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sábado, 31 de octubre de 2009

The Bible and the Shovel (y III)

Como comentaba en la entrada anterior de esta serie, resulta curioso que la versión más popular del éxodo (la ilustrada por Cecil B. de Mille) ambiente ese hecho en pleno reinado de Ramses II, cuando es físicamente imposible que eso ocurriera. En ese tiempo, el Levante, lo que es ahora Israel/Palestina, Libano y el Sur de Siria, eran una colonia egipcia, por lo que una fuga de Egipto a Palestina sería prácticamente como intentar escaparse de los EEUU huyendo de Nueva York a Atlanta.

Sería más lógico situarlo unos decenios más tarde, en el paso de la dinastía XIX (la ramesida) a la XX, cuando debido a la llegada de los Pueblos del Mar, el sistema político entero del Mediterráneo Oriental se viene abajo, y Egipto se repliega sobre sí mismo, librándose de ser otra vícitima más gracias a la actuación de Ramsés III, tal y como se recuerda en su templo funerario de Medinet Habu. Es en esa situación de caos, cuando podríamos especular con movimientos de población y el asentamiento de unos extranjeros (o de naturales que se libran del yugo de las ciudades estado) en Palestina, como de hecho ocurriera con los Filisteos, un elemento completamente nuevo en el mosaico del proximo Oriente tras el 1200 a.C.

Sin embargo, las cuentas no cuadran.

Como ya indicara en la entrada anterior, la estela de Mernephtah, el sucesor de Ramses II, nos habla de la existencia de un "algo" llamado Israel en Palestina. De ese "algo" no tenemos únicamente su nombre, sino una pequeña pista sobre su estructura política, gracias a los símbolos jeroglíficos que lo acompañan y que lo identifican, no como un estado, ni como una ciudad, sino como un pueblo, es decir una tribu sin cabeza visible, muy en consonancia con el mundo de los Apiru, huidos de la sociedad y habitantes de las montañas, que describen las tablillas de Amarna (en tiempos de Ejnaton), un siglo antes.

En resumidas cuentas, no puede haberse producido un éxodo en el periodo de crisis, si Mernephtah, que corresponde al inicio de ese periodo, ya señala la existencia de Israel, lo que nuevamente nos lleva al periodo de Ramses II, donde está claro que es imposible que se haya producido.

Sin embargo, y antes de abandonar el periodo entre Ramses II y Ramses III, con la llegada de los pueblos del mar, la caída del sistema político mediterráneo (Micenas, Hititas, Palacios de Levante) y el inicio de una auténtica Edad Media (Dark Age en la correctísima expresión inglesa) en la transición entre el Bronce y el Hierro Mediterráneo, queda aún una pequeña sorpresa por revelar.

Se trata de la historia de Irsu, según se conserva en el papiro Harris, que narra sucesos ocurridos al final de la dinastía XIX, justo antes de la subida al poder de Ramsés III, y a quién los arqueólogos han identificado como el canciller Bay, cuya tumba se conserva en el valle de los reyes, caso único de una persona que, no siendo faraón, consiguió construirse una tumba en la necrópolis real.

¿Y quién era ese Irsu? Pues ni más ni menos un extranjero de origen sirio, que en ese tiempo de diificultades, consiguió ascender a lo más alto del poder egipcio, ganándose el favor tanto del faráon, Siptah como su esposa, Twosret, (de quien se hay llegado a especular que fuera su amante) y que se convirtió en el auténtico amo de Egipto, de quien se señala que trajo la paz y la prosperidad a la nación, aunque puso en puestos de responsabilidad a extranjeros como él y descuidó el culto de los dioses de Egipto. Un poder terrenal demostrado, como digo, por el hecho de haberse construido una tumba en el Valle de los Reyes.

Una historia que a cualquier lector de la Biblia le debería llamar la atención ya que recuerda, a grandes rasgos, la de José, el extranjero que consiguió ascender a lo más alto y gobernó Egipto de manera sabia, trajo a su familia de Oriente y rendía culto a dioses distintos de los de Egipto. Mucho se ha especulado sobre sí José y Irsu no serían la misma persona, y sobre sí los escritores de la Biblia recogieron leyendas sobre ese personaje, muchos siglos después de los hechos, y las embellecieron para sus propios propósitos.

Y digo embellecieron con toda intención, puesto que el final de Irsu y el de José no pudieron ser más distintos, ya que Irsu calló víctima de una conjura palaciega y fue ejecutado por orden de Siptah, aquien sucedería al poco su mujer Twosret, mientras que los extranjeros que había traído consigo eran expulsados violentamente de Egipto, como varios documentos, el papiro Harris entre ellos, celebran como una victoria y resurgimiento de Egipto, y que mucho tiempo después sería reelaborado por Maneto (y refutado con indiginación por Josefo en su Antiquitates) al decir que el éxodo se había producido porque los israelitas en Egipto estaban aquejados de lepra y los Egipcios les habían expulsados para no enfermar a su vez.

