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domingo, 31 de diciembre de 2017

La lista de Beltesassar (CXCVIII): Feet of Song (Pies de canción 1998) Erica Russel































Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Feet of Song (Pies de canción), corto  realizado en 1998 por la animadora británica Erica Russel.

Llevaba un par de fines de semana quejándome de la escasa entidad de los cortos propuesto en la lista de Beltasassar, como si eso fuera síntoma de alguna enfermedad que aquejase a la animación reciente. Se me había olvidado que el propósito de esa lista, al contrario que la de Annecy, no es establecer un palmarés, mucho menos un canon, sino ofrecer una vista de la animación reciente, lo más completa posible. De ahí que, si se quiere ser justo y ecuánime, haya que incluir cortos menores en el muestrario, incluso malos. Por suerte, con el corto de esta semana dejo el año con buen sabor de boca, ya que Feet of Song representa a lo que yo imagino debe aspirar la animación.

¿Y qué es eso? se preguntarán. Pues en pocas palabras, la recreación del movimiento. En la base de la animación, desde sus inicios, late un sueño infantil: el de imaginar que lo inanimado cobra repentinamente vida, bien se trate de un dibujo o una pintura, bien de un muñeco o un objeto cualquiera. Con sólo eso cualquier corto animado cobra sentido, sin necesidad de dotarse de una historia que le sirva de urdimbre para tejerse. Puede decirse que de todas las artes de la cámara, como la fotografía o el cine, la animación es la única que lleva incluida en sí, de forma natural, la abstracción. Mejor dicho, que el placer que provoca no necesita de muletas literarias, como el cine, o de referencia a un tema de interés, como la fotografía. Basta con el mero hecho de ver.

En el caso de Feet of Song, ese acto de la mirada y de la reconstrucción de lo visto se conjugan con la esquematización promovida por la modernidad pictórica. Una de las corrientes de la vanguardia del siglo XX fue la reducción de lo pintado al mínimo conjunto de signos, aquéllos que permitieran a nuestra mente reconstruir figuras, objetos y paisajes, con la misma repercusión sentimental que si los viéramos por completo. En esta ocasión, Russel reduce la figura humana a unos cuantos trazos, sin caer en la inexpresividad de lo que los anglosajones llaman stick figures. Por el contrario, la fuerza y la energía de la figura humana quedan conservadas por vía del color y de la curva, mostrando así la tensión de los músculos sobre la rigidez del esqueleto.

Y mediante el movimiento. Esa reducción a lo esencial permite que nos fijemos, sin distracciones, en los movimientos de la danza continua en que sus figuras se embarcan, aparentemente incansables. Virtud que no sólo se basa en esa llamada al espectador, sino que se fundamente en que cada ademán está descrito con la propiedad justa, la que requiere la música con la que se danza, la que requiere el baile al que los danzarines se entregan. El resultado es una experiencia embriagadora, casi arrebatadora, en la que el espacio del corto se agota en un suspiro, dejando por tanto intacto el deseo de que continúe, pero al mismo parece de longitud indefinida, como si hubiera durado ya horas enteras, dejándonos agotados.

Se trata, por consiguiente, de una fusión casi completa y perfecta entre imagen, música y movimiento. Descrita con tanta verdad, a pesar de su simplismo, que nosotros, como espectadores, también comenzamos a danzar en nuestras mentes, a dejarnos arrastrar por la magia del movimiento recreado. Por lo que no es, pero al mismo tiempo es, casi más real que la propia realidad. Milagro que sólo está al alcance de la animación.

No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Disfrútetenlo, pero no por ser una obra casi maestra, sino por su alegría y entusiasmo contagiosos. Ejemplos ambos, en cualquier caso, de como la animación no tiene nada que deber a cualquier otra forma artística. Ya que ella, y sólo ella, conoce secretos vedados a las demás.


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