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domingo, 11 de noviembre de 2018

La lista de Beltesassar (CCXXIII): Logorama (2009) François Alaux/Hervé de Crécy/Ludovic Houplain




























Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Logorama, corto realizado en 2008 por el colectivo de animadores francés compuesto por François Alaux, Hervé de Crécy y Ludovic Houplain.

A primera vista, este corto parece tenerlo todo para ser un hito en la historia de la animación. En primer lugar, usa las nuevas posibilidades ofrecidas por el ordenador, la 3D y los CGIs para crear un mundo propio, sin limitarse a copiar a ultranza la realidad, además con mayor fidelidad de lo que nuestros ojos perciben. Por otra parte, se construye como una parodia del cine contemporáneo norteamericano, devenido forma única e insoslayable, pero que restringido a una exigua panoplia de géneros y recursos: los ambientes californianos, la ultraviolencia pornográfica, la catástrofe final siempre acechando, todo ello rodado con grandilocuencia rebosante en excesos. Los propios de quien tiene que demostrar en pantalla que hasta el último centavo del presupuesto estuvo bien invertido. Por último, contiene una denuncia de un sistema, como el actual, donde los seres humanos han sido reemplazados por las marcas, únicas que tendrían derechos legítimos que defender, en opinión de algunos.

Sin embargo, a pesar de lo atractivos que son estos elementos, no acaban de fraguar. El uso de la parafernalia publicitaria, tan omnipresente en nuestras vidas y en la que ya casi no reparamos, no deja de ser arbitrario. Logo tras logo van acumulándose en la pantalla, sin dejar tras ellos otra cosa que algunos chistes y coincidencias ingeniosas, como la conversión, arriba mostrada, de un café derramado en el logo de un canal de TV para niños. Sin embargo, más allá de esas coincidencias visuales, poco más. No es ya que algunas referencias sean tan breves que puedan pasar desapercibidas, en medio de la avalancha de imágenes a la que se somete el espectador, es que en realidad no hay una referencia a lo que la marca parodiada significa o sus posibles connotaciones. Tanto económicas como políticas.

Tomemos como ejemplo la distorsión más transgresora del film: la conversión del payaso de las hamburgueserías McDonald en un criminal en serie, que incluso llega a blandir, en un instante crucual, fusiles de asalto con el logo de la RAF, el grupo terrorista alemán de los años 70. Por menos, una multinacional ha llevado a los tribunales a quien se atreviera a jugar así con su logo y, por descontado, ganado el juicio, simplemente por uso indebido de su imagen. ¿Por qué no sucedió algo similar? O mejor dicho, ¿por qué no sucedió entonces, hace ya una década? Pues, con toda seguridad, porque esa parodia es inocua e incluso se ha utilizado hasta la saciedad en muchas películas de acción, donde los criminales, para pasar desapercibidos, se disfrazan de personajes conocidos, cuya propia notoriedad les permiten pasar desapercibidos en ciertos ambientes.

En otras palabras, en Logorama no se realiza un ataque directo contra McDonald ni mucho menos contra la industria de la Fast Food. Denuncia que, por el contrario, se realiza de manera rutinaria en The Simpsons, donde, no se olvide, un payaso televisivo es propietario de una cadena de restaurantes donde se sirve carne de orígenes extraños, escaso valor nutritivo y claramente nociva para la salud. En esa serie, se realiza una crítica contra la industria alimentaria muchísimo más dura, certera y ácida que cualquiera de los supuestos ataques que se puedan ver en Logorama. Sin riesgo de proceso judicial, no obstante, al no nombrar marcas concretas, aunque todos los espectadores sepan con certeza de lo que se está hablando.

La falta de filo y de mordiente de Logorama estriba en su carácter postmoderno. La crítica y la denuncia no se aplican a problemas  concretos, sino al modo en que los enunciamos y percibimos. En ese sentido, acierta al señalar como nuestra visión de la realidad está mediatizada por la ubicuidad del mundo publicitario, que ha llegado incluso a usurpar el nombre a objetos cotidianos. Sin embargo, seamos sinceros, no creo que eso vaya a cambiar el mundo, como tampoco los deben pensar sus creadores. No se olvide que su siguiente obra fue un anuncio alargado para un juego de ordenador, Ghost Recon: Alpha (2012), otro mata-mata más de circunstancias, olvidado al punto de sacarlo al mercado.

No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Notable y admirable por su pericia técnica, pero por poco más.


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