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domingo, 18 de marzo de 2018

La lista de Beltesassar (CXCVIII): Powers of ten (Potencias de diez, 1977) Charles y Ray Eames


























Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Power of Ten (Potencias de diez), corto dirigido en 1976 por los animadores americanos, Charles y Ray Eames.

En este caso, me voy a permitir ser un poco nostálgico. Para cualquier niño/joven de las décadas de los 70/80, este corto pertenece a sus recuerdos más queridos, al igual que la serie Cosmos (1978) de Carl Sagan. En ambas producciones, se intentaba mostrar como el conocimiento científico formaba parte esencial e irrenunciable de nuestra concepción del mundo, único modo de conocimiento capaz de abarcar desde el microcosmos al macrocosmos, de lo diminuto a lo gigantesco, uniendo todo lo observable en un solo conjunto coherente. No exageraría si les dijera que muchos debemos a estas producciones nuestra vocación científica. No sólo eso, sino la concepción de la ciencia como única herramienta válida a la hora de ampliar nuestro conocimiento del mundo e integrarlo de manera armoniosa en una visión única.

Ha pasado muchísimo tiempo desde entonces. El optimismo científico, como signo característico de occidente,  se ha enturbiado bastante, de manera que su validez y universalidad se hallan bajo constante ataque directo desde múltiples sectores. Desde los neoliberales y su cruzada contra el cambio climático, obstáculo a su enriquecimiento sin cortapisas,  al integrismo religioso y su lucha contra la teoría de la evolución, objeción insoslayable a su visión monolítica de la divinidad. De los diferentes movimientos antivacunas, homeopatías y medicinas alternativas, prisioneros de su propia ignorancia, a las múltiples pseudocencias, constructoras de una versión irracional y mágica del mundo. Fenómenos muy propios de una época, como la nuestra, esencialmente postmodernista, escéptica y desencantada ante la posibilidad del conocimiento humano.

No es de extrañar, por tanto, que la versión actualizada de Cosmos (2014) de Neil deGrasse Tyson, dedicase gran parte de su metraje a combatir estas involuciones anticientíficas. Aún más sorprendentes e incomprensibles cuando vivimos en un mundo dependiente y adicto a la técnica, en el que, desde hace una década, todos estamos interconectados. Hasta tal punto que, si esas tecnologías desapareciesen, nuestra civilización se desplomaría, retrocediendo a niveles del siglo XVIII. Queremos, en aterradora contradicción e inconsciencia, abjurar de la ciencia y al mismo tiempo gozar de sus beneficios.

Como consecuencia, cortos como el citado, en el que se muestran las diferentes escalas del universo en comparación con el ser humano, han adquirido un amargo regusto. Siguen teniendo el mismo poder de fascinación, el que puede sentir un niño cuando se revela la amplitud de la naturaleza y todo lo que hemos llegado a descubrir en estas décadas de progreso científico. Acompañado, no obstante, por el profundo temor a que decidamos prescindir de ello, apoltronarnos sobre la ya construido, apartar las conclusiones desagradables, contrarias a nuestros convencimientos más acendrados, sin darnos cuenta que con ello nos encaminamos a la catástrofe.

No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Disfruten de esta obra sorprendente y valiosa, aunque ya se note la edad de sus efectos especiales, anclados en su tiempo. El preordenadores
 

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