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domingo, 31 de mayo de 2015
jueves, 28 de mayo de 2015
Posibilidades Imposibles
El genio de primera clase no participa de este modo en los trabajos del espíritu. No hay que buscarlo en la primera fila de excavadores, él no da un paso para adelantarse. Su pensamiento está, simplemente, en otra parte. Si postula una forma diferente de las matemáticas o de la sistemática, sea de la filosofía o de las ciencias naturales, su punto de vista no se parece en nada a los que imperan ¡ni en el más mínimo detalle! Si no lo distingue y reconoce la primera o segunda generación, luego ya será demasiado tarde. La corriente de la labor espiritual de los hombres habrá labrado entretanto su lecho, habrá seguido su derrotero: el paso de los siglos va aumentando el hiato entre su caudal y el pensamiento solitario del genio. Las preposiciones que no han sido reconocidas ni oídas habrían podido cambiar el curso de los fenómenos artísticos, científicos e históricos del mundo, pero, al no saber apreciarlas, la humanidad perdió algo más que una individualidad peculiar con su bagaje espiritual. Lo que se malogró fue la oportunidad de dar a la vida un sentido diferente del que ahora posee. Y ya no hay modo de remediarlo.
Stanislaw Lem, Vacío Perfecto
Los caminos que me han llevado a Lem, escritor por el que cada día tengo más admiración, son especialmente tortuosos.
El más obvio, al menos para un cinéfilo, es el que lleva de Solaris, la película de Tarkovski, a Solaris, la novela de Lem. Ambas obras maestras en sus respectivos medios, ambas con mucho y muy distinto que decir, de manera que la misma excusa argumental sirve para dar arranque a concepciones vitales casi contrapuestas: la de Tarkovski, mística y transcendente, la de Lem, pesimista y esceptica.
Sin entrar todavía en analizar esos rasgos, les debo decir que ahí se termino mi relación lectora con Lem. Acabada de leer su supuesta obra maestra, confirmada su naturaleza de primer nombre de la Ciencia ficción, enseguida lo arrumbe, le puse la etiqueta (des)calificatoria correspondiente, lo guarde en su cajita de género y procedí a olvidarlo enseguida, para dedicar mi precioso tiempo a cosas más importantes, más nobles y más necesarias.
Hasta que hace unas semanas, una casualidad afortunada me ha vuelto a llevar a él. Y esta vez, me temo, para buscar y disfrutar más libros de los suyos.
Stanislaw Lem, Vacío Perfecto
Los caminos que me han llevado a Lem, escritor por el que cada día tengo más admiración, son especialmente tortuosos.
El más obvio, al menos para un cinéfilo, es el que lleva de Solaris, la película de Tarkovski, a Solaris, la novela de Lem. Ambas obras maestras en sus respectivos medios, ambas con mucho y muy distinto que decir, de manera que la misma excusa argumental sirve para dar arranque a concepciones vitales casi contrapuestas: la de Tarkovski, mística y transcendente, la de Lem, pesimista y esceptica.
Sin entrar todavía en analizar esos rasgos, les debo decir que ahí se termino mi relación lectora con Lem. Acabada de leer su supuesta obra maestra, confirmada su naturaleza de primer nombre de la Ciencia ficción, enseguida lo arrumbe, le puse la etiqueta (des)calificatoria correspondiente, lo guarde en su cajita de género y procedí a olvidarlo enseguida, para dedicar mi precioso tiempo a cosas más importantes, más nobles y más necesarias.
Hasta que hace unas semanas, una casualidad afortunada me ha vuelto a llevar a él. Y esta vez, me temo, para buscar y disfrutar más libros de los suyos.
martes, 26 de mayo de 2015
domingo, 24 de mayo de 2015
sábado, 23 de mayo de 2015
Mostrando el pasado (IV): Problemas, limitaciones y ausencias
Urna cineraria romana de vidrio |
La importancia de la colección del MAN dedicada a ese periodo es en gran parte debida a los propios romanos. Como buen imperio que fue capaz de organizar a su gusto los recursos de la cuenca mediterránea durante cuatro largos siglos, Roma proyecto su cultura y sus productos hasta los más remotos rincones de su área de influencia .. y mucho más allá de sus fronteras, hasta la lejana escandinavia, las estepas rusas e incluso la India. Además, esta uniformización/romanizacion se realizó a escala industrial, de manera que los productos romanos eran fabricados en serie en los talleres del imperio, sin quedar limitados a las clases más poderosas, sino abarcando, en mayor o menor medida, a todas las clases sociales, del patricio afincado en Roma al siervo en los confines del Imperio, en cuyas casas podía encontrarse la misma vajilla de uso cotidiano.