En resumidas cuentas, que los hechos históricos nos hablan de la imposibilidad de un éxodo a finales del siglo XII en las condiciones en que señala la Biblia, y que si existió algo así se trató más bien de una expulsión, con lo que la posiblidad más probable, y la que parece indicar la arqueología, es la de que los Israelitas fueran una más de las tribus montañesas fuera del sistema político, que alcanzaron relevancia tras el hundimiento de este, como bien parece indicar la estela de Mernephtah, que narra eventos de justo el comienzo de ese periodo.

Pero ¿Y la cronología alta? ¿Que pasa con aquella que de acuerdo con las cuentas de la Biblia situaría el éxodo aproximadamente coincidiendo con la invasión de los Hyksos? Esta es aún más problemática, puesto que si bien la invasión de Egipto por los Hyksos y su posterior expulsión, podrían haberse transformado, con el correr de los siglos en la historia de José y Moisés (al igual que los conflictos en el mundo micénico se traducirían en la Iliada) eso llevaría a que los Jueces, Saul,David y Salomón tuviesen lugar en una Palestina conquistada por los Egipcios, cuando la situación que describen es claramente post 1200a.C

Es más, dado que los patriarcas tienen contacto con los Hititas, eso nos lleva nuevamente a colocar a éstos en el mundo post Hyksos, que es cuando esa potencia se asoma al Levante, saliendo de su Anatolia Natal, pero aquí surge otro problema, ya que la Palestina en la que se mueven Abraham, Isaac y Jacob, es una tierra sin ningún dominador exterior, vacía de ciudades, donde los patriarcas, sus familias y sus rebaños se mueven en total libertad, lo que tampoco se correspoden con un mundo post Hyksos pero pre Pueblos del Mar.

No sólo eso, dado que los Hititas, a pesar de que su imperio cayese en Anatolia hacia el 1200 a.C, se las arreglaron para mantener una serie de estados en el norte de Siria, como es el caso de Karkemish, o lo que es lo mismo, sea cuales fueren las fechas de los Patriarcas o del Éxodo, el mundo que los redactores de la Biblia toman como ejemplo es el post-1200, al igual que ocurre con la Iliada, que narra acontecimientos supuestamente sucedidos en la edad del Bronce tardía como si ocurrieran en la edad del Hierro Temprana.

En la edad obscura que sucedió a la llegada de los Pueblos del Mar.

miércoles, 28 de octubre de 2009

No wall (y IV)

















He hablado ya en varias entradas del mundo mágico y sobrenatural en el que se mueven los personajes de Mushi-shi. Un mundo donde los seres humanos viven en estrecho contacto con seres misteriosos, los Mushi, a medio camino entre los seres vivos y la materia inerte, normalmente invisibles para los hombres, que generalmente les son indiferentes, pero que en ocasiones pueden ocasionar a los humanos graves perjuicios y calamidades, aunque también grandes beneficios.

Por supuesto, hay ciertas personas que tienen un contacto más estrecho y continuo con los Mushi, se trata de los Mushi-shi, categoría a la que pertenece el protagonista de la serie Ginko. Esas personas, con el don de ver los Mushi, dedican su vida a estudiar el fenómeno e intentan resolver los problemas que plantean la irrupción de estos seres extraños en la vida cotidiana de los seres humanos, lo cual les concede un prestigio y un respeto vedado a la mayoría de sus congéneres.

Como puede suponerse, esos privilegios no salen gratis y en su caso la frase de Nietzsche, aquellos que persiguen a los monstruos corren el peligro de convertirse en uno de ellos, no puede ser más cierta. La mayoría de los Mushi-shi son seres fronterizos, tan admirados como temidos, personas que no acaban de formar parte de la sociedad y que viven una vida aislada, sin gozar de los pequeños placeres y recompensas de sus semejantes.

Porque la cuestión es que pocos de los Mushi-shi se las arreglan para sustraerse a la acción de los seres que combaten. Ginko, por ejemplo, no puede vivir una vida sedentaria, puesto que atrae a los Mushi y estos acabarían por congregarse en un numero demasiado elevado, poniendo en peligro a todo el que se encontrase allí con él. Otros Mushi-shi son víctimas de los Mushi que persiguen o de los remedios que intentan aplicar para destruirlos, o perecen al sacrificarse para proteger a otros seres humanos.

