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sábado, 30 de enero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Szymanovski (y XXIII)



Primero, lo personal.

Hacia el año 2012, justo cuando me compré, de una tacada, varios discos del compositor Karel Szymanovski, ocurrió que tuve que hacer un viaje de negocios a su país de nacimiento, Polonia. El lugar en el que estuve es una estación de esquí en los Cárpatos, Zakopane, que además de por ese deporte es también famosa por haber sido el lugar de residencia de este músico en los años previos a su muerte. Allí, en las alturas, al borde de los bosques, se conserva aún su casa, convertida en museo, frente a la que pase sin llegar a entrar. Sin siquiera compartir con mis compañeros polacos la profunda admiración que sentía por ese compositor, alabanza de la que seguramente se habrían sentido muy halagados, dado el profundo amor -  y orgullo - que ese pueblo siente por su nación.

Pero algo me detuvo, más cobardía que timidez. Se trataba de ese miedo insuperable que me impide compartir lo que amo con mis semejantes, temiendo que se rían o que me ataquen por expresar esos sentimientos. Peor aún, que no lleguen a comprenderlos.

Volviendo a Szymanovski, este compositor polaco quedó - y aún continúa -  un tanto en la penumbra. Este olvido no se debe a que sea un músico de segunda fila, sino a dos factores que vistos ahora resultan un tanto secundarios: uno histórico, otro estético. El histórico consiste en que Szymanovski desarrolló su obra en el periodo de entreguerras, coincidiendo con la restauración del estado polaco, y muere antes del estallido de la Segunda Guerra Mundial, en 1937. Esa guerra trajo la ocupación nazi, cuyo último objetivo era el sometimiento y destrucción del pueblo polaco, para luego ser sucedida por el experimento social estalinista, dos regímenes de ideologías opuestas pero que coincidían es su esfuerzo por hacer tabla rasa con el pasado, eliminando y ocultando todo lo que no fuera estrictamente ortodoxo, como ocurría con la música de Szymanoski.

Una música que, por otra parte, podría calificarse equivocadamente como conservadora, incluso de inmovilista, ya que Szymanovki nunca se adhirió a las múltiples vanguardias despertadas por el estallido dodecafónicon de los anos 10 del siglo XX. Esto ya le perjudicó en su tiempo, al comferirle un aire anticuado y local, pero sería aún más dañino una generación más tarde, en tiempos de los más conocidos Penderecki y Lutowlaski, unos autores plenamente integrados en las vanguardias de los 50 y 60. Szymanovki tendría que esperar para ver reivindicada su figura al movimiento de retorno de las últimas décadas del siglo XX, cuando los compositores jóvenes decidieron abandonar el formalismo característico de esa centuria, para poder expresar musicalmente lo que sentían de forma más clara, directa y cercana.

Sin embargo, puede que Szymanovki no sea un compositor vanguardista, pero esto no le impide ser moderno, incluso audaz, alguien a quien el marco de la tonalidad le resulta demasiado estrecho y en cuanto puede se escapa a los ámbitos de la atonalidad. Esa huida sonora torna sus obras en misteriosas y enigmáticas, situándolas en una especie de no man's land musical, de la que no se sabe hallar la salida, ni él como compositor, ni nosotros como oyentes. Por otra parte, mientras se suele esperar de un compositor que evolucione rápidamente hacia las formas mayores de orquesta, como los conciertos y sinfonías, Szymanovski, como su contemporáneo Anton Webern, prefiere seguir el camino contrario, hacia los cuartetos, las sonatas y las canciones, donde logró su mejores resultados, mientras que las sinfonías que compuso, por ejemplo, son pesadas y titubeantes. Demasiado normales, pulidas en demasía.