jueves, 21 de mayo de 2015
martes, 19 de mayo de 2015
Recuerdos
Como en una intuición, más que en una percepción, por primera vez en su vida adivinó la hermosura de todo aquello que sus ojos contemplaban. Y con la visión de esa hermosura oculta se deslizaba agudamente en su alma, clavándose en ella, un sentimiento de soledad hasta entonces para él desconocido.
El peso del tesoro que la naturaleza le confiaba era demasiado para su sólo espíritu aún infantil, porque aquella riqueza parecía infundir en él una responsabilidad y un deber, y le asaltó el deseo de aliviarla con la comunicación de los otros. Mas luego un pudor extraño le retuvo, sellando sus labios, como si el precio de aquel don fuera la melancolía y aislamiento que lo acompañaban, condenándole a gozar y a sufrir en silencio la amarga y divina embriaguez, incomunicable e inefable, que ahogaba su pecho y nublaba sus ojos de lágrimas.
Belleza Oculta, Ocnos, Luis Cernuda
Les hablaba, hace unas cuantas entradas, de mi admiración por la poesía de Cernuda, ya desde tiempos de mi adolescencia, cuando me encontré con su obra durante las clases escolares de literatura. No les oculte tampoco que mis preferencias se centran en sus dos libros tempranos, Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido, de los que me arrebataba el torbellino de ideas y palabras, de pasiones y sentimientos, de surrealismo tránsido de significado, que había causado su creación y regido su forma definitiva.
La poesía posterior de Cernuda se apartó de ese modelo juvenil, para aquietarse y serenarse, volviéndose clásica, aunque sin recurrir a las formas clásicas. Así, en su nuevo modo, logró continuar siendo moderno, pero sin muchos de los aspavientos de la vanguardia. Ese cambio formal es comprensible, ya que las cumbres de aquellos dos poemarios difícilmente podían volver a ser alcanzadas. De hecho, el propio Cernuda llegó a repudiar en cierta medida aquellos dos libros, al considerarlos un ejercicio de exhibicionismo sentimental, indigno de lo que él pretendía con su poesía.
Independientemente de esta consideración, lo cierto es que, comparada con aquellas dos tempestades en verso, la obra posterior de Cernuda pierde un tanto. Sigue habiendo poemas definitivos, relámpagos en cielo sereno - nunca mejor dicho - pero la mayoría de su versos tienen un carácter de normal, de familiar, que contrasta fuertemente con su poesía anterior. Esos dos libros primeros quedan así constituidos como excepción, quiebro y desvío, impidiendo con su singularidad que podamos juzgar correctamente al Cernuda de todos los días posteriores, ese poeta que se sobrevivió a sí mismo - y a la guerra y al exilio - y continuó escribiendo durante muchas décadas más.
Y luego esta Ocnos, la otra excepción en su obra.
El peso del tesoro que la naturaleza le confiaba era demasiado para su sólo espíritu aún infantil, porque aquella riqueza parecía infundir en él una responsabilidad y un deber, y le asaltó el deseo de aliviarla con la comunicación de los otros. Mas luego un pudor extraño le retuvo, sellando sus labios, como si el precio de aquel don fuera la melancolía y aislamiento que lo acompañaban, condenándole a gozar y a sufrir en silencio la amarga y divina embriaguez, incomunicable e inefable, que ahogaba su pecho y nublaba sus ojos de lágrimas.
Belleza Oculta, Ocnos, Luis Cernuda
Les hablaba, hace unas cuantas entradas, de mi admiración por la poesía de Cernuda, ya desde tiempos de mi adolescencia, cuando me encontré con su obra durante las clases escolares de literatura. No les oculte tampoco que mis preferencias se centran en sus dos libros tempranos, Los placeres prohibidos y Donde habite el olvido, de los que me arrebataba el torbellino de ideas y palabras, de pasiones y sentimientos, de surrealismo tránsido de significado, que había causado su creación y regido su forma definitiva.
