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martes, 26 de enero de 2016

Laberintos sin salida

No sé a qui adreç mon parlament,
perquè és llong temps no em parle ab amor
e dona al món no sent de ma tristor.
Així mateix, jo no n'he sentiment.
 
Ausias March, Cancionero, Canción CXI

No se a quien dirigir mi soliloquio
pues no hablo con Amor desde hace tiempo
y no hay mujer que sufra con mi pena
yo mismo estoy también sin sufrimiento


Es triste, muy triste, que lo primero que se me ocurra al escribir unas notas sobre el excelso poeta que es Ausias March, sean temas políticos

El primero de ellos, por supuesto, es como la cerrazón de los nacionalismos, especialmente el que se llama nacional pero es sólo castellano, ha venido a privarnos de grandes tesoros literarios a los habitantes de esta piel de toro: los de la herencia común de las diferentes lenguas que forman parte, mal que bien, de este país llamado España. Como bien decía Unamuno, cualquier persona nacida en Iberia, debería ser capaz de leer con fluidez sin mucho esfuerzo al menos en otras tres lenguas peninsulares: Portugués, Gallego y Catalán, en el caso de ser de habla castellana. Sin embargo, de nuevo en el caso castellano, no es ya que no tengamos idea alguna de los logros literarios de un país independiente pegado al nuestro, Portugal, pero que parece haber cesado de existir en nuestras muestras, es que ni siguiera nos preocupamos por las literaturas de esas otras lenguas que son tan españolas como la castellana, por mucho que pese a los proponentes del nacionalismo de raíces mesetarias.


Por otra parte, tenemos esa curiosa e incomprensible refriega política entre un nacionalismo catalán empeñado, podría pensarse, en recrear el dominio medieval aragonés sobre el Mediterráneo, y una Valencia dominada hasta ayer mismo por una sección de la derecha mesetaria, que no ve con demasiados buenos ojos el pasar de estar subordinada a Madrid para ser una dependencia de Barcelona. Ese resquemor ha dado lugar a varios tumores culturales, a cada cual más absurdo, como ha sido la teorización de una lengua valenciana directamente surgida del mozárabe penínsular, completamente independiente, por tanto, de la lengua catalana surgida en el Norte. Un disparate que, no obstante, no es tan extraño, pues hubo quienes propusieron que el castellano no provenía del Latín, sino del Íbero, de forma que cualquier semejanza con la lengua latina no era más que coincidencia.

El problema, por supuesto,  es que con todas estas luchas, cabezonerías y cegueras, los más - o los pocos - nos quedamos sin disfrutar de un poeta único y absoluto, como es March, mientras que se le pretende hacer depositario, bandera y representante de ideas que no existían, ni tenían importancia en su tiempo. Porque March fue profundamente admirado por sus contemporáneos literarios castellanos, a los que poco les importaba la lengua en qué estuviera escrita la belleza, mientras que a él jamás se le hubiera ocurrido pensar que hablaba en una lengua que no fuera catalán, por mucho que su patria chica fuera Valencia.

Qui no és trist, de mos dictats no cur,
o'n algun temps que sia trist estat,
e lo qui és de mals passionat,
per fer-se trist no cerque loch escur;
lija mos dits mostrans pensa torbada,
sens algun'art, exits d'om fora seny,
e la rahó qu'en tal dolor m'empeny
Amor ho sab, qui n'és causa estada.


Canción XXXIX

Quien no esté triste, quien no lo haya estado
nunca, que no se ocupe de mis versos;
y aquel a quien los males atormenten
no busque obscuridad para estar triste:
lea mis turbadísimos escritos,
hijos sin arte de un desatinado,
y la razón que a tal dolor me empuja
la sabe Amor, que ha sido su causante


Pero basta ya de hablar de política. Lo que interesa es hablar de poesía. Y el caso de March es el de un poeta excelso, pero que no es una curiosidad o una antigualla, sino una voz que aún hoy emociona, que nos es muy próxima, al menos para mí.

Esa proximidad de la voz de March se debe, en cierta parte, a un aire de familia de la poesía protorenacentista y renacentista. Una lírica casi exclusivamente amorosa y que gira alrededor de un único tema, representando en dos formas: el amor malogrado, bien porque fue perdido para siempre, bien porque nunca será alcanzado. No son ideas nuevas, ambas pertenecen a la tradición de la poesía occidental desde tiempos de los trovadores, pero si en estos la expresión de los sentimientos amorosos quedaba fuertemente ligada a un modelo prefijado que podía, o no, corresponder a la realidad del poeta, en March y los poetas renacentistas empieza a surgir, a conformarse, un modo que se puede llamar moderno: el poema es expresión de la subjetividad, de la realidad particular del lírico, al mismo tiempo que deriva fácilmente en una exasperación casi romántica.

Esas dos características, expresión personal y pasión atormentada, son prominentes en March, distintas a las de los poetas anteriores, incluso en un Petrarca, donde los extremos a los que llega el valenciano no sólo son infrecuentes, sino que directamente son impensables. March, por el contrario, se debate entre sus aspiraciones a un amor puro, el ideal y su religión, y las necesidades imperiosas que le impone su carnalidad. Unas urgencias que le llevan a amar cuantas mujeres pueda, sin término, ni medida, en una amor que se define, que sólo puede concebirse y definirse, por su consumación física.

Amor que, por tanto, no es paz ni reposo, sino lucha, combate, fuego y hoguera, dolor y abatimiento, características que llevan a que March lo repudie y lo denuncie -  y a las mujeres con él - con todas sus fuerzas, sólo para caer de nuevo en él, en su gozo y su frenesí, al momento siguiente. Un torbellino que le lleva incluso a la más inspirada, alada  y apasionada blasfemia, en la que los textos y las promesas bíblicas son modificadas para que sirvan ahora al amor humano - como si nunca hubieran sido concebidas y redactadas para otro propósito - mientras que Dios, ese Dios en el que March creía con todas sus fuerzas y toda su mente, queda temporalmente abolido.

Ante un amor victorioso, que todo y a todos vence, frente al que nadie, en el cielo o en la tierra, puede igualarse.


Si amat só, festa·n deu ésser colta,
car en lo món un cors serà guanyat:
axí lo cel fa gran solempnitat
com de l'infern un·arma·n pot ser tolta.
Los cantadors ab melodia canten,
los trobadors a fer dictats acuyten,
los aldeans salten, córreguen, luyten,
 
los amadors d'amar bé no s'espanten.
Canción XV 
Si soy amado, quiero una gran fiesta
pues en el mundo un cuerpo será salvo
así celebra el cielo con gran fasto
cuando un alma se salva del infierno
Canten sus melodías los cantares
los poetas acudan con sus versos
los aldeanos salten, corran, luchen
y al bien amar no teman los amantes


 





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