Había señalado ya como el enfoque de The World at War es esencialmente británico lo que conlleva que se dedique mucho espacio a sucesos y frentes secundarios en la marcha del conflicto, pero que para el público inglés tienen especial resonancia, como es el caso del largo tira y afloja entre británicos y japoneses que se ilustra en este episodio de The World at War.
Dicho esto, hay que señalar también que el capítulo es una perfecta ilustración del absurdo y la dureza de los combates en la segunda guerra mundial, muy lejano de esas cabalgadas hacia la victoria que nos muestran películas como Patton o del cine de misiones que cambiaron el curso de la guerra como The Guns of Navarone o Where Eagles dare. En el caso del frente Birmano (The forgotten Army como lo llamaban los ingleses) se trata de un teatro de operaciones secundario pero que ninguno de los combatientes podía dejar de lado, sino que se veía obligado a desplegar allí división tras división, en un forcejeo inútil que no resolvía nada.
Para los japoneses en 1942 la conquista de Birmania, una vez ocupadas Malasia e Indonesia y conseguida la alianza con Tailandia tenía una doble importancia estratégica. Por una lado permitía cortar la ruta de Birmania, por la cual los aliados enviaban suministros militares a China, en la esperanza de poder concluir rápidamente la aventura continental en la que el ejército japones se veía obligado a inmovilizar la inmensa mayoría de sus recursos, para suerte de los aliados occidentales. Este desequilibrio del esfuerzo bélico japones no se puede menospreciar, ya que todas las operaciones japonesas en el Pacífico se realizaron siempre con tropas insuficientes, las cuales podían triunfar en un primer momento sobre tropas sin preparación en el combate en la jungla, entendido como guerra de guerrillas, pero se verían abocadas al desastre en cuanto el enemigo aprendiese de ellos y utilizase su superioridad en material y recursos.
Por otra parte, el segundo objetivo estratégico era aún más tentador. Se trataba simplemente de aprovechar el impulso, arrollar unas fuerzas británicas debilitadas por la guerra en Europa, y hacerse con el dominio de una India, en la que el partido del congreso aún les veía como libertadores del dominio brítánico (piénsese en el INA, el ejército nacional indio al servicio de los japoneses y su lider Subas Chandra Bose). No obstante, para conseguir ese objetivo los japoneses tenían dos graves problemas, su penuria de tropas, que reducía su fuerza ofensiva a un par de divisiones y, sobre todo, la ausencia de comunicaciones entre la India y Birmania, una zona que basicamente era una jungla impenetrable que cubría cadena de montañas tras cadena de montañas, separadas por profundos valles fluviales.
La imposibilidad de librar una guerra convencional en ese terreno, aún para un ejército como el japonés, capaz de sobrevivir con el mínimo de suministros, impidió esa ofensiva final contra la India, al menos mientras no se construyese una vía de comunicaciones apropiada. Esta fue el famoso ferrocarril de Birmania (el de la película The Bridge on River Kwai), construido con el trabajo forzado de los prisioneros aliados que murieron por millares debido al clima y al sadismo de sus captores, en uno de esos crímenes de guerra a los que era tan aficionado el ejército japones, tan pródigo en la vida de sus hombres y que consideraba a los prisioneros, a todo el que aceptase la vergüenza de rendirse, como menos que un hombre. Desgraciadamente para los japoneses, el ferrocarril no estuvo preparado hasta la primavera de 1944, cuando la suerte del Japón ya estaba decidida y lo que ocurriese en Birmania poco podía influir en la marcha del conflicto... aunque ese esfuerzo desesperado estuviera a punto de salirles bien.
Por parte aliada, los objetivos estratégicos eran los mismos que los japoneses sólo que a la inversa. Por una parte impedir que Japón añadiese la India a sus conquistas, lo que durante 1942, con la flota de portaviones hundiendo todo lo que navegase en el Golfo de Bengala parecía perfectamente posible, y al mismo tiempo reabrir la ruta de Birmania cuanto antes, impidiendo que el aliado chino, que distraía al grueso del ejército japonés, se derrumbase. Ambos objetivos provocaron que, una vez detenida la marea japonesa en la frontera de la India, enseguida se intentase la contraofensiva, aunque no se tuvieran ni los recursos, ni la experiencia necesaria, y el terreno fuera lo más parecido a una pesadilla.
Debido a esto, la guerra entre 1942-1942, se redujo a un inmenso forcejeo en que los aliados intentaba desestabilizar a los japoneses, para verse una y otra vez vencidos por un adversario capaz de utilizar la jungla y el terreno en su propio beneficio, al no depender de las medios de avituallamiento que un ejército europeo necesitaba, mientras era capaz de evitar a las divisiones aliadas, para caer sobre su retaguardia y cortar sus líneas de suministro, obligándolas a retirarse. Este bloqueo sólo se rompió cuando los aliados aprendieron a crear unidades de guerrilla (como los Chindits de Wingate o los Merrill's Marauder) aunque su uso no dio los resultados esperados, pero sobre todo, cuando las tácticas aliadas empezaron a incluir el suministro desde el aire, permitiendo que sus tropas se dejaran rodear y aguantaran el asedio, utilizando en su contra las tácticas de ataque frontal de los japoneses, que en esas circunstancias sólo servían para aniquilar sus propias unidades, lanzadas una y otra vez contra un enemigo que esta vez no se retiraba.
De esta manera, en 1944, fueron los aliados los que empezaron a desestabilizar a los aliados, lanzando una ofensiva que buscaba liberar el norte de Birmania, eliminar los aeródromos japoneses en el norte del país y abrir un ramal alternativo del la carretera hacia China. Un plan maestro, llevado a cabo por tropas aconstumbradas a combatir y sobrevivir en la selva, pero que estuvo al traste porque nadie había pensado en los japoneses. Fue en la primevar de 1944 cuando tres divisiones japonesas lanzaron un fuerte ataque contra Imphal y Kohima, localidades hindues muy en la retaguardia del ejército aliado y defendidas por pequeñas guarniciones. El esfuerzo japonés no sólo amenazaba con dejar aislado a las tropas del norte de Birmania, sino abrir definitivamente las puertas de la India, ya que su ejército estaba desplegado en la ofensiva contra la Birmania ocupada.
Fue una jugada que pudo haber salido bien, y lo habría hecho en las circunstancias de 1942 o incluso de 1943. Para desgracia de los japoneses, las tropas aliadas, como he dicho ya sabían combatir en la selva y aguantar incluso estando rodeadas, gracias a los suministros realizados desde el aire. No obstante, estuvieron a punto de conseguirlo, pero en el último instante su esfuerzo se quebró, tras combates de una crueldad inusitada en la que ninguno de los bandos dio cuartel al otro, los japoneses por su obsesión en combatir hasta la muerte, los aliados en su obsesión simétrica de exterminar a un enemigo que jamás se rendía, de forma que al final las divisiones japonesas dejaron de existir por completo, transformándose en bandas de fugitivos famélicos y desharrapados, en busca de una retaguardia donde no hallarían ni refugio ni reposo.
Porque, desde ese punto, la guerra para los japoneses en Birmania no fue otra cosa que una continua retirada, donde el hambre y la malaria causaban más muertos que las balas aliadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario