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martes, 12 de octubre de 2010

Intelligence as a Defect








Lo primero, debo confesar que siento una especial debilidad por la serie de la MTV, Daria, no por otra razón que por mi cercanía al personaje que le da nombre, como comentaré más adelante. Dicho esto, debo señalar que lo primero que me ha sorpredido en esta revisión de la serie, más de una década tras su emisión, es la baja calidad de su animación, sin apenas movimiento, reducido este a transiciones entre poses y con una nula inventiva o inspiración. Lo anterior, por supuesto, es más una constatación del mal estado de la animación televisiva norteamericana, que excepto excepciones, fundamenta el éxito de sus series en la (posible) fuerza de sus guiones, aunque ésta se suela reducir a un supuesto espíritu de transgresión.

Sin embargo, a pesar de que Daría no  vaya a pasar a la historia como una cumbre del arte de la animación, eso no impide que sea una magnífica serie, ahora y en el tiempo de su emisión. Lo que le diferencia de cualquier otra serie, animada o no animada, es el ingenio y la agudeza de sus guiones, basados en la ironía y el sarcasmo con el que una joven demasiado inteligente para poder ser feliz, observa y juzga el mundo que le rodea, ése mismo mundo en el que vivimos todos nosotros, donde la estupidez es reína absoluta y alabarla es el mejor camino al éxito.

Con esa premisa argumental, enfocada en un personaje mordaz, amargado, impopular y que hablaba de temas demasiado cultos y elevados, la serie debería haber sido un rotundo fracaso, pero sin embargo, en una de sus múltiples contradicciones e ironías, no lo fue y se convirtió en uno de los grandes éxitos de la MTV, aún cuando de que su espíritu iba en contra de todos los valores que ese canal musical promovía, puesto que la serie nunca se mordíó la lengua a la hora de criticar a un tipo de juventud idiotizada, que sólo se ocupaba de la moda, los deportes y de ser popular, mientras permitía que otros decidieran por ella.

No es que la serie fuera indulgente consigo misma. Aunque siempre quedaba claro que Daria y su amiga Jane se movían en otro nivel mucho más elevado que el resto de débiles mentales con el que se codeaban en su instituto, quedaba muy claro el elevado precio que tenían que pagar por ello, el aislamiento social más absoluto, el ser considerados como parias que podían contaminar a quién se les acercase. Una situación que sólo contribuía a exacerbar la mordacidad y la amargura de Daría, demasiado inteligente para no darse cuenta, y que en ocasiones le ponía al borde del colapso mental, sabedora de que no podría disfrutar de esas pequeñas cosas, el amor, la amistad, la estima de sus semejantes, que hacen la  vida tolerable.

Y es ahora cuando pueden entender mi obsesión por esa serie, al reconocerme en ese personaje, puesto que yo también he pensado muchas que renunciaría gustoso a mi pasión la literatura, el arte o el cine, a cambio de esos mínimos placeres de los que gustan hasta los necios, pero que a mí me han sido hurtados, mejor dicho, que yo con mi empecinamiento me he hurtado a mí mismo.

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