La poesía posterior de Cernuda se apartó de ese modelo juvenil, para aquietarse y serenarse, volviéndose clásica, aunque sin recurrir a las formas clásicas. Así, en su nuevo modo, logró continuar siendo moderno, pero sin muchos de los aspavientos de la vanguardia. Ese cambio formal es comprensible, ya que las cumbres de aquellos dos poemarios difícilmente podían volver a ser alcanzadas. De hecho, el propio Cernuda llegó a repudiar en cierta medida aquellos dos libros, al considerarlos un ejercicio de exhibicionismo sentimental, indigno de lo que él pretendía con su poesía.
Independientemente de esta consideración, lo cierto es que, comparada con aquellas dos tempestades en verso, la obra posterior de Cernuda pierde un tanto. Sigue habiendo poemas definitivos, relámpagos en cielo sereno - nunca mejor dicho - pero la mayoría de su versos tienen un carácter de normal, de familiar, que contrasta fuertemente con su poesía anterior. Esos dos libros primeros quedan así constituidos como excepción, quiebro y desvío, impidiendo con su singularidad que podamos juzgar correctamente al Cernuda de todos los días posteriores, ese poeta que se sobrevivió a sí mismo - y a la guerra y al exilio - y continuó escribiendo durante muchas décadas más.
Y luego esta Ocnos, la otra excepción en su obra.
domingo, 17 de mayo de 2015
sábado, 16 de mayo de 2015
Mostrando el Pasado (III): Problemas, limitaciones y ausencias
Bronces de Azaila, siglo II a.C. |
Siguiendo con mi revisión del nuevo montaje del Museo Arqueológico Nacional (MAN) he llegado hoy a lo que son las dos áreas estrellas de la colección del museo: la Protohistoria de la península y la Hispania Romana. Ambas se caracterizan por una inmensa cantidad de hallazgos de primerísima calidad, en contraste con la Prehistoria que les antecede y los tiempos medievales que les siguen. Sin embargo, ambas épicas se distinguen claramente en el sentido y la interpretación que se les ha dado tradicionalmente.
Obviamente, en el caso de la conquista romana, el acento se halla en que en gran medida seguimos siendo ciudadanos romanos, herederos de una lengua, el Latín, y de unas ideas que aún impregnan nuestra vida cotidiana... con todas las reservas que quieran dársele a esto, ya que, al fin y al cabo, ni continuamos adorando a Zeus, ni nos entrenamos en la palestra. En el caso de la protohistoria o la Hispania/Iberia prerromana, nuestra fijación por ese tiempo se debe a que por primera vez tenemos fuentes literarias que hacen referencia a la península y, en cierta manera, se puede reconstruir una historia de la península desde la fecha mágica del 1000 a.C.
jueves, 14 de mayo de 2015
martes, 12 de mayo de 2015
En Círculos (y VII)
So sehr sie seit Wochen jeder Tag darauf vorbereitet hatte, fürchteten sie in diese Sekunde, den Verstand verloren zu haben. Aber es war alles klar in ihnen. Keine Vision. Eher eine übermäßige Klarheit. Und dort schienen sie nicht nur der Verstand, sonder alle ihr Vermögen verloren und abgelegt zu haben; es regte sich keine Gedanke in ihnen, sie konnten keinen Vorsatz fassen, alle Worte waren weithin zurückgewichen, der Wille leblos; - alles, was sich im Menschen bewegt, war reglos eingerollt wie Blätter in glühender Windstille. Aber es lastete diese todähnliche Ohnmacht nicht auf Ihnen, sonder das war, als ob sich eine Grabplatte von ihnen weggewälzt hatte. Was sich hören ließ in der Nacht, schluchzte ohne Laut und Maß, was sie anblickten, war formlos und weiselos und hatte doch alle Formen und Weisen freudenreiche Lust in sich. Es war eigentlich wundersam einfach: Mit den begrenzenden Kräften hatten sich alle Grenzen verloren. und da sie keinerlei Scheidung mehr spürten, weder in sich, noch von den Dingen, waren sie eins geworden.
