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jueves, 28 de julio de 2011

Unrequited (y II)


























Ya había señalado en la entrada anterior, como Shoujo Kakumei Utena es un juego de espejos tanto temáticos como visuales, en lo que nada es lo que parece, o mejor todo se muestra en su peor aspecto, en su reverso tenebroso.

Así, en este primer arco, se descubrirá el ansia de muerte de uno de los personajes, mejor dicho, de su ser pasado, hasta el extremo de querer ser enterrado con sus padres muertos, estado de postración del que nada podría sacarle, a no ser un milagro, expresado maravillosamente como ver ante sus ojos algo eterno, lo cual le convencerá que la vida merece ser vivida. Un imposible, por tanto, pero un imposible que se torna realidad, siguiendo ese hilo conductor de la serie según el cual los milagros existen, aunque nunca seamos testigos de la plasmación de uno solo. Aunque realmente si hemos sido testigos, sólo que fuera de cuadro, puesto que el hecho de que este personaje siga vivo, muchos más tarde, implica necesariamente que alguien le mostró algo eterno, aunque nadie pueda concebir qué.

Milagros que ocurren en secreto, al igual que tantas religiones. Porque en la realidad, en lo que la serie nos muestra, no existe ninguno, al igual que no existe nada en lo que se pueda creer. La amistad, como declara uno de los protagonistas, es algo en lo que sólo los ingenuos pueden creer, justo antes de traicionar a quien se cree su mejor amigo, y que a pesar de haber sido seguidamente destruido y aniquilado, nunca llegará a sospechar quien le asestó la puñalada por la espalda. El amor, asímismo, sólo es una excusa para cometer los mayores crímenes, sea para librarse de aquellos que amenazan arrebatar el objeto desearlo, o mucho más común, para mantener ese mismo objeto sometido y sumiso. Incluso los que se suponen más puros, no serán otra cosa de simulación, mientras que las incontables promesas que los sostenían no eran producto más que de la situación, de la necesidad, de la constelación de relaciones sociales existente en ese momento.

Y aún así, a pesar de este escepticismo, de este desengaño, de este proclamar a todo momento que en nada se puede confiar, que todo es pasajero, que muerte y disolución es el destino inevitable de todas las cosas, que verdad la de esta serie al describir los estados de las relaciones, especialmente ese momento devastador y terrible cuando se descubre que no hay ya vuelta atrás, que todo lo que se pensaba firme y duradero ha sido abolido desde ese mismo instante, como si nunca hubiera existido y que nada, nada que podamos intentar, planear o tramar, habrá de recomponer los fragmentos rotos.

Que nada queda en fin, sino los recuerdos, que hubiera sido mejor perder por completo, puesto que sólo nos traen dolor, ese dolor del que es imposible escapar, que nos incapacita, nos aplasta y nos arrebata todo lo que somos y hemos sido.

2 comentarios:

  1. Magnificas apreciaciones sobre la serie.

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  2. Se agradece, pero Utena es lo que tiene que se podrían llenar páginas y páginas

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