Como todo se acaba, ya sea bueno o malo, hoy llegamos al final de la revisión de la lista de los 100 mejores cortos animados recopilada por el festival de Annecy, que voy a cerrar con un corto de la lista 'B', ya saben los que se añaden en la recopilación internetera para substituir a los que son difíciles o imposibles de encontrar. El corto elegido es Bambi meets Godzilla, realizado en 1969, por Marv Newland, un corto más apropiado de lo que se podría suponer.
Ya le he dicho en muchas ocasiones lo larga que es la sombra proyectada por Walt Disney sobre el mundo de la animación. La mayor parte del público sigue midiendo la calidad de los productos animados en términos disneyianos, mientras que las productoras comerciales americanas, incluida Pixer siguen trabajando sus viejas fórmulas, aunque estas se hallen disfrazadas de un cierto desapego postmoderno. Por otra parte, las formulaciones críticas que surgieron de la Nouvelle Vague y a las cuales se debe el canón fílmico que estuvo en vigor hasta ayer mismo, coincidieron en condenar a la animación como ejemplo perfecto del anticine, desterrándola a las tinieblas exteriores de la cinefilia, lo cual en mi opinión es debido a que el origen de este desprecio crítico coincide con las décadas de dominio absoluto del estilo Disney, justo después de la anarquía animada de los años 20 y 30, y justo antes de la explosión de la animación experimental en los años 60.
En cierta manera la historia de la animación en la segunda mitad del siglo XX puede contarse como un intento continuo por librarse de las cadenas del estilo Disney, devolviendo a esta forma la libertad y la variedad de sus inicios. El impulso inicial sería dado por la UPA en 1950, estudio de breve duración y menor producción, pero que resulto indispensable para quebrar el monopolio del estudio del ratón. De la UPA saldrían personalidades esenciales en la historia de la animación como el matrimonio Hubley y Gene Deitch, mientras que la crisis de los estudios en 1960 pareció abrir las puertas a un renacimiento de la animación independiente, liderado por Ralph Bashki.
Hoy sabemos que no fue así, que la animación americana llegaría a casi extinguirse en los años 70, gracias a la política de recortes de Hanna-Barbera, hasta ser "salvada" en los años 80 por Disney y Pixar, pero sobre todo por el surgimiento en la TV de series atípicas, tanto aquellas destinadas a un público maduro (de The Simpsons a Family Guy) como las promovidas por Cartoon Networks en su tiempo de gloria. Sin embargo, si bien la semilla de una nueva animación no arraigo en tierras americanas, fructifico en Europa, donde durante casi tres décadas, de 1960 a 1990, las escuelas polaca, rusa, checa y yugoeslava (Zagreb) crearon una obra maestra tras otra, en una onda de choque que ayudo a crear y mantener una brillante pléyade de animadores en el Reino Unido (ya saben, ése país sin cine, en opinión de la critica afrancesada) o el mismo Japón, aunque esta se viera eclipsada por la prevalencia y exportabilidad del anime. Un florecimiento internacional que no estaría completo sin el mecenazgo de la NFB de Canadá, que desde 1950 ha subvencionado a decenas de animadores independientes occidentales, cuya obra jamás hubiera podido llevarse a cabo sin sus subvenciones, y el mundo se hubiera quedado sin un buen puñado de obras maestras absolutas.
Pero ya saben, la animación es sólo Disney o Pixar, o si se me ponen subversivos, South Park y Family Guy.
En este combate contra el fantasma de Disney y sus muchos apoyos (el público en general y la mayor parte de la crítica) se pueden participar de muchas maneras, una de ellas el ataque directo, como es el caso del corto de Newland. En él se satiriza el inmenso aparato de producción, presentando una larguísima lista de créditos, y su perfecto acabado formal, reduciendo a uno de los iconos de la compañía del ratón, Bambi, a un mero boceto, con un lejano parecido al modelo imagen validada por Disney, sin color ni fondo, e inmerso en un torpe bucle que se repite durante todo los títulos de crédito.
Un corto cuya sátira de esa animación hinchada y apabulladora promovida por la Disney, se traduce tanto en la destrucción del icono amado por los niños, a manos de otro icono, éste sí, sin pretensiones de trascendencia ni perfección, y en la pequeñisima duración del corto, que termina antes de haber siquiera empezado.
Como siempre, les dejo aquí con el corto, para que juzguen por sí mismos, y si tienen tiempo la semana que viene, les emplazo para una entrada en la que intentaré reunir unas cuantas conclusiones sobre estos dos años largos de reseñas.
Bambi meets Godzilla - Marv Newland (1969) from O.C. on Vimeo.
Impactante.
ResponderEliminarMás claro no se podía decir
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