Este búsqueda de la simplificación orquestal, así como su distanciamiento de la atonalidad son algunos de los factores estéticos que dotan a las obras de Szymanovski de una voz especial - esa ambigüedad a la que hacía referencia antes -, pero no son los únicos que colaboran a ello. Ocurre también que, al igual nuevamente que Webern. las obras de Szymanovki son extremadamente breves y concisas, consecuencia de  un proceso de concentración temática y estética que le separa radicalmente del gigantismo post-romántico.

Suyo es, por tanto, el arte de la miniatura, de la obra mínima - pero no minimalista -  en interpretes y duración, que busca conseguir la intimidad con el oyente, como si se tratase de una conversación entre amigos. Unas obras que siempre terminan antes que nos demos cuenta de que nos ha abandonado, pero que no concluyen de forma abrupta ni repentina, sino que desembocan dulcemente en el silencio, como quién ya ha dicho todo lo que tiene que decir y prefiere guardar silencio, antes que aburrirnos o repetirse.


martes, 26 de enero de 2016

Laberintos sin salida

No sé a qui adreç mon parlament,
perquè és llong temps no em parle ab amor
e dona al món no sent de ma tristor.
Així mateix, jo no n'he sentiment.
 
Ausias March, Cancionero, Canción CXI

No se a quien dirigir mi soliloquio
pues no hablo con Amor desde hace tiempo
y no hay mujer que sufra con mi pena
yo mismo estoy también sin sufrimiento


Es triste, muy triste, que lo primero que se me ocurra al escribir unas notas sobre el excelso poeta que es Ausias March, sean temas políticos

El primero de ellos, por supuesto, es como la cerrazón de los nacionalismos, especialmente el que se llama nacional pero es sólo castellano, ha venido a privarnos de grandes tesoros literarios a los habitantes de esta piel de toro: los de la herencia común de las diferentes lenguas que forman parte, mal que bien, de este país llamado España. Como bien decía Unamuno, cualquier persona nacida en Iberia, debería ser capaz de leer con fluidez sin mucho esfuerzo al menos en otras tres lenguas peninsulares: Portugués, Gallego y Catalán, en el caso de ser de habla castellana. Sin embargo, de nuevo en el caso castellano, no es ya que no tengamos idea alguna de los logros literarios de un país independiente pegado al nuestro, Portugal, pero que parece haber cesado de existir en nuestras muestras, es que ni siguiera nos preocupamos por las literaturas de esas otras lenguas que son tan españolas como la castellana, por mucho que pese a los proponentes del nacionalismo de raíces mesetarias.

sábado, 23 de enero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Berio (y XXII)



En una entrada anterior me atrevía a colgaba al compositor italiano Luciano Berio la etiqueta de postmoderno. Es cierto que la obra de Berio es un continuo mirar al pasado musical de la música clásica - y no tan clásica-  occidental, cuyo amplio catálogo se utiliza como fuente inagotable de citas que son yuxtapuestas con otras citas, para así ser confirmadas o contradichas, sea explícita o implicítamente. En la aplicación de ese modo musical, Berio se hallaría en concordancia con otros músicos contemporáneos de la segunda mitad del siglo XX, como Ligeti o Schnittke, que también evolucionaron de la modernidad al postmodernismo, haciendo suya esa mirada irónica, pesismista, desengañada y desesperanzada que es una de las claves de este movimiento finisecular tan difuso, tan difícil de definir, pero tan fácil de reconocer.

Sin embargo, ninguno de los tres, Berio, Ligeti o Shnittke, responde completamente a esa etiqueta postmoderna ni se deja aprisionar por su aparente amplitud, en realidad angostura. Tras la visión irónica y desencantada de estos compositores hay un profundo conocimiento, acompañado de sincera admiración, por una música del pasado de la que se lamenta el haber dejado de ser una referencia absoluta en el entorno musical actual, bien por distanciamiento entre estos modos y el sentir de las nuevas generaciones, bien por una hiperpopularización que las ha desprovisto de cualquier significado relevante. Su lamento  expresado en música  - no se puede calificar de otra manera - se aproximaría así al de un Bartok en sus cuartetos de cuerda centrales, donde la tradición clásica sólo aparecía en forma de espantajo, patético y terrorífico a partes iguales.

martes, 19 de enero de 2016

Bajo la sombra del postmodernismo (XXII)

España fue una gran sorpresa para Europa. Formada en una visión de España que incorporaba una sucesión de estereotipos negativos - la "leyenda negra" de los siglos XVI y XVII, el país "oriental" de toreros y cigarreras del romanticismo, el país "trágico" de la guerra civil, el tiempo de silencio y la España del subdesarrollo de los años de la dictadura, la España "diferente" del turismo barato de las playas y el sol del Mediterráneo y Andalucía -, Europa se encontraría con una España de comisarios, eurodiputados y eurofuncionarios (economistas, juristas, técnicos, ingenieros, diplomáticos) eficaces y competentes, que apoyaba decididamente el proceso de integración (Acta Única de 1986, Tratado de Maastrich de 1991), que cumplía rigurosamente los criterios para la unión económica y monetaria, que crecía sostenidamente y por encima de la media europea, que cuando le correspondía (1989, 1995, 2002) presidía con acierto y discreción la Unión Europea, y que se movía con absoluta comodidad en todos los foros internacionales (cumbres políticas o económicas, grandes reuniones regionales, congresos mundiales, grandes acontecimientos deportivos, como los Juegos Olímpicos de Barcelona de 1992, un colosal éxito, etc): Europa redescubría a los españoles como "los alemanes del sur".

Juan Pablo Fusi: España y Europa, Tomo XI de la Historia de España Fontana/Villares

Ya les he comentado en otras ocasiones mis reparos al reparto en volúmenes de la Historia de España Fontana/Villares. No se trata únicamente que su enfoque en el estricto sujeto histórico que llamamos España les lleve a descuidar la historia antigua y medieval de la península, ocurre además que dos tomos de los doce están dedicados a lo que se suele conocer como metahistoria, reduciendo aún más el espacio disponible para la narración

No obstante, estos temas meta o extrahistóricos pueden ser muy interesantes, incluso más que el relato de los propios hechos históricos, como verán cuando comente el volumen 12, Las historias de España. En el caso del volumen XI, España y Europa, su interés parecía asegurado, ya que un aspecto de los procesos históricos en la península que se suele dar de lado - en general, en toda historia nacional - es como su devenir se imbrica necesaria y obligatoriamente en el de los países y culturas vecinas, sin que sea posible disociarlo de ellas si se quiere llegar a entenderla plenamente. En el caso de Iberia/Hispania, uno de los grandes hechos históricos en nuestra historia es como una sociedad que en el siglo X era conocida como Al-Ándalus, aparentemente destinada a convertirse en una de las regiones culturales del Islám, como Siria, Irán o Egipto, termina siendo la Iberia cristiana, un conjunto de reinos cristianos claramente occidentales que serían cruciales en la evolución de esta cultura.

No esperen sin embargo, un análisis de este tipo. Tampoco esperen que la narración comience en el siglo XVI describiendo la influencia, para bien y para mal,  del Imperio Español sobre el resto de Europa. El relato comienza en 1808, justo cuando España queda convertida en una potencia de tercer orden en el concierto Europeo, mientras que la historiografía patria se obsesiona con la idea de una España-problema, cuya naturaleza es precisamente la imposibilidad de ser resuelto. Aún así, con estas limitaciones de partida, el libro podría haber sido aún un brillante análisis de ese pesimismo y de los múltiples intentos fallidos por incluir a España en el concierto de las potencias Europeas, en el triple aspecto político, económico y cultural.

