Military Failure may have been a mayor cause of the West's collapse, but this failure was not caused by structural weaknessess in the Army itself. Too much pressure on the frontiers, defeat at Adrianople, too many civil wars, not enough soldiers -- these all contributed to the fall of the West. We do not need to add structural failure to the army of the list.
Hugh Elton, Warfare in Roman Europe, AD 350-425
Los que sigan este blog seguramente se preguntarán por las causas de mi interés por un periodo, el del final del Imperio Romano y el comienzo de la edad media, tan poco frecuentado y leído. Si, he dicho tan poco frecuentado, porque aunque preguntrarse por el final del Imperio Romano parecía obligatorio en toda historia universal que se precie, lo cierto es que los 80 años que median entre 395 (Muerte del Emperador Teodosio) y 476 (Deposición de Romulo Augustulo) suelen despacharse con breves frases que simplemente apuntan a un resultado inevitable, y cuya obscuridad sólo se destacan algunos apuntes personales, Atila o Aecio, o se limita la narración a aquellas tribus bárbaras que luego fueron semilla de las naciones europeas, como los Visigodos o los Francos.
Se trata, como pueden imaginar, de un grave error histórico, ya que el hecho de conocer el final, que el Imperio Romano del Oeste cayó, no quiere decir que debiera caer o que su destino ya estuviera prefijado en cuanto Alarico comienza su marcha hacia Occidente tras la muerte de Teodosio, o cuando los Vándalos, Álanos y Suevos cruzan el Rin helado en la navidad del 406. De hecho, cuando se profundiza en la historia de estos años, lo que más llama la atención es que los contemporáneos no percibieron que el Imperio estaba derrumbándose, ya que lo que ellos vivían, invasiones de bárbaros, levantamientos de usurpadores, habían sido algo habitual en los siglos anteriores, sólo que su intensidad era algo mayor. Ese sentimiento de normalidad dentro de la anormalidad, lleva a que la consciencia de la caída del Imperio se produce muy avanzado el siglo V, hacia el 460, cuando los ejércitos romanos y la autoridad romana desaparecen por completo en las antiguas provincias y son substituidos por la administración de los bárbaros germanos.
La caída del Imperio Romano, que con ese nombre parece tan dramática, se convierte así en un lento proceso de disolución, en que pequeñas parcelas de poder y de recursos se van perdiendo, en una lenta evolución que poco a poco hurta al Imperio Romano de su capacidad de reacción, hasta que cuando finalmente se hace evidente, en el 460, es ya inevitable. Hitos en este proceso son el abandono de Britania, que queda fuera definitivamente del ámbito romano, el asentamiento como federados de los visigodos en Aquitania, y su permanencia allí como poder independiente del poder romano, el paso de los Vándalos a África en el 430 y la pérdida de la provincia que alimentaba, literal y financieramente, a Roma. La extensión del Reino visigótico a Hispania en el 440, la aparición de los francos como contrapeso político en las Galias en el 450, y el fracaso de los intentos de reconquista de África en el 450 y en el 460, que finalmente dejaron reducido el Imperio a Italia y posibilitaron la usurpación final de Odocrao en el 470 y su deposición por Teodorico el Ostrogodo en el 480.
En resumidas cuentas, un orden único, el romano, que parecía sólido y destinado a perpetuarse, se transformó en una constelación de estados independientes, que en su mayoría fueron de breve duración y que hacia el año 1000 dejarían paso a ese feudalismo que incorrectamente asociamos con la edad media. Puede parecer remoto, pero las causas de esa transición son cruciales para nuestro mundo de hoy, cuyas pretensiones de totalidad ypermanencia son tan grandes como las de ese imperio desaparecido, sin que nada pueda asegurarnos que no habremos de seguir esa misma ruta, más si se tiene en cuenta un factor, que el imperio que cayó en el siglo V era completamente distinto al que se había fundado en el siglo I, y que la mayor parte de sus transformaciones, la ascensión del cristianismo, la reforma del ejército en legiones de pequeño tamaño destinadas más a la defensa que al ataque, la dualidad de un imperio con un emperador dotado de poder absoulto, pero al mismo tiempo en un estado de guerra civil casi constante, junto con los raids periódicos de bárbaros y persas, se habían producido no en el siglo IV, sino en el III, el de la anarquí militar
El siglo III se muesras así como uno de los siglos cruciales en la historia de Europa, sin embargo, es uno de los siglos de los que peor información tenemos, las fuentes (Dion Casio y Herodiano) se interrumpen justo al inicio de la anarquía militar y de las que nos quedan una es muy posterior (Zosimo) y la otra es una hábil falsificación (La Historia Augusta) sin casi ninguna fiabilidad. En el siglo IV las cosas mejoran, especialmente en el periodo comprendido en la narración de Amiano Marcelino (350-378) pero aún así nos falta la base estadística que nos permita responder a cuestiones esenciales, por ejemplo, el estado de efectividad del ejército romano tras tantas guerras civiles e incursiones, la proporción de bárbaros en sus filas o la evolución de las finanzas del estado en medio de todas esas crisis.
Valores esenciales sin los cuales no es posible obtener una respuesta clara al problema de porqué cayó el imperio y precisamente de eso modo, y a las que seguramente nunca podremos dar respuesta, dado el tipo de documentación que nos ha llegado, centrada en los estamentos superiores y desprovista de los parámetros económicos que nos permitan realizar una análisis estadístico, a lo cual se une la dificultad de relacionar los datos de la arqueología con los hechos históricos, o por ponerles un ejemplo, en qué media los cambios en el urbanismo altomedieval son efecto de la destrucción y conquista o de un cambio cultural.
