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domingo, 13 de noviembre de 2016

La lista de Beltesassar (CLI): Tom Sweep (1992) Michaek Dudok de Wit























Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Tom Sweep,  realizado en 1992 por  el animador holandés Michael Dudok de Wit.

Dudok de Wit es uno de los nombres mayores de la historia de la animación. Le ha bastado con sólo  tres cortos - Le Moine et le poisson (1994), Father and Daughter (2000)  y The Aroma of Tea (2006) - y un largometraje - The Red Turtle (2016) -. A la espera de ver el largo, sí les puedo confirmar que cada uno de los tres cortos es una obra maestra sin discusión. Son ejemplos de un estilo personal y distintivo que se puede resumir en los siguientes puntos: renuncia a la palabra para dejar la narración en manos de la música y la imagen; fusión perfecta entre ambas formas artísticas, de manera que se tornan indisociables, música visual sin ser abstracta; estilo de dibujo telegráfico que al mismo tiempo - o quizás por ello - es expresivo y dinámico, como si su minimalismo le permitiese despertar unas dotes interpretativas inesperadas. Por último, un sentimiento poético que nunca cae en la cursilería sensiblera - ésa que tanto le gusta a los americanos y que identifican como europea - sino que es lindante con la contemplación transcendente, como si sus cortos fueran ensayos de metafísica, iluminaciones místicas

No esperen lo mismo de Tom Sweep. Se podría definir como obra primeriza, sino fuera porque por esa época Dudok de Wit tenía ya cuarenta años y una carrera como publicista a sus espaldas. En realidad, en este corto aparecen ya muchos de los rasgos de su estilo posterior y de sus obras mayores, siendo la diferencia principal la orientación humorística de la historia narrada. Porque si en sus cortos más conocidos, el motivo, centro y consecuencia de la narración es la interrogación sobre el sentido de la vida, acompañada por una sospecha de transcendencia, en este caso esas características de estilo están aplicadas a un chiste: los muchos problemas y tribulaciones que sufre un barrendero en su vida diaria, trabajando en una ciudad donde nadie parece enterado de la existencia de las papeleras.

No es que el corto sea malo o menor. En la producción de otro director habría sido una cumbre, pero obviamente no en la obra de Dudok de Wit, que alcanzaría pronto alturas muy diferentes. Sin embargo, como les digo, todo lo que este director sería ya está en germen en este corto, especialmente su instinto especial para descomponer el movimiento en imágenes y, más importante aún, reconstruirlo siguiendo ritmos precisos y únicos. Aquéllos precisamente que sirven para darle significado, resonancia, haciéndolo creíble, mucho más que si hubiera sido filmado o que si hubiera sido dibujado - o reproducido digitalmente - siguiendo a rajatabla y rigurosamente lo que nuestro ojo percibe. De nuevo, llegamos a esa esencia originaria de la animación, la reproducción del movimiento con cualesquiera materiales a nuestra disposición, pero no de cualquier manera, sino atreviéndose a traicionar, manipular y deformar lo visto, si con ello la expresividad aumenta. Ser fieles, siendo traidores, en definitiva.

No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Disfrútenlo aunque sólo sea por su carácter humorístico, que ya es bastante en este mundo desquiciado que nos ha tocado vivir

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