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sábado, 1 de abril de 2017

Los olvidados (I)

City, Michael Heizer
Si siguen este blog, sabrán que mi amor por el arte moderno proviene de haber visto, en mi adolescencia, la serie documental The Shock of The New, dirigida por el crítico de arte Robert Hughes. No voy a comentar aquí la serie, ya lo hice por extenso en su momento, pero quiero utilizarla como punto de partida de estas meditaciones. Porque en ella, aparte de los grandes de la vanguardia, me vi fascinado por artistas menores que luego olvidé al poco, para luego recordarlos en pases sucesivos de la serie y volver a olvidarlos de nuevo. Hasta que una casualidad me llevó al reencuentro y ahora hago esfuerzos para que no vuelvan a quedar relegados a esa obscuridad de mi memoria.

Uno de ellos era Michael Heizer, exponente del Land Art norteamericano. Hughes utilizaba su figura para presentar el capítulo dedicado a la modernidad tardía, justo antes de su quiebra y disolución en el postmodernismo. En él sólo se comentaba una de sus obras, City, por entonces, en los años setenta, apenas comenzada, pero que para Hugues bastaba para convertir a Heizer en uno de los artistas indispensables de la modernidad. Desde entonces ha llovido mucho, que se dice, y Heizer ha devenido uno de esos artistas invisibles, que aparecen ligados en las enciclopedias a un momento, una década determinada, como si hubieran muerto pasado ese tiempo. Por ejemplo, en el Oxford Dictionary of Art and Artist escrito por Alan Chilvers - obra sobre la que tengo muchos peros - sólo se le cita de pasada en el contexto del Land Art. Como si la profecía de Hughes nunca hubiera llegado a materializarse.


Sin embargo, la razón de esta penumbra es muy otra. Desde los años setenta, Heizer ha vivido por y para su City, sin crear apenas otras obras. Encerrado en su rancho de Nevada, ha ido transformando sus alrededores para contruirla, cuando le llegaba el dinero y sin permitir interferencias, ni parar mientes lo mucho que ha perdido en el camino, la salud, su esposa, para llevarla a cabo. Una reclusión personal, casi de enfermo mental, que se ha reflejado en la invisibilidad que e mismo ha impuesto a esa obra. Llevado de su rigor perfeccionista, nadie podía visitarla, de manera que sólo la conocemos mediante el testimonio de algunos pocos afortunados, reportajes esporádicos como el de Hughes, o las fotos de aquéllos que ha sabido colarse sin ser notados en la propiedad de Heizer. Este  apartamiento del mundo que ha llevado a que, poco a poco, la figura y la obra de este artista se hayan difuminado, como si realmente hubiera sido  borrado del mundo. Eliminación voluntaria que podría haberse tornado en real, si alguno de los proyectos estatales y federales planeados en estos cuarenta años se hubiera llevado a cabo, de los que ha sido salvado por la intervenciones de sus admiradores y por la calificación como parque natural de toda ese área

Pero ¿Qué es City? Pues simplemente uno de esos intentos tan caros a la modernidad para crear la obra de arte definitiva, aquella que, al fin, resuma y contenga en sí la esencia del arte, rompa las barreras que de su perfección nos separan y nos llevé a ese nuevo espacio soñado del ideal. Dicho así es extremado, pretencioso, casi ridículo, y realmente lo es, además de ajeno por completo a las categorías postmodernas, donde todo es lo mismo y nada es importante. Pero para Heizer, City es lo bastante importante como para dedicarle su vida por entero, aunque su creación le llevara a la muerte, aunque haya de quedar inconclusa.

Porque lo que Heizer ha intentado construir en esta cuatro décadas es una ciudad entera. Un lugar que nunca estuvo ni estará habitado, puesto que sus edificios son macizos, sus calles no llevan a ninguna parte, sus plazas no tienen utilidad alguna, pero que cuando esté terminado, recordará - no, será - indistinguible de cualquiera otra ciudad perdida, desenterrada y rescatada por los arqueólogos. Un espacio donde cada montículo, cada surco nos recordará una función, a pesar de carecer de utilidad alguna. City, por tanto, será y no será, al mismo tiempo, permanecerá supendida en un limbo por toda la eternidad - al menos una eternidad humana - recordando a todo visitante cómo han sido y serán nuestras ciudades, pero sin llegar a ser jamás una de ellas. Indefinición, fracaso, que será borrado por su carácter de obra desaforada, de sueño absurdo hecho realidad. Porque toda esa ciudad fue construida por un hombre solo, a pesar de todas las dificultades.

Y sí, a todo visitante, porque contra todo pronostico, y a pesar de las muchas amenazas. City estará terminada en 2020 y podrá visitarse en esa fecha. Quizás para entonces tome valor y me organice un viaje para verla.

Para contagiarme de su locura.  Único medio de superar mis miedos.

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