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martes, 20 de marzo de 2018

El último hurra











Hace un par de años corrió por la Internet una noticia que hizo dar saltos de alegría a todos los aficionados a la animación: Jan Svankmajer iba a rodar una película más, de título Hmyz (Insectos). Sin embargo, no todo eran buenas noticias, ya que el anuncio continuaba diciendo que iba a ser su última obra y que además no podía financiarla por los  medios habituales. Necesitaba ayuda para llevarla a cabo. Se montó al instante una campaña de subscripción pública - o crowfunding, que se dice ahora -, que resultó ser un éxito completo. A los pocos días el objetivo inicial estaba cubierto y continuó subiendo de manera imparable hasta el cierre, gracias a la movilización de la comunidad animada mundial, profesionales y aficionados unidos en conseguir que Svankmajer se nos fuera a lo grande.

Supongo que ya habrán adivinado que yo fui uno se los contribuyentes a esta subscripción, siempre dentro de mis escasas posibilidades. La conclusión de la película, a pesar del éxito, se hizo de rogar , y no fue hasta hace unas semanas que la película se "estrenó" en la plataforma digital vimeo, donde puede alquilarla quien quiera verla. No obstante, y a pesar de la ilusión que tenía por verla, no he podido hacerlo hasta el fin de semana pasado, cuando encontré al final un rato que dedicarle en exclusiva

¿Mi opinión? No me gusta lo que les voy a decir. No me ha acabado de convencer. Algo no cuadra en ella y ese algo voy a intentar explicárselo a continuación.

En otros largos de Svankmajer he entrado enseguida. A pesar de los guiños y quiebros surrealistas, lo que contaba - o lo que yo pensaba quería contar el animador checo-eslovaco - me parecía de una claridad cristalina. Les confieso que con algunas de sus películas, por ejemplo, con la muy reciente Přežít svůj život (Sobreviviendo a la vida, 2010), me he reído a carcajadas, al mismo tiempo que he reconocido a la perfección las puyas que lanzaba y a quien se las dedicaba. En otras, como la más antigua Faust (Fausto, 1996) me ha fascinado como tomaba un mito clásico, el del doctor que vendía su alma al diablo, para insuflarle vida nueva con los métodos del surrealismo; además de jugar con lo visto, lo experimentado, lo fingido y lo representado, utilizando como pivote el teatro y las marionetas. Sin contar con como el personaje de Sade, en Šílení (Lunático, 2005) le servía para construir una visión sarcástica y vitriólica de nuestro mundo moderno. Tan ufano de su libertad, tan ciego a sus cadenas.

De todo lo anterior hay mucho en Hymz. La fragilidad de la realidad que percibimos está mostrada en esta ocasión de manera radical, sin par en sus películas anteriores. La acción se interrumpe una y otra vez para mostrar el como se hizo la escena que acabamos de ver, de la misma manera que tampoco se tiene miedo en mostrar las muchas torpezas cometidas en el transcurso del rodaje. No como tomas falsas al final, sino como obstáculos al proceso del filme, tal y como ilustra la larga escena inicial en que el manifiesto del propio director es saboteado por los incidentes de la filmación, incluidos su impaciencia y desatalento. Asímismo, es notoria su tendencia a la crítica social, como queda señalado por la elección como base narrativa de la película de una obra de teatro de los hermanos Capek, quienes acuñaron el termino robot, donde el género humano es reducido a insectos y clasificado entomológicamente como ellos. Ni que decir que el surrealismo es omnipresente en la cinta, subrayado por las habituales cuñas animadas, con la técnica fotograma a fotograma, que jalonan todas sus películas.

Y sin embargo, algo no funciona. Tengo la impresión de que todas esas partes dispares, interesantes y notables por separado, no acaban de encajar. Parece que  pertenecieran a obras distintas, que hubieran sido recosidas con prisa y sin tiento. El resto de sus largos, dentro de su anarquía y sus disonancias, tenían una unidad casi milagrosa, en realidad era producto de un trabajo minucioso de relojero. Precisión que falta en esta ocasión, o así me lo parece. Por otra parte, toda su obra anterior derrochaba ímpetu juvenil, espíritu lúdico, imaginación y alarde, tanto más encomiables en quien era un anciano desde hacía varías décadas. Como ya les conté en su momento, una obra como Přežít svůj život, parecía rodada por un chaval, no por una persona mayor que además acababa de perder a su colobadora y compañera de toda una vida, Eva Svankmajerova, a cargo de  los decorados y la ambientación artísticas de todas sus películas. Casi coatura de las mismas.

Me temo que la edad ha acabado por alcanzar a Svankmajer y eso le lastra, le impide llegar a ser qien fue. Debo decirles también que ojalá me equivoque. Que espero que un segundo visionado me revela que no estaba yo en mi mejor día para ver un Svankmajer.

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