Justo el último día del año aproveché para ver un anime cuyo nombre me intrigaba sobremanera. No es de extrañar, porque una obra que en traducción podría ser algo como Quiero comerme tu pancreas, puede hacer pensar en muchas cosas, ninguna de ellas buena. Sin embargo, Kimi no Suizou wo Tabetai, realizada en 2017 por Sho Tsikikawa, es en realidad una historia de amores adolescentes con giro trágico... y ya sabrán que me pirro por esa crónicas del primer amor, sean o no verosímiles, sean o no plausibles, sean o no realistas. Debilidades inconfesables que tiene uno.
Les puedo señalar que, aunque me ha gustado, no es una obra redonda. Su principal defecto es recurrir a un recurso melodramático muy sobado: el de la pareja de enamorados donde la enfermedad mortal de uno de ellos provocará un cambio transcendental en el otro, parejo a una auténtica regeneración moral. En realidad, si se mira con frialdad, esa excusa argumental no deja de ser una artimaña para unir a dos personajes incompatibles que, en la vida real, jamás habrían congeniado, sin olvidar lo mucho que esas historias tienen de moralina, puesto que esas catástrofes sentimentales es raro que conduzcan a esas regeneraciones. En todo caso, llevan a un empeoramiento, si el olvido no procede a borrar el dolor.
Por otra parte, no acabo de comprender por qué, en estas historias de amores truncados por la muerte, es siempre la mujer la víctima. Eso mismo me hacía detestar una película tan famosa en su tiempo como Love Story (1970, Arthur Hiller), que para mí no pasa de inmensa patochada falsamente romántica. Por eso, y por lindar con otro género no menos insoportable, el de señor haciendo putadas a una señora y encontrando justificaciones para hacerlo. Por suerte, Kimi no Suizou wo Tabetai no llega a esos extremos, ni de ridiculez sentimental ni de sadismo, pero recordar esos otros ejemplos motivaba que, de vez en cuando, me hallase predispuesto contra ella.
El otro defecto es que la cinta, una vez producido el hecho fatal, no sabe como terminar, y se pierde en una larga serie de conclusiones y epílogos, casi un tercio del metraje, que me parecían reiterativos y estirados en demasía. Se podrían haber resumido, combinado, lo que habría ayudado a incrementar su impacto sentimental, que en la versión final se va diluyendo, por cansancio del espectador. Sin embargo, tengo que confesarles que, a pesar de estos defectos, la película me ha gustado. Incluso me atrevería a decir que mucho. Es más, si hubiera concluido con el primer epílogo, en un momento muy concreto, habría podido llegar incluso a ser de mis imprescindibles.
La razón es que, a pesar de lo artificial que pueda ser la relación entre los amantes, ñesta funciona, tiene química. Es obvio que para el protagonista, encerrado y parapetado en su propio mundo, aislado de todos sus semejantes, la irrupción en su vida del torbellino encarnado por la protagonista basta para derribar todas sus defensas, una vez que se ha conseguido hallar una brecha. Respecto a ella, amenazada por esa muerte próxima, resulta también lógico que se busque alguien fuera de su círculo de amistades. Una persona a la que no le ate un pasado y con quien pueda comportarse de manera libre y sin limitaciones, para aprovechar al máximo el poco tiempo que le queda.
Salir de lo ordinario, de las muchas cárceles que se han construido, es algo que ambos necesitan con urgencia y que acaba por tornarles inseparables, a pesar de la oculta amargura de ella y de la continua desconfianza de él. Y de ahí, también surge el interés del relato, centrado en sus escapadas y en sus encuentros, en sus juegos y travesuras, que, aunque inocentes, tienen el atractivo de lo prohibido. De lo que es imposible llevar a cabo con aquéllos que conoces y te conocen, con los que te quieren y tienen ascendiente sobre ti. Poder para afeártelo, censurárterlo, impedírtelo.
Nada más estimulante que jugar, en definitiva, en especial en esas edades en que se comienza a dejar atrás la niñez pero aún se tiene cierta licencia para entregarse a ellas... Y también mucho, mucho más tarde, cuando de las pasadas sólo queda la nostalgia
Creo, David, que una tras otra y a mi ritmo iré viendo estas propuestas tuyas de anime. La última vez que entré en tu blog debió ser hace unos diez años. Me parece recordar que buscaba aquella colaboración de Oscar Peterson y Norman McLaren. Menuda chulada de músicas sonaban en tu reproductor. Ah dolente partita ! Ahora que lo recuerdo, no fue la última, ya que recuerdo haber seguido tus notas sobre l'Histoire de ma vie. Su versión en tres tomos de la Pléiade serían los tres libros que me llevaría a una isla desierta.
ResponderEliminarEn fin, sé que encontraré no pocas perlas en estas trecientos trece notas sobre anime, así que muchas gracias.
Un saludo desde Bordeaux,
Bernardo
明けましておめでとう。今年もよろしくね。
ü, é, á, í, ó, ú, ñ, Ñ, ¿, ¡
Gracias por el interés y ya sabe que este blog está abierto 24x7, así que puede pasarse cuando guste.
ResponderEliminarEl reproductor lo quité porque cerraron el nodo que servía de recopilador y ya, bueno, pues no me preocupé en buscar otro. Y sí, esos tres libros de Casanova son para leerlos y releerlos.
Sobre el anime. Cierto que hay joyas, pero algunas, si las revisara, tendría que bajarles la puntuación. En parte porque mi enamoramiento con esa forma de la animación se ha enfriado un tanto. Lo que no significa que me haya dejado de gustar, sino que lo compagino con otras cosas y soy un tanto más crítico... o quizás más prudente.
En fin, feliz año y buenas lecturas