Periodo por tanto lleno de incógnitas, falto en datos, y por todo ello, especialmente fascinante y atractivo.
Hugh Elton, Warfare in Roman Europe, AD 350-425
Los que sigan este blog seguramente se preguntarán por las causas de mi interés por un periodo, el del final del Imperio Romano y el comienzo de la edad media, tan poco frecuentado y leído. Si, he dicho tan poco frecuentado, porque aunque preguntrarse por el final del Imperio Romano parecía obligatorio en toda historia universal que se precie, lo cierto es que los 80 años que median entre 395 (Muerte del Emperador Teodosio) y 476 (Deposición de Romulo Augustulo) suelen despacharse con breves frases que simplemente apuntan a un resultado inevitable, y cuya obscuridad sólo se destacan algunos apuntes personales, Atila o Aecio, o se limita la narración a aquellas tribus bárbaras que luego fueron semilla de las naciones europeas, como los Visigodos o los Francos.
Se trata, como pueden imaginar, de un grave error histórico, ya que el hecho de conocer el final, que el Imperio Romano del Oeste cayó, no quiere decir que debiera caer o que su destino ya estuviera prefijado en cuanto Alarico comienza su marcha hacia Occidente tras la muerte de Teodosio, o cuando los Vándalos, Álanos y Suevos cruzan el Rin helado en la navidad del 406. De hecho, cuando se profundiza en la historia de estos años, lo que más llama la atención es que los contemporáneos no percibieron que el Imperio estaba derrumbándose, ya que lo que ellos vivían, invasiones de bárbaros, levantamientos de usurpadores, habían sido algo habitual en los siglos anteriores, sólo que su intensidad era algo mayor. Ese sentimiento de normalidad dentro de la anormalidad, lleva a que la consciencia de la caída del Imperio se produce muy avanzado el siglo V, hacia el 460, cuando los ejércitos romanos y la autoridad romana desaparecen por completo en las antiguas provincias y son substituidos por la administración de los bárbaros germanos.
La caída del Imperio Romano, que con ese nombre parece tan dramática, se convierte así en un lento proceso de disolución, en que pequeñas parcelas de poder y de recursos se van perdiendo, en una lenta evolución que poco a poco hurta al Imperio Romano de su capacidad de reacción, hasta que cuando finalmente se hace evidente, en el 460, es ya inevitable. Hitos en este proceso son el abandono de Britania, que queda fuera definitivamente del ámbito romano, el asentamiento como federados de los visigodos en Aquitania, y su permanencia allí como poder independiente del poder romano, el paso de los Vándalos a África en el 430 y la pérdida de la provincia que alimentaba, literal y financieramente, a Roma. La extensión del Reino visigótico a Hispania en el 440, la aparición de los francos como contrapeso político en las Galias en el 450, y el fracaso de los intentos de reconquista de África en el 450 y en el 460, que finalmente dejaron reducido el Imperio a Italia y posibilitaron la usurpación final de Odocrao en el 470 y su deposición por Teodorico el Ostrogodo en el 480.
En resumidas cuentas, un orden único, el romano, que parecía sólido y destinado a perpetuarse, se transformó en una constelación de estados independientes, que en su mayoría fueron de breve duración y que hacia el año 1000 dejarían paso a ese feudalismo que incorrectamente asociamos con la edad media. Puede parecer remoto, pero las causas de esa transición son cruciales para nuestro mundo de hoy, cuyas pretensiones de totalidad ypermanencia son tan grandes como las de ese imperio desaparecido, sin que nada pueda asegurarnos que no habremos de seguir esa misma ruta, más si se tiene en cuenta un factor, que el imperio que cayó en el siglo V era completamente distinto al que se había fundado en el siglo I, y que la mayor parte de sus transformaciones, la ascensión del cristianismo, la reforma del ejército en legiones de pequeño tamaño destinadas más a la defensa que al ataque, la dualidad de un imperio con un emperador dotado de poder absoulto, pero al mismo tiempo en un estado de guerra civil casi constante, junto con los raids periódicos de bárbaros y persas, se habían producido no en el siglo IV, sino en el III, el de la anarquí militar
El siglo III se muesras así como uno de los siglos cruciales en la historia de Europa, sin embargo, es uno de los siglos de los que peor información tenemos, las fuentes (Dion Casio y Herodiano) se interrumpen justo al inicio de la anarquía militar y de las que nos quedan una es muy posterior (Zosimo) y la otra es una hábil falsificación (La Historia Augusta) sin casi ninguna fiabilidad. En el siglo IV las cosas mejoran, especialmente en el periodo comprendido en la narración de Amiano Marcelino (350-378) pero aún así nos falta la base estadística que nos permita responder a cuestiones esenciales, por ejemplo, el estado de efectividad del ejército romano tras tantas guerras civiles e incursiones, la proporción de bárbaros en sus filas o la evolución de las finanzas del estado en medio de todas esas crisis.
Valores esenciales sin los cuales no es posible obtener una respuesta clara al problema de porqué cayó el imperio y precisamente de eso modo, y a las que seguramente nunca podremos dar respuesta, dado el tipo de documentación que nos ha llegado, centrada en los estamentos superiores y desprovista de los parámetros económicos que nos permitan realizar una análisis estadístico, a lo cual se une la dificultad de relacionar los datos de la arqueología con los hechos históricos, o por ponerles un ejemplo, en qué media los cambios en el urbanismo altomedieval son efecto de la destrucción y conquista o de un cambio cultural.
Periodo por tanto lleno de incógnitas, falto en datos, y por todo ello, especialmente fascinante y atractivo.
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