Otro, en fin, acaban por convertirse en portadores de uno de esos Mushi, transformándose en auténticos seres mixtos, que llevan consigo permanentemente la maldición que acabará por destruirles...



martes, 27 de octubre de 2009

Dare to watch












Existe una más que evidente paradoja en el arte del siglo XX, o por ser más exactos en el arte creado entre loa años 1880-1980 y que se puede agrupar en la etiqueta formalista/modernista. Se trata por supuesto, de que los artistas de esa época enfocan la creación desde el punto de vista de la forma, dejando a un lado cualquier posible mensaje o ocultándolo hasta negarlo o desfigurarlo.

No obstante, muchos de esos artistas tenían profundas convicciones políticas, las cuales querían mostrar al mundo e incluso transformarlo, unas tareas, las de la revolución y la propaganda, para las cuales su arte estaba bastante mal dotado, aunque haya sido precisamente esa forma única y revolucionaria, la que permite que sigamos aún gustando y admirando esas obras, cuando su mensaje y sus motivaciones se han desvanecido por completo... situación por cierto, no muy distinta de la de los grandes artistas religiosos del pasado, cuyas creaciones pueden seguir siendo admiradas incluso por los ateos.

Uno de esos artistas paradójicos es precisamente Stan Vanderbeek, uno de los animadores experimentales más importantes de la segunda mitad del siglo XX, siempre preocupado por buscar nuevas formas de expresión, e interesado por cualquier avance técnico que le permitiera andar caminos nuevos, de tal forma que fue uno de los primeros en utilizar computadores para sus cortos, ya en los años 60. Sin embargo, al mismo tiempo, era un artista profundamente político, que buscaba realizar una crítica demoledora de la sociedad y los vicios de su tiempo, demostrando su falsedad e hipocresía.

Unos objetivos que, en un corto como el arriba ilustrado Breathdeath de 1963, parecen estar completamente ausentes, puesto que el espectador se enfrenta a una catarata de imágenes inconexas, sin relación alguna entre ellas o con el tema, y que se enroscan sobre sí mismas, negando toda interpretación o intencionalidad.

Una impresión falsa, puesto que ese hermetismo, en muchos de los formalistas, no es más que un viejo truco para que el espectador fuerce la atención, vuelva verlo, y le dedique el esfuerzo que su importancia merece, al contrario que tanto producto de circunstancias para usar y tirar. Es entonces, tras una visión tras otra, cuando el espectador empieza a encontrar relaciones, paralelismos, metáforas, y las capas de significado van apareciendo unas tras otras.

Porque de esta yuxtaposición de ojos que miran al propio espectador con insistencia, de muerte omnipresente , de danzarines que bailan ausentes a todo que no sea su placer, y de guerras sin fin mostradas en negativos, no cabe otra conclusión que el absurdo de nuestra sociedad, cuya alegría y placer, su hedonismo constante, no se fundamenta en otro pilar que las guerras externas libradas en el resto del mundo y a las cuales, como los danzarines absortos, no prestamos ya ninguna atención, como si ocurrieran en otro planeta.

Una situación de la que sólo cabe una salida. Abrir los ojos y atreverse a mirar.

domingo, 25 de octubre de 2009

Giving Evidence (y II)

My wife, how I am thinking of you. I know you are dead, lying under the grass, already for 2 and 3/4 years, under the knotty oaks, birch trees and pines in the ancestors' forest at Rettland and yet you are bodily near me. You are embracing me with your love, your charm and your beauty. Illegirl how beautiful you were! Beautiful in body, soul and spirit. One did not know, what more one should admire about you, your tall figure, your noble face or your long blonde hair. This external beauty was paired with a clean soul, a true character, high intelligence and a wonderful voice. Your clear soprano enchanted everybody. You were a rare creation of our Lord.

De las cartas que el jerarca Nazi Robert Ley dirigía en prisión a su mujer muerta, según se recoje en Interrogations de Richard Overy.

Uno de los debates más recientes sobre el Nazismo, atizado por películas como la reciente Der Untergang, trata sobre la humanidad de sus dirigentes, o dicho de otra manera, hasta que punto seguían perteneciendo a la humanidad personas que fueron capaces de mandar asesinar sin titubear a millones de Europeos (no sólo judíos sino de muchas otras nacionalidades) .

