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sábado, 18 de febrero de 2012

A difficult balance (I)



















Los (pocos) seguidores de mi blog sabrán de mi tendencia a criticar el anime reciente, como si en el pasado hubiera existido algún paraíso animado que pudiera servir de modelo y refugio. Debo admitir que soy algo injusto , ya que dados mis gustos algo excéntricos, puede ser que esté pidiendo peras al olmo y buscando griales inexistentes.

Es cierto que el anime reciente ha ganado mucho en calidad técnica y perdido bastante en originalidad narrativa, virtud que en gran medida dependía de la pobreza de medios a la que le obligaban los exiguos presupuestos de las producciones televisivas y que el ordenador ha venido a remediar, pero no es menos cierto que, a pesar del complejo moe, ciertos estudios siguen intentado ir un paso más alla, ya sea intentado que el anime televisivo tenga la misma calidad que el anime cinematográfico, como ocurre con PA Works, restringiendo el número de sus creaciones, para que estas siempre tengan un nivel más que elevado, como hace Ufotable, o diversificando su producción, de forma que los beneficios de las series más comerciales permitan crear otras series más audaces y originales, como es el caso de Madhouse.

O incluso trazando un extraño camino ambiguo entre el pozo sin fondo del moe, la adulación descarada a los gustos de los otakus, y la animación experimental, o al menos un tipo de animación que conoce su historia, sabe salirse de los límites marcados y es capaz de utilizar cualquier tipo de técnica sin embarazo alguno, como hace Shaft.

Los (pocos) que sigan estas anotaciones ya sabrán de mi admiración por Shinbou Akiyuki y su estudio Shaft, una excepción en el mundo del anime contemporáneo, ya que no se limita a producir, sino que dirige personalmente, de forma que toda la producción de su estudio tiene un estilo inconfundible, que no pasa desapercibido, aunque su acogida entre los aficionados varíe entre la admiración y el desprecio.

Su primera gran obra fue Le Portrait de Petitte Cossete, un OVA de 2004 que se caracterizaba por sus extrañísimos encuadres, en los que la acción parecía suceder siempre fuera de campo y que es hasta la fecha, su obra más radical y experimental. Un severo fracaso comercial en esas fechas provocó que los presupuestos de sus obras sucesivas, hasta casi ayer mismo, fueran prácticamente irrisorias, de manera que durante varios años, sus obras se caracterizaron por una animación realmente pobre, en un tiempo que el ordenador estaba rompiendo el estatismo habitual del anime, y por elegir temas que pudieran servir de gratificación instantánea al otaku recalcitrante y por tanto recuperar con creces la inversión no realizada.

A pesar de estos problemas, Shinbou y Shaft, no renunciaron a su toque, esa mezcla de experimentación y y excentricidad, que seguía impidiendo que sus productos fueran realmente un éxito comercial completo, y durante los años que mediaron de 2004 a 2009, se las arreglo para producir pequeñas joyas como Pani Poni Dash, famosa por su humor absurdo y postmoderno, donde Shinbou daba la vuelta a todos los clichés del anime, la muy personal y en ocasiones magistral, Sayonara Setsoubou Sensei o la incalificable Ef: A history of Memories y su continuación, A history of Melodies, donde a pesar de lo rutinario de su línea argumental, cada episodio podía contener una sorpresa estética que mostraba lo vano y vacío del resto series de esa temporada.

Luego vendría el triunfo en 2009 con Bakemonogatari, continuado en 2011 con Mahou Shoujo Madoka Magica, y por primera vez Shaft podría disponer de presupuestos a la altura de sus pretensiones. Quedaba por ver si sabría aprovecharlos.









Este invierno ha traido la continuación de Bakemonogatari, en forma de la serie Nisemonogatari, que será luego continuada (o más bien prologada) en la película Kizumonogatari, y hay que decir que a pesar de los temores sobre la evolución estética del estudio, Shaft se la arregla para demostrar que ni Bakemonogatari ni Madoka fueron golpes de suerte, y que la imaginación de Shinbou aún no se ha agotado, al mismo tiempo que asombra a ambos lados del espectro, los que le siguen por el fan service (como instigador y aplacador de las fantasías juveniles destinadas al sexo opuesto) y los que, como yo, le admiran por sus arranques inesperados.

Nisemonogatari, al principio, parecía no otra cosa que una revisión en modo ligero,basada en el reclamo sexual de las 6+1 heroínas de la serie original, mientras se hacía hincapié en esas desviaciones sexuales a las que son tan aficionados los japoneses, ergo el incesto y la niña como objeto sexual válido. No obstante, a pesar de estas concesiones, que quizás no eran tales, sino una nueva muestra de como Shinbou toma los clichés y les da completamente la vuelta,  el estilo inconfundible Shaft es perfectamente visible, favorecido esta vez por el mayor presupuesto, de forma que los fondos,

No es ya que ese mayor presupuesto permita consguir una animación cuya fluidez es expcepcional en una serie de Shaff, es que los espacios que habitan y por los que se mueven los personajes cobran una importancia extraordinaria y de nuevo, opuesta a lo que habitual en el anime contemporáneo. La norma, hoy en día, aplaudida por un público que considera que la animación es tanto mejor cuanto más parecida es a la imagen real, es que los fondos deben ser completamente hiperrealistas, mientras que Shaft crea espacios completamente abstractos, lugares imposibles para que los habiten los personajes de la historia de acuerdo con lo que se nos ha contado con ellos, pero dotados de una personalidad propia y concreta, que en muchos casos llega a entrar en conflicto con lo que se nos cuenta, distrayendo y apartando la atención.

Unos escenarios que no son estáticos, sino que se convierten en un protagonista extra de la historia, al contar con una vida y una animación propia, poblada por los símbolos y alusiones visuales a los que tanto es aficionado Shimbou, pero que en esta ocasión parecían un tanto difuminados y atenuados, lo cual no era sino un espejismo, ya que en realidad lo que se estaba produciendo es una lenta e imperceptible acumulación que habría de estallar en algún momento.

En concreto en el episodio 6, al que pertenecen las capturas.













Un episodio 6 que constituía el retorno triunfal de uno de los personajes más apasionantes del anime reciente, sólo por su oposición radical al modelo de mujer niña al que hacía referencia antes, al tratarse de una mujer de acerada lengua y no menos agudo intelecto, cuyo campo de batalla preferido es el combate dialéctico, en el cual su ingenio es una de las armas más poderosas con las que uno pueda enfrentarse.

Un capítulo, en fin, donde la imaginación visual de Shaft brilla con intensidad incomparable en todos sus aspectos y facetas. Su audacia a la hora de recurrir a formas y maneras impensables en el anime comercial pero normales en la animación experimental, o su gusto por el símbolo visible, que como digo, ayudado por el holgado presupuesto, estalla en largas secuencias de asombrosa animación.

Un episodio, en fin, al que habremos de volver en otra entrada, porque ésta se nos ha quedado corta.













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