Pero no es así, porque le pierde su triunfalismo temerario, indigno de unos historiadores de prestigio.

sábado, 16 de enero de 2016

Compromisos

Andrzej Wróblewski

Si no se tiene cuidado, corre uno el riesgo de perderse alguna de las muchas exposiciones abiertas en Madrid, especialmente aquéllas un poco fuera del circuito habitual. Así ha estado a punto de ocurrirme con la Verso/Reverso, abierta en la sucursal que el MNCARS tiene en la Casa de Vacas del parque del retiro, o con dedicada a Paz Errázuriz en las salas de fotografía de la Fundación Mapfre.

Verso/Reverso está dedicada al doblemente malogrado pintor polaco Andrzej Wróblenski. Por una parte, su obra se reduce a apenas una década de trabajo, de 1945 a 1957, hasta su muerte en un accidente de alpinismo en los Cárpatos. Por otra, esa década coincide con la de mayor dureza del régimen comunista en Polonia, entre 1948 y la muerte de Stalin en 1953. Su trayectoria artística se ve escindida así por un largo periodo de sometimiento político y estético a las consignas del realismo socialista, tiempo en que la que la creatividad de Wróblenksi quedó amordazáda y casi esterilizada. Un sometimiento que, no se olvide, se debió tanto a la (re)presión conformativa ideológica del sistema estalinista, como por los esfuerzos del artista por cumplir con la nueva fe comunista que había abrazado.

jueves, 14 de enero de 2016

Cultura popular

Cleopatra, Lavinia Fontana

La Fundación  Canal tiene predilección por las macroexposiciones, que, como pueden imaginar, unas veces les salen bien, otras mal. Un ejemplo de mala exposición fue la reciente La Ruta de Cortés, casi una exculpación de la conquista española y loa de los beneficios que esta trajo a los bárbaros de las Américas, como si aún estuviéramos en ciertos tiempos pasados de exaltación imperial. Curiosamente, las buenas suelen ser siempre las relacionadas con la arqueología y la historia antigua, donde esta institución ha brillado en la difusión de culturas y periodos poco conocidos para el gran público, además de ponerlos en relación con nuestro presente.

Tal es el caso de la exposición Cleopatra y la fascinación por Egipto que se puede visitar en sus salas desde finales del año pasado.

sábado, 9 de enero de 2016

Bajo la sombra del postmodernismo (XXI)

El gobierno de 1965 ha sido considerado como el de la consolidación del ascenso político de los tecnócratas, haciendo evidente que el propio gobierno, en su conjunto, y pese a las reticencias de Solís y Fraga, asumía plenamente el discurso político tecnocrático. Este fue el gran momento de la divulgación, como si de una doctrina se tratara, del mensaje que ponía todo el énfasis en defender que la consolidación del régimen franquista se lograría gracias al desarrollo económico, las modernización de la producción y la racionalización de la Administración pública. Y que la prosperidad y el bienestar crearían un consenso social tan alto, que el régimen no necesitaría de votaciones para legitimarse. El discurso sobre la "legitimidad de ejercicio" completaba y enriquecía el de la "legitimidad de origen". La política de realizaciones se presentaba como la más clara alternativa a las propuestas de participación política. En 1967, Gonzalo Fernández de la Mora, que sería ministro en  la década siguiente, rechazó claramente la prioridad de las ideologías en  el opúsculo El estado de las obras: " los regímenes se miden por su eficacia objetiva y sus fines fundamentales son: el mantenimiento del orden, la elevación de la renta nacional y la justa distribución de los bienes". El propio López Rodó llego a declarar que España se democratizaría a semejanza de los países europeos occidentales cuando su sociedad fuera madura, desarrollada y alcanzase los 1500 dólares de capital.

Borja de Riquer, La dictadura de Franco, Tomo X de la Historia de España Fontana/Villares.