Por supuesto, muchos, entre ellos yo, siempre hemos tenido una respuesta a esa pregunta. Eran tan humanos como cualquiera de nosotros, sin que externamente fuera posible distinguirles de los demas (en palabras de un diplomático ingles: No entiendo como alguien que podía organizar esas fiestas puedo cometer tales crímenes). Una constatación aterradora, puesto que al no haber diferencias, el camino que ellos recorrieron puede ser recorrido por cualquiera de nosotros, y desgraciadamente, si el principio y el final están claros, su transición se produce en tan pequeños grados que resulta casi imperceptible, como demuestra el caso de tantos alemanes que despertaron a la maldad del nazismo demasiado tarde, para ellos y sus víctimas.

Sin embargo, existe otra corriente que utiliza esta misma corriente para llegar a una conclusión completamente contraria. Si los nazis eran humanos, capaces de amar, emocionarse, sentir piedad y solidaridad por otros seres humanos, es que su ideología no es tan mala como los hechos históricos la pintan, y por tanto, si quitáramos los excesos, podría ser perfectamente respetable, asumida por una Europa abierta, ilustrada y tolerantes con todas las ideas.

En este sentido, son ejemplares las cartas que escribiera en prisión Robert Ley, ministro de trabajo del Tercer Reich, y responsable en parte de la deportación a Alemania de trabajadores extranjeros que allí fueron tratados como mano de obra esclava, y en muchos casos murieron de hambre, extenuación o malos tratos. Unas cartas en que Robert Ley intenta huir de los cargos que se le imputan y dialoga apasionadamente (El título de las cartas es Zweigresprachk literalmente charla a dos) con su mujer muerta, en términos de auténtico enamorado, más propios de un adolescente que de un hombre maduro.

La cuestión que muchos se plantearían sería la de como un hombre capaz de hablar tan bien, con tanto amor y tanto cariño, puede ser el responsable de los crímenes que la historia se imputa. Algunas almas cándidas dirán que es imposible, que no entra en caracter, pero si algo me ha enseñado mi pesimismo es que los seres humanos somos capaces de disociar completamente nuestras acciones de sus consecuencias y mentirnos a nosotros mismos.

Por ejemplo, en el caso de Ley, esa historia de amor apasionada, de viudo que guarda la ausencia de su mujer muerta, no es tan romántica como pudiera parecer. Overy nos relata como Ley era un auténtico womaniser y como Inge se pegó un tiro en el 43 tras emborracharse hasta casi la inconsciencia, y sufriendo de una fuerte depresión surgido tras un parto complicado y que la condujo al alcoholismo. Como siempre la vida privada de los seres humanos es todo menos ideal, o lo que es lo mismo sólo se convierte en ideal cuando el tiempo empieza a borrar nuestros recuerdos, o como en el caso de Ley cuando ese estado anterior, cualquier cosa menos ideal, solo se torna deseable como vía de escape ante una realidad mucho peor, en este caso, la prisión y la certeza de ser enjuiciado y condenado, probablemente a muerte, debido a la gravedad de los crímenes en que había participado.

Pero no he respondido a nada. La cuestión sigue abierta ¿Cómo pudo alguien que se revela tan sensible, aunque fuera a posteriori, participar en los crímenes del nazismo? Mejor dicho ¿Cuál era su reacción en el instante que se le exigían cuentas? Además de dialogar constantemente con su esposa muerta, Ley se dedico a escribir largos memorandums sobre como debía organizarse la Alemanía del futuro, en la cual aún creía que sería llamado a participar como dirigente, una cegera compartida por muchos de los jerarcas prisioneros con él. Vale la pena leer ese documento, simplemente porque muestra la ambigüedad moral en la que se movían, o mejor dicho, la manera en que habían llegado a convencerse de sus propias eslóganes y a utilizarlos como justificación y excusa de sus crímenes.

En palabras del propio Ley, en su testamento político.

My Plan
1 Formation of a committe, where Jews and anti-semites, who are honestly determined to follow this road, meet in order to exchange their thoughts an to determine the conditions under which Jews and Germans want to live together.
2 An executive comittee, again consisting of Jews and Germans, who will carry out these agreements.
3 An organisation for education and propaganda to carry out these thoughts into de tiniest village

Hay que comprender la mentalidad nazi para poder decodificar lo que Ley cuenta. Simplemente los nazis suponían que la judería internacional estaba embarcada en una campaña para destruir Alemania, lo cual justificaba cualquier medida que los Alemanes tomasen para defenderse de ese enemigo, de ahí esa necesidad de un comité/conferencia de paz para llegar a un tratado de paz entre ambas comunidades, a lo cual se añadía que el antisemitismo era considerado como un rasgo distintivo y originario de la mentalidad alemana, a la cual los judios eran extraños, de ahí la necesidad de una gran campaña para informar a la población del cambio de política del nuevo partido nazi.