Robert Musil, Die Reise in Paradies (el viaje al paraíso) de los esbozos para la continuación de Der Mann Ohne Eigenschaften (El Hombre sin Atributos).
A pesar de cuanto se habían preparado para ello cada día desde hace semanas, en esos segundos temían perder la razón. Pero todo estaba claro. Ninguna visión. Sólo una abrumadora claridad. Y allí parecían perder no sólo la razón, sino haber abdicado de toda capacidad; ningún pensamiento se agitaba en su interior, no podían tomar decisión alguna, todas las palabras se hallaban perdidas en la lejanía, la voluntad inanimada; todo, lo que se mueve en un ser humano, permanecía inmóvil, como hojas embutidas en la ardiente calma. Pero esta inconsciencia semejante a la muerte no les pesaba, como si una lápida hubiera sido removida de encima de ellos. Lo que oían, quedaba en la noche, suspiraba sin sonido y medida, lo que miraban, era informe y sin modo, y tenía, no obstante, en sí todas las formas y modos del placer rebosante de alegría. Era propia y sencillamente maravilloso: Con sus fuerzas limitadas habían rebasado todos los límites, y allí ya no sentían más separación, ni en sí, ni de las cosas, que se habían tornado una sola.
Sigo, como pueden ver, con mi exploración de los borradores y esbozos de la continuación de Der Mann Ohne Eigenschaften (El hombre sin atributos) que Musil dejó inacabados a su muerte. Los hay de esos mismos días que la precedieron, mientras que otros provienen de fases tempranas de la composición de la novela, antes de que ésta fuera publicada, antes incluso de que los nombres de los personajes, al menos el del protagonista principal, fueran completamente decididos. El mayor problema con todo ese material, como podrán sospechar, es que es casi imposible averiguar las intenciones del escritor, saber si tal fragmento se conservaría o no en la versión final, o si simplemente se mantenía para uso interno, como recuerdo, como aviso, como indicación, de los otros muchos caminos, senderos, vericuetos y laberintos por los que podía haberse aventurado la novela.
Lo que no evita que entre ellos se encuentren algunas de las páginas más inspiradas, hermosas y arrebatadoras, de Musil. Como este Die Reise in Paradies (El Viaje en Paradies), en el que se concluía, en parte, la aventura/encrucijada incestuosa y al mismo tiempo, mística, transcendente y liberadora, de los hermanos Agathe y Ulrich, por entonces aún llamado Anders.
Robert Musil, Die Reise in Paradies (el viaje al paraíso) de los esbozos para la continuación de Der Mann Ohne Eigenschaften (El Hombre sin Atributos).
A pesar de cuanto se habían preparado para ello cada día desde hace semanas, en esos segundos temían perder la razón. Pero todo estaba claro. Ninguna visión. Sólo una abrumadora claridad. Y allí parecían perder no sólo la razón, sino haber abdicado de toda capacidad; ningún pensamiento se agitaba en su interior, no podían tomar decisión alguna, todas las palabras se hallaban perdidas en la lejanía, la voluntad inanimada; todo, lo que se mueve en un ser humano, permanecía inmóvil, como hojas embutidas en la ardiente calma. Pero esta inconsciencia semejante a la muerte no les pesaba, como si una lápida hubiera sido removida de encima de ellos. Lo que oían, quedaba en la noche, suspiraba sin sonido y medida, lo que miraban, era informe y sin modo, y tenía, no obstante, en sí todas las formas y modos del placer rebosante de alegría. Era propia y sencillamente maravilloso: Con sus fuerzas limitadas habían rebasado todos los límites, y allí ya no sentían más separación, ni en sí, ni de las cosas, que se habían tornado una sola.
Sigo, como pueden ver, con mi exploración de los borradores y esbozos de la continuación de Der Mann Ohne Eigenschaften (El hombre sin atributos) que Musil dejó inacabados a su muerte. Los hay de esos mismos días que la precedieron, mientras que otros provienen de fases tempranas de la composición de la novela, antes de que ésta fuera publicada, antes incluso de que los nombres de los personajes, al menos el del protagonista principal, fueran completamente decididos. El mayor problema con todo ese material, como podrán sospechar, es que es casi imposible averiguar las intenciones del escritor, saber si tal fragmento se conservaría o no en la versión final, o si simplemente se mantenía para uso interno, como recuerdo, como aviso, como indicación, de los otros muchos caminos, senderos, vericuetos y laberintos por los que podía haberse aventurado la novela.
