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martes, 27 de marzo de 2018

Cine Polaco (XXXV): Ucieczka z kina "Wolność" (Huída del cine Libertad, 1990) Wojciech Marczewski









































Hace unas semanas les había comentado mis impresiones sobre Dreszcze (Temblores, 1981), película de Wojciech Marczewski. No había acabado de convencerme, aunque reconocía su sinceridad al denunciar el estalinismo,  además de su valor en hacerlo bajo un régimen comunista. Les señalaba también que este director, debido a un cúmulo de circunstancias políticas y laborales, había devenido uno de esos autores de obra mínima, reducida a un exiguo puñado de obras, no todas logradas. En varios aspectos, no había pasado de ser una promesa del cine polaco, aunque su influencia sobre su evolución, en especial en la Polonia postcomunista, había sido mucho mayor que lo que su corta obra puede hacer pensar.

En mi revisión informal de cine Polaco, y de nuevo gracias a la editora británica Second Run, he podido ver otra de sus obras, Ucieczka z kina "Wolność" (Huída del cine Libertad), rodada una década después de Dreszcze. Como esta última, se trata de una ácida crítica del régimen comunista, sólo que con un punto de vista y una atmósfera muy distinta. En pocas palabras, si Dreszcze era un drama con ribetes de tragedia, Ucieczka z kina "Wolność" es un comedia de tintes satíricos. La diferencia entre ambas obedece en gran medida al abismo que media entre el clima político de 1980 y 1990. En la más antigua existía una clara urgencia, la necesidad de contar lo que se pudiera antes de que el frágil  deshielo provocado por el ascenso de Solidaridad fuera interrumpido. En la más moderna, por el contrario, el comunismo ya había caído, de manera que se podía hablar sin miedo a represalias. Incluso tomarse a broma la fiera abatida, sus garras y colmillos.

Esa atmósfera más respirable permite a Marczewski llamar a las cosas por su nombre, evitando los muchos juegos malabares, los símbolos escondidos en enigmas, que tan comunes eran en el cine del periodo comunista. No sólo en Polonia, sino en todos los países del Este europeo. Ésto no quiere decir que la película tire por el camino de la facilidad, muy al contrario. La tensión narrativa y estética a la que obligaba la censura, para poder así sortearla, sigue siendo una lección muy presente, un automatismo aprendido, un reflejo inconsciente que tiñe cualquier producto de los años posteriores al fin del comunismo. Aún se sigue concibiendo el cine en términos de la profundidad y la dificultad del modernismo, no de la ligereza y superficialidad del postmodernismo.

Esta larga introducción es necesaria para que comprendan como Marczewski sale airoso del reto casi insoluble que el mismo de ha planteado. Ucieczka z kina "Wolność" es un "remake", refrito, copia o plagio, como uds. prefieran, de una película famosísima de un autor con categoría de vaca sagrada de la cinematografía. Ni más ni menos que The Purple Rose of Cairo (La rosa púrpura del Cairo, 1985) de Woody Allen. Con esa introducción, me imagino los muchos reparos con los que deben estar prejuzgando a esta obra, puesto que nada hay peor, con nuestros criterios actuales, que inspirarse en la obra de otro. Sin embargo, como les decía, Marczewski realiza un milagro al alcance sólo de los verdaderos maestros: tomar la idea de partida y demostrar que es un mero arquetipo, al transformarlo en algo muy distinto al producto original. En algo único y personal.

A pesar de todo su ingenio temático y pericia técnica, The Purple Rose of Cairo no dejaba de ser una comedia amable, una de las muchas visiones nostálgicas que Allen ha dedicado al pasado de su país. Rememoraciones en las que los años 30 se ven a través de un doble prisma, el de la infancia y el cine de Hollywood, que tienden a limar los aspectos más duros de esos tiempos de crisis, angustia y desconcierto. En el caso de Marczewski, por el contrario, la rebelión de los actores de la película que se proyecta en el cine Libertad tiene un carácter eminentemente político. Subversivo, contestatario y transgresor. De ataque directo contra la mentira que suponía la propaganda constante del régimen comunista, omnipresente en todas las esferas de la vida cotidiana, mantenida de modo férreo por organismos creados específicamente para ello, como la censura cinematográfica.

Esa rebelión se lleva a cabo por tres medios. En primer lugar, por la negativa de los actores a seguir actuando como les ordenan guion, director y autoridades. Es decir, a seguir perpetuando productos cinematográficos insulsos que sólo muestran una imagen ideal de la sociedad, demasiado parecida a la de los melodramas y telefilmes occidentales, pero ambientados en una Polonia inexistente. Sociedad donde se habla un lenguaje expurgado de toda palabra malsonante y donde los problemas se solucionan por medio de milagros y deus ex machina, ergo, la vigilancia benevolente del partido. El obligado final feliz, ya saben, ante todo, impuesto contra toda razón y experiencia.  De esa manera, poco o poco, lo que se proyecta en la pantalla del cine Libertad acaba asemejándose a una comuna anarquista, sin reglas, orden ni jerarquía, poco menos que anatema para la ortodoxia comunista.

En segundo lugar, mediante la propagación de ese espírito de rebeldía al mundo real. Contagio que las autoridades intentan contener impidiendo la entrada del público al cine rebelde, donde la película continúa proyectándose de forma continúa ante una sala vacía, fuera de críticos, censores y otras autoridades. Cuarentena que, no obstante, se revela imposible de mantener, puesto que a pesar de todas las precauciones se declara una epidemia de canto espontáneo en toa la ciudad, en cualquier lugar y cualquier situación. Un claro símbolo de como el régimen comunista había ido perdiendo, también en la realidad, su capacidad de control de la población ante el avance imparable del sindicato Solidaridad. De como la gente había dejado de creerse las mentiras que se les contaban todos los días, dejado de bailar al son que les tocaban.

Y por último, con su enfrentamiento frente a los censores. Los responsables últimos de que las películas terminasen mutiladas, se tornase incompresibles o bien fueran anodinas, sin relación alguna con la realidad o el sentir del público. Conflicto y reto que se expresan en los diálogos establecidos entre los actores del filme y el censor local, antiguo crítico y promotor del arte, cuyas convicciones están comenzando también a cuartearse, al igual que el edificio político al cual pertenecía. Dudas existenciales que, una vez formuladas, no puede ya acallar, que poco a poco van carcomiendo cualquiera de sus seguridades y devienen así remordimientos. La conciencia siempre presente del mucho mal que hizo, de la muchas mentiras que propagó

En alguien, además, que se sabe ya al borde de la muerte, al igual que el sistema que representa.

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