Por supuesto esa conspiración no existía en otro lugar que no fueran las fantasías nazis, y la única conspiración fue la nazi para exterminar a millones de personas inocentes, con el agravante, de que Alemanía, antes del nazismo, ya no había alemanes y judíos propiamente dichos, sino que paradójiamente, eran uno de los países donde más se habían integrado, hasta el extremo de que muchos de ellos combatieron y murieron en la segunda guerra mundial. Es más, en un sistema donde el exterminio de los judíos era conocido por todo el mundo y sus responsables no dudaban en presumir de sus logros, resulta difícil concebir donde podrían encontrar Ley, quien seguramente no estaba en la ignorancia, los judios que participasen en esa conferencia de paz racial, cuando los nazis habían exterminado ya a casi todos.

Como conclusión a esta entrada, hay que señalar que Ley no llegó a sentarse en el banquillo de los acusados de Nüremberg, semanas antes logró suicidarse en su celda. Nunca había sido un hombre brillante y sus propios compañeros de partido tenían muy mal concepto de él. Quizás en esta ocasión, la soledad, el peso de las propias mentiras y contradicciones, la imposibilidad de sustraerse a su destino y sobre todo a la responsabilidad por los actos cometidos, se convirtieron en un peso que no pudo soportar.

jueves, 22 de octubre de 2009

The Bible and the Shovel (y II)

Destruida Israel, ya no le queda simiente.

Estela de Mernephtah, hacia 1208/1209 a.C

Esta estela, descubierta por Flinders Petrie, uno de los arqueólogos míticos de la disciplina, a finales del siglo XIX, constituye la primera referencia escrita de la existencia de Israel. En una fecha, además, extrañamente cercana a la más popular de las fechas propuestas para el Éxodo, la del reinado de Ramsés II, tal y como recogiera Cecil B. de Mille en la superproducción de los diez Mandamientos. Hay otras fechas, no obstante, y diremos algo de ellas antes de cerrar esta entrada.

La cuestión estaría resuelta, por tanto. ¿No es cierto?

No.

La cuestión es que, como bien saben los egiptólogos y los expertos en el Levante del II milenio a.C. En el contexto de las dinastías XVIII y XIX (La Ramesida), no hay espacio físico, para un migración de cientos de miles de personas de Egipto a Palestina.

Desde que los egipcios expulsaran hacía el 1450 a.C a la dinastía extranjera de los Hyksos, que había ocupado el delta del Nilo durante el segundo periodo intermedio, lo que es ahora Palestina, el Líbano y Siria hasta el Eúfratres se convirtió en una colonia Egipcia, con presencia militar continua y dominio completo. De hecho, el peor enemigo de los Egipcios en este periodo, no provendría del Levante, ni siquiera de Mesopotamia, sino de Anatolia encarnado en el Imperio Hitita, que les disputaría Siria y llegaría a adueñarse del Norte de ese país, sellado por un auténtico first histórico, el tratado de Kadesh, en el cual las dos potencias se repartirían en áreas de influencia el mundo conocido.

¿Esta todo claro ahora? Tampoco.

El caso es que el dominio Egipcio directo se redujo a las llanuras costeras y a las líneas de comunicación, quedando las montañas en un estado semiindependiente, y siendo objeto sólo de la atención del imperio, en forma de expediciones de castigo, cuando los montañeses intentaban interferir con la vida de las llanuras. Es más, las fuentes de la última mitad del segundo milenio a.C, nos hablan del fenómeno de los Apiru, traducido por algunos como hebreos, gentes que se sitúan fuera del sistema social de, que viven en las montañas o en el desierto, y que bien se dedican al bandidaje o se alquilan como mercenarios en los ejércitos de las grandes potencias.

Es decir, hay un espacio físico para los Israelitas en el el siglo XIII a.C, pero no como pueblo inmenso que escapa al poder del Faraón, cruza el desierto del Sinaí y conquista Palestina arrasando sus ciudades, sino como tribus parcialmente nómadas, parcialmente sedentarias, que habitan en las zonas marginales de los imperios, en este caso las colinas de Judea y Samaria.

¿Ya está todo claro? Falta un poco.

Como había dicho hacia el 1270 a.C las dos superpotencias de Oriente Próximo se dividen el mundo conocido. Nadie en ese instante podría haber predicho los cambios dramáticos que se producirían hacia el 1200 a.C. Hacia ese año, el imperio Hitita había dejado de existir, arrasado por invasiones externas, las mismas que provocarían el abandono de las colonias levantinas de Egipto, y que casi estuvieron a punto de derribar ese mismo estado, como bien ha quedado conservado en el templo Funerario de Ramsés III en Medinet Habu, donde se representa con todo lujo de detalles como el faraón consigue detener a los ejércitos invasores, los famosos y misteriosos Pueblos del Mar.

