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martes, 11 de enero de 2011

Uncalled for (y II)/And Now for Something Completely Different

Cebollas, Pierre-Auguste Renoir, 1881

En una entrada anterior, la dedicada la exposición Jardines Impresionistas, abierta en la Thyssen, había comentado mis reservas sobre la acumulación de exposiciones de tema impresionista que ser había producido durante el año pasado. Mi visita a la muestra, Pasión por Renoir, abierta ahora mismo en el museo del Prado no ha hecho más que confirmarlas.

A pesar del bombo y la publicidad, el número de cuadros es escaso y más que hablarnos de la pintura de Renoir, lo que hace es hablarnos de la personalidad del coleccionista que las reunió, Robert Sterling Clark, y por ende, la recepción y aceptación de Renoir y los impresionistas a finales del siglo XIX, esa curiosa historia de como los revolucionarios de apenas unas décadas antes se convirtieron en los favoritos de la burguesía acomodada, además del ejemplo a seguir en lo que se refiere a pintura.

Resulta aleccionador recordar, aunque sea archiconocido, como el imnpresionismo entró en crisis hacia 1880, no sólo porque sus practicantes encontraron que ya no había más que decir con los presupuestos de ese movimiento, sino porque los pintores jóvenes, toda esa colectividad que designamos como postimpresionista a falta de nombre mejor, empezaron a verlos como el objetivo a batir, unos pintores acomodados y conformistas que no se diferenciaban en mucho de los pintores de salón contra los que se habían rebelado unas décadas antes.

Sin entrar a analizar la oposición de los pintores jóvenes, que daría para más de lo que cabe en una entrada de blog, lo interesante en esta ocasión es como el núcleo duro del impresionismo, Renoir y Monet, reaccionó frente al callejón sin salida al que les llevaba su arte. Como se sabe, Renoir dio un giro de 180 grados y volvió a una manera más detallada y precisa, su periodo agrio, que acabó revelándose tan cerrada como la impresionista, mientras que Monet persistió en la depuración y perfección de su manera, hasta concluir con sus magníficas series de finales del XIX y principios del XX, como los famosos Nenúfares, que rozan la abstracción pura.

Ahora parece claro, casi un dogma, que el Monet tardío es mucho mejor que el Renoir tardío, simplemente porque la vía de Monet coincide con la evolución posterior de la pintura occidental, expresada en el triunfo de la abstracción. Sin embargo, incluso hasta hace muy poco (recuerdo haberlo leído en libros de ¡1970!) la etapa final de Monet no se tenía en tan alta estima e incluso se le consideraba como perdido. Durante mucho tiempo, la encarnación del impresionismo era Renoir y su pintura agradable, de colores pastel, representando los placeres burgueses era la favorita del público... como bien viene a demostrar la exposición del Prado, al mostrar como digo el gusto del coleccionista americano y su preferencia por el arte de Renoir de las décadas de los 80 y 90 del siglo XIX, tan en consonancia con las preferencias de la clase a la que pertenecía el comprador.


Pedro Pablo Rubens, El Juicio de Paris, 1638
Más interesante, aunque por las razones equivocadas, es la otra exposición del Prado, a la que se puede acceder sin las colas y apreturas de la de Renoir. Se trata de la integral de las obras de Rubens conservadas en el museo y cuya importancia es que muchas de ellas seguramente no se podrán volver a contemplar, por falta de espacio expositivo, ya que como no me canso de decir, la reforma del Prado debe ser la única ampliación de un museo que ha redundado en una disminución de su espacio expositivo. O explicado mejor, si la anexión del claustro de los Jerónimos ha permitido liberar al edificio Villanueva de la carga de las exposiciones temporales, la desaparición del Casón ha obligado a integrar en la colección las pinturas del siglo XIX.

Así, de la misma manera que muchos cuadros que en la exposición temporal dedicada al Casón no figuran en las salas estables en el Prado, es de temer que gran parte de las obras de Rubens expuestas ahora acaben formando parte de esa colección escondida, que precisamente la ampliación debía sacar a la luz. Temores aumentados, porque, pasados ya unos años de la finalización de la obra, se sigue sin saber cual va a ser la distribución final de la colección estable... pero bueno, aprovecharemos lo que haya mientras se pueda.

2 comentarios:

  1. La ampliación del Prado es una auténtica chapuza, y las exposiciones temporales una manera de sacar un buen dinerillo a la gente... que por cierto, no deja de sorprenderme, porque forma unas colas que no he visto en ningún otro museo...

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  2. Saben hacerse muy buena propaganda... en esta de Renoir parecía que habían traído ni se sabe y luego eran dos salas chiquititas...

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