Lo que no evita que entre ellos se encuentren algunas de las páginas más inspiradas, hermosas y arrebatadoras, de Musil. Como este Die Reise in Paradies (El Viaje en Paradies), en el que se concluía, en parte, la aventura/encrucijada incestuosa y al mismo tiempo, mística, transcendente y liberadora, de los hermanos Agathe y Ulrich, por entonces aún llamado Anders.
domingo, 10 de mayo de 2015
sábado, 9 de mayo de 2015
Mostrando el Pasado (II): Problemas, limitaciones y ausencias
Idolo Oculado, Calcolítico, Tercer Milenio AC |
Hace ya casi un año que comencé esta serie de entradas dedicadas a la renovación del Museo Arqueológico Nacional (MAN)... y su continuación ha tenido que esperar a que encontrase un hueco largo en el programa expositivo madrileño, para poder así volver a visitarlo y estudiarlo en varias veces.
Ya les comenté entonces que la reforma del MAN ha sido al mismo tiempo magnífica y frustante. Magnífica porque una actualización metodológica era cada día más necesaria, ya que la colección anterior aún se regía por los dogmas de la arqueología cultural. Frustrante porque muchas piezas que uno recordaba han desaparecido - o están mal expuestas -, bien debido a un loable propósito de no apabullar al visitante, bien porque ciertas instituciones autónicas y regionales se han negado a devolver los préstamos realizados durante el cierre del museo - caso de los arcos de la Alfajeria de Zaragoza, bien por simple metedura de pata de los conservadores del MAN
jueves, 7 de mayo de 2015
martes, 5 de mayo de 2015
Soledad, fiel compañera
Para unos vivir es pisar cristales con los pies desnudos; para otros vivir es mirar el sol frente a frente.
La playa cuenta días y horas por cada niño que muere. Una flor se abre, una torre se hunde.
Todo es igual. Tendí mi brazo; no llovía. Pisé cristales; no había sol. Miré la luna; no había playa.
Qué más da. Tu destino es mirar las torres que levantan, las flores que abren, los niños que mueren; aparte, como naipe cuya baraja se ha perdido.
Luis Cernuda, Los Placeres Prohibidos
En este año (o años) que estoy dedicando a leer sólo poesía, estoy aprovechando para reencontrarme con varios de mis escritores favoritos. Algunos ya han pasado por estos anotaciones, caso de Walt Whitman o Emily Dickinson en lengua inglesa, César Vallejo en la castellana. Ahora ha llegado el turno de otro, de ésos de cuya palabra me enamoré en mi juventud y cuyo recuerdo me sigue acompañando a medida que envejezco, aunque cada relectura viene acompañada de ilusión y miedo. Ilusión por volver a disfrutar de sus versos, miedo por encontrar que en el tiempo transcurrido, en el camino recorrido, se me ha perdido esa sensibilidad especial que es necesaria para apreciarles.
El poeta del que les hablo es Luis Cernuda, uno de nuestros grandes del veintisiete, poeta por cuyos versos siento una afinidad especial, casi como si hubieran sido escritos por mi y para mí, especialmente en sus obras primeras, las escritas antes de sus múltiples exilios, todos ellos definitivos y sin término, excepto el de la muerte. Por supuesto, al hablar de Cernuda es un lugar común citar su identidad sexual, cómo esa homosexualidad le llevó a considerarse una excepción, cuando no un excluido. Un aislamiento y una soledad cuya experiencia cotidiana dotan de un hondo sentimiento de desesperación a sus versos, cercano al torbellino y al remolino, sin escape ni salvación posible.
Sin embargo, esa orientación sexual, que una y otra vez se trasluce en sus verso, cuando no se muestra clara y meridiana, rutilante y solar, cegadora y gozosa, no es una cárcel que encierre a Cernuda en un espacio angosto y asfixiante, reservado para unos pocos correligionarios, esos que hoy etiquetaríamos como LGBT. No, el milagro de Cernuda es que su sentimiento se vuelve universal, por muy distinto que el objeto o los objetos de su pasión sean de los nuestros. En realidad, su tribu es otra (mejor dicho, es también otra) lo que permite que en él, en sus palabras, muchos nos reconozcamos, encontremos quien siente igual que nosotros, sintamos, por un breve instante, que no estamos sólos, que alguien, en alguna parte, en cierta medida, podría comprendernos.
La playa cuenta días y horas por cada niño que muere. Una flor se abre, una torre se hunde.
Todo es igual. Tendí mi brazo; no llovía. Pisé cristales; no había sol. Miré la luna; no había playa.
Qué más da. Tu destino es mirar las torres que levantan, las flores que abren, los niños que mueren; aparte, como naipe cuya baraja se ha perdido.
Luis Cernuda, Los Placeres Prohibidos
En este año (o años) que estoy dedicando a leer sólo poesía, estoy aprovechando para reencontrarme con varios de mis escritores favoritos. Algunos ya han pasado por estos anotaciones, caso de Walt Whitman o Emily Dickinson en lengua inglesa, César Vallejo en la castellana. Ahora ha llegado el turno de otro, de ésos de cuya palabra me enamoré en mi juventud y cuyo recuerdo me sigue acompañando a medida que envejezco, aunque cada relectura viene acompañada de ilusión y miedo. Ilusión por volver a disfrutar de sus versos, miedo por encontrar que en el tiempo transcurrido, en el camino recorrido, se me ha perdido esa sensibilidad especial que es necesaria para apreciarles.
El poeta del que les hablo es Luis Cernuda, uno de nuestros grandes del veintisiete, poeta por cuyos versos siento una afinidad especial, casi como si hubieran sido escritos por mi y para mí, especialmente en sus obras primeras, las escritas antes de sus múltiples exilios, todos ellos definitivos y sin término, excepto el de la muerte. Por supuesto, al hablar de Cernuda es un lugar común citar su identidad sexual, cómo esa homosexualidad le llevó a considerarse una excepción, cuando no un excluido. Un aislamiento y una soledad cuya experiencia cotidiana dotan de un hondo sentimiento de desesperación a sus versos, cercano al torbellino y al remolino, sin escape ni salvación posible.
Sin embargo, esa orientación sexual, que una y otra vez se trasluce en sus verso, cuando no se muestra clara y meridiana, rutilante y solar, cegadora y gozosa, no es una cárcel que encierre a Cernuda en un espacio angosto y asfixiante, reservado para unos pocos correligionarios, esos que hoy etiquetaríamos como LGBT. No, el milagro de Cernuda es que su sentimiento se vuelve universal, por muy distinto que el objeto o los objetos de su pasión sean de los nuestros. En realidad, su tribu es otra (mejor dicho, es también otra) lo que permite que en él, en sus palabras, muchos nos reconozcamos, encontremos quien siente igual que nosotros, sintamos, por un breve instante, que no estamos sólos, que alguien, en alguna parte, en cierta medida, podría comprendernos.
domingo, 3 de mayo de 2015
sábado, 2 de mayo de 2015
El mal de Stendhal
Descendimiento, Roger van der Weyden |
Inciso: No me extraña que el director del futuro museo de las colecciones reales quiera llevarse esta obra - y alguna otra como el jardín de las delicias de El Bosco o el Lavatorio de Tintoretto -. Claramente quiere una garantía de que su museo vaya a ser visitado por alguien, preferentemente hordas de turistas. Como pueden imaginarse me opongo frontalmente a esta maniobra, por lo que tiene de desmembramiento de un museo paradigma, sólo para servir al capricho de un recién llegado. O como dice el refrán, desvestir a un santo para vestir a otro.
Retomando el hilo: ¿Qué tiene de grande ese cuadro? Pues primero que es un cuadro definitivo, de esos que un pintor sólo pinta una vez en la vida y que te mueven a buscar en toda su obra algo similar, aún sabiendo que será imposible, porque algo así no volverá a repertise, por muy excelso e inspirado que sea ese creador.
Sí, pero no has respondido. ¿Qué tiene de grande ese cuadro?