Una victoria que si bien salvó a Egipto, constituyó también la constatación de su decadencia, puesto que nunca volvería a recuperar su imperio en Oriente, y en apenas un siglo, las dinastías autóctonas serían reemplazadas por faraones extranjeros.

Habría por tanto aquí, en ese contexto de destrucción, una ventana para la conquista de Palestina por los Israelitas, tal y como se narra en el libro de Josué, sobre todo si se tiene en cuenta que gran parte de las ciudades de Palestina fueron arrasadas por esas fechas.

¿Hemos alcanzado la conclusión? Tampoco.

El caso es que en la lista de los Pueblos del Mar no hay un sólo nombre que se pueda relacionar con Israel y los Israelitas. Más bien al contrario, porque varios de los nombres que allí aparecen son parecidos a los de los filisteos bíblicos, dando la impresión que ellos fueron los responsables de la destrucción de Palestina... y de hecho es por esta época cuando la arqueología constata que aparecen las primeras ciudades filisteas.

Más aún lo que ocurre en el año 1200 no es un fenómeno local, es un fenómeno global, la lista de víctimas de los pueblos del mar no se limita solo a Hititas y Egipcios, abarca tambien las ciudades estado micénicas y sirias, como ilustran las dramáticas cartas del archivo de Ugarit. Lo que sucede en ese periodo es el derrumbamiento de todo un sistema político, el del Templo/Palacio que administra una región rural, y que es producido, en diferentes proporciones, según el estudioso, por su propia decadencia, la emergencia de invasores extranjeros y la rebelión de los pueblos autóctonos sometidos.

Una rebelión, la de los autóctonos, que constituye el único hueco donde podemos meter a los Apiru y al Israel de Mernephtah, en el papel de estos aldeanos seminómadas de las colinas de Palestina que asisten, y en cierta manera colaboran, al derrumbamiento del sistema político del Mediterráneo, y que luego lo conservan en forma de leyendas más o menos deformadas, al estilo de lo que ocurriría en Grecia, con la Iliada y la cultura micénica.

Ahora sí que parece estar clara la cosa ¿Pero que pasa con la otra fecha del éxodo?

Pues que en sí constituye una sorpresa, ya que la fecha popular del éxodo en realidad es bastante moderna, la tradicional, calculando fechas de acuerdo con la Bibllia, queda en el siglo XV a.C justo cuando los Hyksos fueron expulsados de Egipto. La coincidencia es, cuando menos, turbadora, ya que los Hykos provenían de Palestina y todo lector de la Biblia sabe la tendencia de los patriarcas a bajar a Egipto, como ocurrió con Abraham y finalmente con José. Sin embargo, aquí acaban las similitudes, puesto que el éxodo cuenta una historia de liberación del yugo extranjero, mientras que los Hyksos son gobernantes extranjeros expulsados de Egipto.

miércoles, 21 de octubre de 2009

Fascination








He comentado muchas veces mi fascinación por el estudio Shaft, uno de los mejores de la escena de anime actual, la cual se debe en buena medida a lo contradictorio de su productos.

Si lo comparásemos con el resto de estudios a nivel temático, tendríamos que concluir que no es otra cosa que uno más de tantos, empeñados en cebar a los otakus con el complejo kawai/moe que tanto les gusta, repitiendo una y otra vez las mismas fórmulas y soluciones. Sin embargo es aquí donde Shaft se separa radicalmente de sus competidores, incluso de algunos tan egregios como KyoAni, puesto que en primer lugar su mirada es siempre irónica, la del que sabe el material con el que trabaja y no puede evitar señalar sus diferentes estereotipos, trampas y debilidades, buscando que el espectador se ría tanto con ellas como de ellas.

No obstante, y he aquí el segundo punto que caracteriza a Shaft y que le distingue radicalmente de otros estudios, es que el camino que elije para representar este material de segunda categoría, observado y comentado, desde cierta ironía postmoderna es fuertemente experimental. Cada serie de este estudio está llena de sorpresas, sin que se sepa como puede acabar o como van a enfocarlo, puesto que no tienen miedo de mezclar todo tipo de técnicas de animación, de incluir imagen real, de romper la secuencia de los planos, insertar texto, incluir símbolos que refuercen el mensaje o de jugar con las limitaciones del medio, señalándolas y utilizándolas en su propio beneficio.... o incluso demostrando a veces que si tuvieran el presupuesto adecuado podrían realizar full animation que rivalizase con lo mejor que puede verse ahora.

