Gran Vía, 1 de Agosto, Antonio López |
En el museo Thyssen (esta vez, sólo en ese Museo, no en colaboración con la extinta Caja Madrid) se expone la que para muchos es la muestra de este año, la retrospectiva Antonio López, o al menos así parece indicarlo la asistencia masiva de público, en su mayor parte no habitual de estos eventos, que como en otras ocasiones abarrota las muestras de este artista manchego, prueba de como para la persona media, el siglo de revolución estética que va de 1880 a 1980 sigue constituyendo una aberración, excepto excepciones y otras estrellas del pop.
No se me entienda mal de entender, Antonio López es un grandísimo pintor, como cualquiera con dos ojos en la cara puede comprobar, pero no es un pintor moderno, ni mucho menos postmodernos, sino un pintor "clásico" al que la etiqueta de hiperrealista, de la que el aborrece, no le conviene en absoluto y sólo puede deberse a que durante más de cien años, la pintura ha sido cualquier cosa menos una representación racional y verosímil de la realidad.
Ese adjetivo de "clásico", con todas las comillas que se le quiera poner, puede sorprender a muchos, pero es que López sigue siendo un tipo de pintor que hasta finales del siglo XIX era el único posible y que con las vanguardias parecía haberse extinguido, el pintor de caballete que considera que su labor es copiar del natural, intentando aquello tan elusivo como la representación de la naturaleza que se supone el epítome de la belleza, el objetivo último que los pinceles del pintor jamás conseguirán igualar, pero que en el camino, en esa copia lenta y laboriosa de lo que se ve llevará al artista a dar lo mejor de si mismo, depurando y destilando su estilo y sus recursos.
Un artista "antiguo" podría pensarse, retrógrado y atado a los conceptos de un pasado ya periclitado. Error, grave error, especialmente proveniente de un tiempo en el la libertad del artista era (y es) el único requisito y por tanto, cualquier estilo es perfectamente válido. Por mucho que lo que quisiera, López no puede ser como uno de los maestros del pasado, bastaría una visita a la salas de la misma Thyssen para demostrarlo, aunque sí reelerlos y reinterpretarlos. De esta manera, comparte con los vedutistas italianos su pasión por la representación cartográfica de la realidad, la que permite disfrutar de los lugares vistos y vividos, por muy lejos que se esté de ello, mientras que como indica la propia muestra, hereda de Turner muchas de sus técnicas, la más importante, la de partir de informes manchas de color, de las cuales habrán de surgir los objetos, las formas y los contornos, cada vez más precisos a medida que el trabajo avance.
Pero... ¿Qué hay de ese hiperrealismo tan cacareado y en el que para algunos parece estribar todo el valor de este pintor, hasta el extremo que se prefieren aquellas obras que más se ajustan a ese ideal de sus espectadores? Qué no existe en absoluto, o al menos no existe en su vertiente fotográfica. Como he dicho, López es más un vedutista que otra cosa y viendo los cuadros expuestos, resulta curioso comprobar como en casi todos intenta encontrar los medios que rompan la ilusión de estar viendo una fotografía, ya sea haciendo visibles los grumos de pintura sobre el lienzo, haciendo visibles las costuras y las divisiones del soporte, o manteniendo amplias secciones en un estado perenne de esbozo, en la que esa falsa cualidad fotográfica se disuelve en amplios brochazos de pinturas de bordes indefinidos.
Y es que todos sus cuadros son en realidad obras inacabadas, lo cual le separa radicalmente de esos pintores relamidos del XIX a los que odiaban las vanguardias. Cada una de sus obras es un boceto, al cual se vuelve una y otra vez, mejorando un detalle, corrigiendo un error, tolerando la imperfección, las indefniciones y la tosquedad, hasta que llega ese momento crucial en que una obra debe ser apartada en el estado en que está, concluida pero no finalizada, porque una sola pincelada más la destruiría por completo.
Gran Vía, 1 de Agosto, Antonio López |
¡plas,plas!
ResponderEliminarMe he leído tres veces su "opinión", y la verdad que hacía tiempo que no había leído una reseña con disciplina inglesa tan rectamente aplicada.
Le ha apretado usted el corsé hasta asfixiarlo encuadrándole, le pasa la mano con guante de terciopelo acariciándole su técnica que parece que va eyacular, y mientras, le da una somera ración de fusta temporal, que ya ya.
¡Vamos! que no le invito yo a una exposición de una amigo, sin antes darle tres copas de aguardiente..
Me ha dejado usted a Don Antonio en Antonito,
un saludo
Bueno, mis quejas iban más contra los lopecistas, que contra el pintor., más que nada porque parecen ver más que lo que el propio pintor pretende o consigue.
ResponderEliminarPor hacerle una idea, un visitante de cuando yo fui se quejaba amargamente de que no había traído más obras como la que el estaba contemplando, un dibujo a lápiz casi fotográfico de un interior, sin darse cuenta que lo que estaba demostrando era su propia ignorancia.