El gran defecto del volumen de la historia de España de John Lynch escrito por Javier Tusell y dedicado al franquismo, no era otro que su objetividad daba en ocasiones la impresión de disculpar, cuando no justificar, a ese régimen, sobre todo en sus décadas finales. Esa condescendencia se corrige en el tomo homólogo de la historia de España Fontana/Villares, escrito por Borja de Riquer, en donde queda bien a las claras el carácter criminal y opresor del franquismo en toda su historia, a pesar de sus transformaciones, reformas y "aperturas" cara a la galería. También es uno de los análisis más completos que se han escrito hasta ahora sobre esas cuatro décadas - son casi 800 páginas - y si  no llega a ser el mejor, es por la multitud de erratas ortográficas y gramaticales que lo pueblan... sin que se llegue a comprender muy bien como las necesarias revisiones editoriales no eliminaron la mayor parte de ellas.

No obstante, esto queda compensado por el esfuerzo del libro en plantear una serie de problemas básicos que afectan al estudio de ese régimen, proponiendo lo que en mi opinión serían las respuestas correctas y que les resumo a continuación


miércoles, 6 de enero de 2016

La noche de los tiempos

Calco de las pinturas rupestres de la cueva de la vieja
Perdida en el panorama expositivo madrileño hay una muestra que, me temo, pasará sin pena ni gloria, pero que es esencial para todo amante de la arqueología y de la prehistoria, como es mi caso. Se trata de la exposición Arte y Naturaleza en la Prehistoria, abierta en el Museo de Ciencias Naturales, que recoge los calcos que a principios del siglo XX la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas realizó del patrimonio de pintura rupestre español. Unas copias que en algunos casos tienen una importancia capital. ya que los originales han sido destruidos, han desaparecido o se han deteriorado sin remedio en el siglo que media desde la creación de estos calcos.

Cuando se habla de pintura rupestre lo primero que se piensa es en Altamira, como ejemplo del arte paleolítico de la cornisa cantábrica, repartido entre Francia y España. No es para menos, ya que el fulgor de ese arte tan temprano deslumbró a sus descubridores por la perfección y expresividad en la representación de los animales. Esa exactitud parecía más bien propia de épocas más tardías, de sociedades y culturas más evolucionadas, y por tanto fuera de lugar en el contexto de un hombre aún salvaje y primitivo. Llevó mucho tiempo y mucha controversia, además de varios descubrimientos capitales, aceptar que ese bagaje intelectual y estético, la capacidad de representar con precisión el mundo que nos rodea, era una de las características del Homo Sapiens casi desde su origen.

domingo, 3 de enero de 2016

Paisajes Musicales Inexplorados: Toch (y XXI)



Ya les he hablado de los muchos descubrimientos que me ha deparado el canal de Youtube The Wellesz Company, así de como me ha ayudado a reevaluar la música del siglo XX. Mejor dicho, a explorar en una amplitud y profundidad que no esperaba hacerlo, ya que desde que me aficione a la música clásica/culta, allá por 1981, siempre tuve gran interés por adentrarme en esos terrenos de la música asonante y disonante, tan propios del siglo XX, hasta llegar a comprenderlos y amarlos. El resultado de este descubrimiento casual ha sido que me he topado con algunos músicos de primerísima fila que desconocía hasta ahora, caso de Alfred Schnittke, al mismo tiempo que he ampliado mi visión y conocimiento de épocas que en mi memoria y en los manuales,quedaban reducidas a un par de luminarias, caso de la Escuela de Viena y Schönberg, Berg y Webern.

Ernst Toch pertenece a esa pléyade de músicos que se concentraron en Viena entre la muerte de Gustav Mahler y el Anschluss Hitleriano que termino con la vanguardia artística en esas tierras. En ese tiempo, como sabrán, Schönberg parió el dodecafonismo, revolución musical que al final se reveló callejón sin salida, especialmente una vez transformado en serialismo integral, pero que fue y continua siendo referencia esencial en la historia de la música occidental, puesto que ya no es posible volver al mundo tonal, a esa pureza e inocencia clásica y romántica, a menos que se cite explícitamente para luego traicionarla y violentarla.