Si esto lleva a que series completamente intrascendentes como Natsu no Arashi, se conviertan en un auténtico placer visual, una vez pasadas por el flitro de Shaft, cuando el material de partida es realmente valioso llegan a tocar el cielo, como es el caso de la serie Bakemonogatari, ilustrada en esta entrada, la mejor serie de este verano y de la producción de Shaft, basada en una serie de novelas cuyo mayor valor es la química entre la pareja protagonista, en una continua esgrima verbal y mental como pocas veces se ha visto en la pantalla y que en la adaptación visual de Shaft es realmente memorable.







Una relación madura, compleja y excitante, que a pesar de establecerse entre dos adolescentes, se aleja completamente de la ñoñería y la supuesta inocencia (e impotencia) de la que el resto de las series se alimenta, rumía y deglute.

martes, 20 de octubre de 2009

Brought back to Life


Leía hace unos días en El Paós, como la estatua de Nefertiti ocupaba ya el lugar de honor del Neues Museum en la mítica isla de los Museos Berlineses. Ese dato me llevó a consultar como iba a quedar finalmente organizado ese espacio, cuyos museos, el Bode, el Neues, el Altes , el Pergamon y la Alte NationalGalerie, prácticamente resumen la historia del genero humano, para llevarme la agradabilísima sorpresa de encontrar que la entrada a la colección arqueológica dedicada al Oriente Pr´pximo en el Pergamon iba a a estar presidida por la reconstrucción de la entrada al templo de Tell Halaf.

¿Y qué es Tell Halaf? se preguntarán los escasos lectores de este blog.

Para cualquier aficionado a la arqueología, Tell Halaf es un lugar mítico. No es ya que la cerámica de uno de sus estratos sirva de fósil director para todo un periodo prehistórico de la región, es simplemente que cuando Max von Oppenheim excavó el lugar a principios del siglo XX descubrió un impresionante palacio de comienzos del primer milenio a.C, decorado con esculturas gigantescas que no tenían igual conocido en la región, como la mostrada en la fotografía que encabeza esta entrada, tomada in situ cuando se descubrió la pieza.

Además, Max von Oppenheim no es un cualquiera en la historia de la arqueología, se podría decir que es uno de las personalidades reales más cercanas al personaje ficticio de Indiana Jones. Antes de ser arqueólogo, Oppenheim había sido aventurero, y había recorrido Oriente Próximo por entero, mezclándose con los habitantes, vistiendo sus ropas y aprendiendo la lengua y las costumbres. Su transición de aventurero a arqueólogo fue casi casual y se debió a haber escuchado un rumor, en uno de sus viajes, de unos campesinos que habían desenterrado unas estatuas colosales al cavar una fosa para un muerto. Tan extrañas y enormes eran las figuras, que los campesinos aterrorizados, las habían vuelto a cubrir, temiendo que fueran demonios.

La leyenda continua con Oppenheim indagando el lugar donde se había producido los hechos, haciéndose amigo de los lugareños y, ya integrado, preguntándoles directamente donde se había producido el hallazgo, cosa que éstos se apresuraron a negar, y ante la insistencia de Oppenheim, llegaron incluso a jurar sobre el Corán que aquello nunca había tenido lugar. Aquí es precisamente cuando se produce el elemento más novelesco de la historia, pues nuestro arqueólogo no dudo en acusarles de perjurio y, cuando los lugareños ofendidos desenvainaron sus cuchillos, añadir que encima iban a quebrar las leyes de la hospitalidad, ante lo cual, vencidos por el tenaz alemán, confesar donde estaban las estatuas buscada.

Es en este momento, cuando Oppenheim, tan parecido a Indiana, nos demuestra lo distinto que es un auténtico arqueólogo de la ficción cinematográfica, pues cuando los aldeanos desenterraron las primeras estatuas se dio perfectamente cuenta de la importancia del hallazgo, con lo que en vez de excavar para llevarse unos cuantos objetos, prefirió volver a enterrarlos, dirigirse a Berlín y allí organizar una expedición en toda regla, con la que pudiese reconstruirse, catalogarse y conservarse lo allí encontrado.

No era para menos, puesto que lo allí hallado bastó para que en Berlín se crease un museo especial para Tell Halaf, donde se podía admirar la grandeza de aquel palacio del primer milenio, rescatado del olvido 3000 años más tarde.

