaboración entre Vázquez y Rivero, así como aproximación temprana al mundo de Psiconautas. En sí, estas omisiones no son un defecto determinante, ya que contribuyen a aumentar en el espectador el efecto de desorientación e inquietud. Al final, lo que queda en la memoria es esa visión de un mundo desquiciado, hostil e inhóspito, determinado a destruir sus habitantes. Y ahí triunfa de manera completa.

No sólo mediante su dureza y desolación -no es habitual en la animación occidental que presenciemos asesinatos, incluso matanzas, en pantalla -, sino por el contraste. El estilo de dibujo, sencillo y redondeado, de rasgos infantiles, se halla en clara oposición con el contenido, lo que realza su injusticia arbitraria. Incluso podría hablarse de cinismo intencionado, ya que que el punto de vista de la película es el de los mismos escolares, cuando los adultos aparecen como ajenos, cuando no enemigos declarados. 
 
El profundo pesimismo de su visión no estaría fuera de lugar entre personas mayores, machacadas por la vida, pero sí disuena en quienes apenas han comenzado a vivir. Los personajes de Psiconáutas, a pesar de su corta edad, son incapaces de vislumbrar una vida distinta,liberada de la calamidad en que se hayan sumidos y que siempre vuelve para aprisionarlos. Su única esperanzas radica en la huida, cada vez más quimérica, realizable sólo mediante humillaciones y bajezas, tan demoledoras que algunos de ellos ya sólo aspiran a habitar su propio círculo del infierno, al que han terminado por llamar su hogar. Al menos hasta que la muerte, ansiada y temida a un tiempo, venga a liberarlos, ya sea por propia mano o ajena.
 
En resumen, una película distinta, única, que puede desconcertar al espectador, por sus contradicciones, sus inconsistencias, y su tono deprimente y tétrico, pero que merece la pena. Por singularidad que la aparte de tantos y tantos productos rutinarios, de usar y tirar.


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