Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de A matter of Loaf and Death (Un asunto de pan o nuerte), corto
realizado en 2008 por Nick Park para su productora Aardman, como cuarta entrega de las aventuras de Wallace y Gromit.
El ascenso de Aardman, como ya sabrán, fue una sorpresa reconfortante. En un momento, como ocurría a primeros de este siglo, en que la 3D comenzaba a ser la única manera posible de animación, al menos en Occidente, una productora tenía el atrevimiento de especializarse en una técnica completamente anticuada, como es la animación fotograma a fotograma con plastilina. Contra todo pronóstico, se las arreglaba para conseguir un éxito innegable de público y crítica.
Ese triunfo y ese reconocimiento popular se apoyaba sobre cimientos bien sólidos. En la serie de cortos y largos de Wallace y Gromit, Park consiguió encontrar un tesoro que a muchos creadores y estudios se les escapa: unos personajes con una vis cómica que se puede desarrollar a lo largo de muchas entregas. No sólo por sus caracteres contrapuestos, proclives a la catástrofe involuntaria, al estilo de Laurel y Hardy, sino porque Wallace y Gromit habitaban un universo ficticio, el de una Inglaterra suspendida en algún instante de mediados del siglo XX, que permitía a sus creadores jugar con la referencia jocosa e irónica sobre un pasado idealizado que nunca fue esa edad de oro con que nos gusta fantasear.
Por supuesto, unos fundamentos cómicos no son nada sin el talento y la imaginación para exprimir su potencial. Éste sería el segundo ingrediente de la receta de Wallace y Gromit, contar con unos creadores que han sabido crear historias realmente graciosas, evitando quedarse en los inevitables chistes de guión, para centrarse en la plasmación en imágenes, en los gags auténticamente. Así, al contrario que tantas y tantas obras animadas, que intentan copiar la energía de la edad dorada de la Warner para sólo conseguir meras copias sin vida, Park y su equipo saben lo suficiente de la historia del cine como para saber dosificar los chistes, crear un ritmo que resuene en el espectador y ascender hasta un clímax que resuelva satisfactoriamente esa preparación anterior. Ahí es nada.
El tercer elemento es, obviamente, la pericia en la animación, propia de un gran maestro. No sólo ya en la expresividad y dinamismo de sus creaciones, capaces de hablar sin decir una sola palabra, como ocurre con el personaje mudo de Wallace, sino en la utilización de recursos del clasicismo cinematográfico para estructurar la trama. Usando esas herramientas con significado y sentido, de manera que cada encuadre y cada movimiento de cámara se subordine a crear una impresión determinada en el espectador, preparando y anticipando los giros de guion, la progresión hacia el clímax que les señalaba antes. Nada que ver, por tanto, con el celuloide vacío e insípido con el que nos bombardean las series y los "blockbuster" americanos, restringido al mero juego del plano/contraplano o a mover la cámara para que se vea que esta existe. Confundiendo dinamismo con tembleque.
Esto, no obstante, ya es otra cuestión muy distinta, que se escapa del ámbito de la animación y afecta a todos los ámbitos de la cinematografía comercial contemporánea. Lo que importa aquí es subrayar dos aspectos característicos de toda la producción de Aardman. Ser graciosa hasta el contagio, sin necesidad de copiar esta comicidad de modelos anteriores, al mismo que tiempo que cuenta con una animación perfecta, lograda por medios tradicionales. Tanto en su construcción como en el uso de recursos cinematográficos clásicos.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto, para que lo disfruten. Y esta vez de verdad, sin exageración, aunque haya que reconocer que está cuarta entrega de las aventuras de Wallace y Gromit está un poco por debajo de las anteriores.
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