Como todos los domingos, ha llegado el momento de revisar un corto de la lista de mejores cortos animados recopilada por el festival de Annecy. En esta ocasión se trata de Franz Kafka, realizado en 1991, por el animador polaco Piotr Dumala.
Ya he comentado en otras ocasiones como la animación de los países del este, en el periodo comunista, de 1960 a 1990, ocupa un lugar de honor en la historia de la animación, siendo sus artistas una de las grandes fuerzas renovadoras de esta forma, al incorporar en ella las técnicas y propósitos de la vanguardia artística del siglo XX. Ese impulso creativo se agotaría en la última década del siglo XX, no por falta de talentos, sino por razones puramente económicas, dando lugar a una paradoja turbadora. En pocas palabras, bajo unos gobiernos totalitarios que buscaban controlar todos los aspectos de la vida de sus ciudadanos, estos artistas crearon un conjunto de obras de una audacia, una libertad y una variedad inusitadas hoy en día, en nuestras sociedades que presumen de una libertad absoluta.
Uno de estos creadores fue el polaco Piotr Dumala, representado por su corto Franz Kafka, biografía del famoso escritor checo del siglo XX. Por supuesto, el término biografía en cine (o biopic, por utilizar un término más tésnico) es fuertemente derogatorio, ya que suele utilizarse para clasificar obras que consisten en un conjunto de escenas deslavazadas y mal cosidas, en las que la obra del autor, su mundo personal reflejado en ella, brilla por su ausencia, reduciéndose el interés del asunto a la detallista reconstrucción de época o la enumeración de sus aventuras amorosas.
No es el caso del corto de Dumala, por supuesto.
Para recrear la figura del autor checo, el animador polaco utiliza lo que se suele llamar en literatura narración lateral, en la que tan diestros eran Conrad y Faulkner. Una técnica que consiste en evitar los aspectos más llamativos de la historia, aquellos en los que caerían los malos escritores preocupados por atraerse el fácil aplauso del público, y se entretiene en los aspectos secundarios y aparentemente banales, pero con ese apartar la vista, consigue aumentar el realismo, ya que nosotros, en nuestra experiencia cotidiana, frecuentemente ignoramos los que está sucediendo a nuestra alrededor, aumentando por tanto el interés del lector, al obligarle a componer el cuadro completo con datos incompletos e incluso erróneos.
Así, Dumala estructura su corto en pequeños cuadros, en los que una acotación temporal introduce una escena, cuyo significado no se nos explica, cuya visión se ve estorbada por objetos interpuestos, como si fuéramos espías de la intimidad de los protagonistas, y que finalizan sin llegar a una conclusión alguna, pero entre los que, fugazmente, se intercalan imágenes que refieren a los cuentos y novelas que, supuestamente, debe estar escribiendo Kaffa, en ese periodo. Una aproximación temática que exige al espectador un conocimiento previo de la vida y la obra de Kafka, para poder descubrir las múltiples referencias ocultas, pero que no se enajena al espectador poco avisado, gracias a su rigor formal.
En efecto, esa manera de narrar sin narrar es lo suficientemente intrigante para que un espectador se pregunte por lese escritor e investigue su obra, proceso en el cual encontrará que el clima representado en el corto es una recreación del ambiente opresivo e inquietante de los cuentos y novelas de Kafka. Un mundo regido por normas ajenas al espectador y al protagonista, pero cuyo absurdo es asumido sin problemas por el resto de los seres humanos que lo pueblan, los cuales nunca se cuestionan su validez o justicia. Un absurdo vital, que se ve reflejado en la inconexión e inconclusividad de las escenas presentadas, reforzada por el asfisiante blanco y negro que domina el corto, del cual apenas emergen los perfiles de los personajes que vagan por sus espacios, siempre a punto de desaparecer y desvanecerse en él.
Una atmósfera opresiva que es también producto de la técnica utilizada, invento personal de Dumala y otra manera más a anotar en una forma, como la animación, en la que sus creadores parecen rivalizar por encontrar nuevos modos de expresión. Se trata simplemente de que el animador polaco utiliza una de las formas de animación destructiva, en este caso modelar sobre escayola y modificar esa base en cada plano, para así ir creando el movimiento al mismo tiempo que destruye el soporte en el que se plasma.
Y como siempre les dejo con el corto, para que lo disfruten... luego no me tengan pesadillas.
Franz Kafka, Piotr DUMALA, 1991
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