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viernes, 26 de abril de 2019

Inocencias (II)

























































En mi comentario de Galaxy Express 999 (1979), les indicaba que me parecía tener más valor histórico que artístico, a pesar de haber sido dirigido por un gigante del anime, como Rintaro, y contar con el guion y los diseños de otra figura mítica, Leiji Matsumoto, sólo que esta vez en el campo del manga. Gran parte de mis objecciones se debían a que la película no dejaba de ser una serie de presentaciones, las de los muchos personajes del universo Harlock, que se concluían con un cierra un tanto apresurada, a pesar de tratarse de una película de larga duración, dos horas y cuarto. Estos fallos estructurales dejaban además a la vista que la animación, a pesar de su calidad y el cuidado con que había sido construida, había envejecido un tanto mal, en especial si se la compara con el reluciente acabado que permite ahora el ordenador.

Con estos antecedentes, no me sentía muy motivado a ver su continuación, Adieu Galaxy Express 999 (1999). Sin embargo, les confieso que me he llevado una sorpresa bastante agradable. En primer lugar, porque el ambiente de esta nueva entrega era completamente opuesto al de la obra original. Si en ésta la sociedad que ocupaba toda la galaxia, recorrida por el expreso de lujo que daba nombre al filme, era una estructura funcional y sólida, a pesar de las muchas diferencias y abismos sociales que la fragmentaban, en aquélla, por el contrario, se hallaba rota, tronchada, inmersa en una guerra de exterminio de las máquinas contra la humanidad, conflicto que los series humanos estaban perdiendo.  Como consecuencia, el Galaxy Express 999 viajaba completamente vacio, sin la alta sociedad que la abarrotaba y sin hacer escala en casi ninguna de las paradas anteriores, además de encontrarse en peligro continuo de ser destruido. Él y sus pasajeros.

La cinta, por tanto, se hallaba transida de un extremo a otro por un profundo sentido de la urgencia, de fin de los tiempos próximo, de lastrante melancolia, que unifica toda la cinta. Unidad de atmósfera apuntalada por una historia mucho mejor trabajada que la primera entrega. Sin apenas disgresiones, sin continuas paradas para presentar personajes, avanza con cadencia sostenida hacia un fin claro: la búsqueda de un medio para dar la vuelta a una guerra que parece de resultado decidido, trágico para la humanidad hasta el último instante. Es cierto que hay unos cuantos deus ex machina, alguna que otra inconsistencia, pero eso no le hace perder solidez. Incluso utiliza con habilidad, en su conclusión, elementos que se habían presentado con anterioridad y que parecían estar desconectados, ser mera decoración.

Además, las virtudes de la película no se quedan sólo en su maestría narrativa. La animación se halla en un nivel superior al de su predecesora, de manera que, excepto alguna torpeza aislada, poco tiene que envidiar a la contemporánea, tan orgullosa de su perfección técnica. Incluso contiene algunas escenas de lucimiento que llegan a auténtico tour-de-force, de ésas que quedan en la retina de todo aficionado atento. Una de ellas es la larga secuencia abstracta, ilustrada arriba, que muestra la llegada del expreso al planeta Dai-Andrómeda, una escena que, desgajada, sería un auténtico corto experimental, pero que, en el lugar de la narración en la que se halla, potencia y hace patente el efecto que la cinta pretende: la arribada al planeta enemigo, cuyo poder y recursos se hallan fuera de lo imaginable.

Otra secuencia, única e irrepetible, es la representación de la reína enemiga como un metal fundido en continúa ebullición, de formas y colores en cambio constante y, por eso mismo, de poder abrumador, imparable y avasallador, universal, casi eterno. No obstante, no se trata sólo de secuencias aisladas, sino que toda la cinta se mantiene, en el aspecto técnico, a un nivel altísimo. Tanto en la caracterización de sus personajes como en la descripción de los entornos en que se mueven. Su peripecias y los mundos que se habitan se hacen así creíbles, a pesar de la fantasía desbordante con que han sido concebidos. Tanto es así, que no molesta que la película dedique largos espacios a describir espacios y situaciones, porque lo que el espectador está deseando es, precisamente, explorar esos entornos tanto como le sea posible.

En resumen, una obra señera del anime, mucho mejor que su predecesora, aunque ésta es esencial para poder entender lo que ocurre en aquélla.

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