Melios: «Pues, si vosotros corréis un tan gran peligro para no ser desposeídos de vuestro imperio, y también lo afrontan aquellos que y a son esclavos a fin de liberarse, para nosotros que todavía somos libres sería ciertamente una gran vileza y cobardía no recurrir a cualquier medio antes que soportar la esclavitud».
Atenienses: «No, si deliberáis con prudencia; pues no es éste para vosotros un certamen de hombría en igualdad de condiciones, para evitar el deshonor; se trata más bien de una deliberación respecto a vuestra salvación, a fin de que no os resistáis a quienes son mucho más fuertes que vosotros».
Melios: «Pero nosotros sabemos que de las vicisitudes de las guerras a veces resultan suertes más equilibradas de lo que la diferencia entre las fuerzas de las dos partes permitiría esperar. Y para nosotros, ceder significa la desesperanza inmediata, mientras que con la acción todavía subsiste
la esperanza de mantenerse en pie».
Atenienses: «La esperanza, que es un estímulo en el peligro, a quienes recurren a ella desde una situación de superabundancia, aunque llegue a dañarles, no les arruina; pero a aquellos que con ella arriesgan toda su fortuna en una sola jugada (la esperanza es pródiga por naturaleza) les
muestra su verdadera cara en compañía de la ruina, cuando ya no deja ninguna posibilidad de guardarse de ella una vez que se la ha conocido.
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso.
Atenienses: «No, si deliberáis con prudencia; pues no es éste para vosotros un certamen de hombría en igualdad de condiciones, para evitar el deshonor; se trata más bien de una deliberación respecto a vuestra salvación, a fin de que no os resistáis a quienes son mucho más fuertes que vosotros».
Melios: «Pero nosotros sabemos que de las vicisitudes de las guerras a veces resultan suertes más equilibradas de lo que la diferencia entre las fuerzas de las dos partes permitiría esperar. Y para nosotros, ceder significa la desesperanza inmediata, mientras que con la acción todavía subsiste
la esperanza de mantenerse en pie».
Atenienses: «La esperanza, que es un estímulo en el peligro, a quienes recurren a ella desde una situación de superabundancia, aunque llegue a dañarles, no les arruina; pero a aquellos que con ella arriesgan toda su fortuna en una sola jugada (la esperanza es pródiga por naturaleza) les
muestra su verdadera cara en compañía de la ruina, cuando ya no deja ninguna posibilidad de guardarse de ella una vez que se la ha conocido.
Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso.
El llamado diálogo de los Melios y los Atenienses es una de las cumbres de la Historia de la Guerra del Peloponeso. Ilustra a la perfección la inevitable deriva a la que se ve sometido todo imperio y que ya les anunciaba en la entrada anterior. Ésta consiste en que poco a poco las decisiones políticas terminan por ser dirigidas por la facción más dura y radical de esa potencia imperial, de manera que el mundo acaba por ser dividido en amigos y enemigos, sin posibilidad de posiciones neutrales. Estos neutrales son obligados así a posicionarse frente al Imperio, bien eligiendo someterse para terminar convertidos en subditos de la potencia dominante, bien o enfrentarse abiertamente a ella. Una decisión que puede tener consecuencias catastróficas en el caso de que este neutral sea débil o se halle alejado y aislado geográficamente de los enemigos de la potencia dominante.
Hay que subrayar que ese enfrentamiento con la potencia imperial no tiene porque ser explícito. Como muy bien explica Tucidides en este diálogo, basta con ser neutral y pretender continuar siéndolo, manteniéndose al margen de alianzas y guerras, para atraer las iras de un Imperio, cualquiera que éste sea. Esta antipatía será tanto mayor cuanto más cercano esté ese neutral de la zona de influencia de la potencia regional, ya que su sola presencia allí, libre e independiente, es una justificación y una esperanza para cualquiera de los sometidos, que puede así intentar liberarse del yugo opresor de ese imperio. La potencia imperial se ve - o se cree -, por tanto, obligada a aplastar cualquier tipo de resistencia, existente o inexistente, implícita o explicita, real o imaginada, haciéndolo con tanta mayor dureza como declarada sea la oposición, la disidencia, de esos neutrales.
El problema es, por tanto, claro, meridiano, y su solución y consecuencias no mucho menos, generalmente trágicas. Queda justificado así que este pasaje, ilustración de ese destino irremediable, se considere una obra maestra, tanto del análisis y la teoría histórica como de la literatura.
Sin embargo, la primera vez que lo leí no me satisfizo. Echaba algo en falta.