Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de This Way up (Este lado arriba), corto dirigido en 2008 por los animadores británicos Adam Foulkes y Alan Smith, cofundadores del estudio de animación Nexus.
Ya conocen mis reticencias hacia la animación 3D. Sin embargo, hay que reconocer que tras 2005 se produjo un cambio cualitativo e irreversible en esta forma. La técnica al final maduró, de manera que los cortos perdieron el carácter de mera "demo" de las últimas herramientas para comenzar a ser investigaciones en las posibilidades expresivas. Un ejemplo fue el corto de la semana pasada, French Roast (2008, Fabrice Joubert), donde el humor, el ritmo y la construcción de la narración eran más importantes que una supuesta perfección técnica, siempre concebida como copia exacta de la realidad. Más importante aún, a la hora de definir esa tendencia, es el corto de esta semana, donde no sólo cuentan los logros ya señalados en French Roast, sino esa búsqueda estética que les apuntaba más arriba.
Porque puede pasar inadvertido, pero lo cierto es que This Way up no es un corto 3D al 100%. Fuera de los personajes y los objetos que tienen un papel en la trama, fondos y paisajes pertenecen a otra tradición muy distinta. La de la imprecisión y el abocetamiento que tantas veces ha conectado la animación con el dibujo y la acuarela. Añádase además una restricción de la paleta a grises y pardos -excepto paradójicamente en la sección que transcurre en el Hades, toda colorido y brillo - que conviene muy bien a lo que es un ejercicio en humor negro.
Ésa es la otra virtud del corto, su risa sarcástica ante nuestro miedo a la mortalidad y a la desaparición definitiva. En la peripecia de dos enterradores que intentan, contra viento y marea, llevar a su "cliente" hasta su destino final, Foulkes y Smith se carcajean de las convenciones con la que rodeamos ese tránsito, llevando la supuesta seriedad del momento hasta el absurdo lógico, cuando lo mejor parecería ser deshacerse del pesado fardo que ambos acarrean, negado por un periclitado sentido del honor profesional que les lleva a continuar. Aunque el final que les espera sea el mismo que el de su encargo.
Momento en que llega la ironía suprema del corto. Hasta ese instante, el mundo de los mortales había sido descrito en tonos apagados y mortecinos, mientras que la vida no era otra cosa de una sucesión de pesadas tareas interminables, similares a la condena de Sísifo. En abierto contraste se halla el mundo de los muertos, en el que los protagonistas acaban siendo arrojados. Allí, todo es alegría y energía, música y baile, color y luz. Como si los muertos, una vez liberados de las obligaciones de esta vida, se entregasen a una constante fiesta. De duración igual a la eternidad, ni mucho menos verse lastrada por días después o resacas.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Muestra magnífica de esa segunda vida en que la 3D se haya desde hace más de una década. Tiempo presente en el que ya no tiene que demostrar su validez y puede dedicarse a lo realmente importante. Hacernos reír, entre otras muchas cosas.
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