Pero aquí es donde entra la locura del ser humano, porque llegó la segunda guerra mundial, y en su curso Berlín fue bombardeada con tal rigor por los aliados que apenas quedó de ella piedra sobre piedra, y aún lo que quedó en pie sería destruido en la lucha sin cuartel contra los rusos en la última quincena de la guerra . Muchos de los tesoros artísticos de Berlín fueron puestos en lugar seguro, especialmente los de la isla de los muesos, y gracias a ello, podemos ahora admirarlo, pero el museo de Tell Halaf fue alcanzado y arrasado por las bombas aliadas antes que fuera evacuado, reduciendo sus estatuas milenarias, lo que tiempo había respetado y las arenas conservado, a escombros.

Podía haber sido el fin de la historia de Tell Halaf, pero no lo fue. En una labor detectivesca, llegada la paz, se cribaron los escombros del museo y separaron los fragmentos identificables de las antiguas estatuas, para volver a recomponerlas.

Para volver a traerlas a la vida por segunda vez.

domingo, 18 de octubre de 2009

Giving Evidence (y I)

The whole thing took place in a rather large hall. There was an entrance, an when you came in there there was a round table at which sat several officials, and they registered you. They would hand you and envelope which had a sheet of paper on it; and there were two circles in it, a large circle and a small circle, and you were supposed to make a cross in one of the circles, the larger meaning yes, and the smaller meaning no. Then at the end of this hall was a telephone booth, and you were supposed to go in there, make your cross, put the ballot in the envelope and drop it in a box which was provided at the end of the table. It was handled in this manner. However, when somebody came in, the official would greet him with 'Heil Hitler', and then give him the ballot and they said 'You are voting yes and there is no reason to go into the booth at the end of the hall'; and everybody would make a cross in the larger circle. Then they would give the ballot to the official and he would put it in the envelope, and put it in the box. Nobody dared to go to the booth in order to vote secretly.

Albert Göring, hermano del jerarca Nazi Herman Göring explicando a los interrogadores aliados como se llevó a cabo el pleibiscito de anexión de Austria al Tercer Reich , según se recoge en Interrogations de Richard Overy.

En el verano y otoño de 1945, un grupo de oficiales, juristas e investigadores aliados se dedicaron a interrogar a los jerarcas nazis que habían caído en su poder, para intentar descubrir los cargos de los que podían ser acusados y desentrañar tanto la estructura de poder del Reich como los crimenes que pudiera haber cometido, llevando un registro taquigráfico de las conversaciones, de forma que pudieran ser utilizadas como prueba en un posible juicio posterior. Como bien señala Richard Overy en su libro Interrogation, esto constituyó una afortunada casualidad histórica. Nunca antes o después se ha tenido la oportunidad de entrevista a la casi completa alta jerarquía de un régimen cuando los acontecimientos en los que habían tenido parte estaban aub frescos, lo cual, unido a que los archivos oficiales del Tercer Reich cayeron prácticamente intactos en manos aliadas, ha permitido un conocimiento íntimo y profundo del funcionamiento de ese régimen.

Por supuesto, y dado que los entrevistados sabían que se enfrentaban a un juicio y a una más que posible condena a muerte, sus reacciones fueron muy diversas, y muy pocos se mantuvieron a la altura de la imagen de dureza y valentía que el militante nazi había proyectado al mundo como símbolo de su régimen. Unos, como el ministro de exteriores Joachim von Ribentrop, responsable del pacto de no agresión entre la URSS y el tercer Reich, o el ministro del interior, Wilhem Frick, negaron todo conocimiento y participación en los posibles crímenes de los que se les acusaban, incluso en aquellas acusaciones que pertenecían a su jurisdicción, lo cual más de una vez hizo estallar a alguno de sus interrogadores, incapaz de creer que unos altos funcionarios del sistema desconociesen lo que realizaban sus mismos subordinados. Otros como el general Heinz Guderian o el mismo Alfred Jodl, se las apañaron para crear el mito de que el ejército alemán se había comportado siempre de forma honorable y que todas las atrocidades habían sido cometidas por las SS y el partido, aun cuando cada uno de ellos había recibido sustanciosas recompensas del Führer y no se habían negado a firmar las ordenes que decretaban el asesinato de judios, prisioneros o represalias contra la población civil en la que se estipulaba la ejecución de 100 civiles por cada alemán muerto.

Los hubo también que se refugiaron en una amnesia real o fingida, como Rudolf Hess, o que fueron cayendo en un estado progresivo de locura culminada en el suicidio, como en el caso del ministro de trabajo Robert Ley, pero que antes se había dedicado a escribir largas cartas a su mujer muerta como si estuviera aún viva, o a trazar complejos planes de reconstrucción y reconciliciacón para la Alemania de postguerra, en los cuales esgrimía como argumentos la misma falsa propaganda que ellos mismo habían creado.

Pero el caso más interesante fueron aquellos que decidieron colaborar con los aliados y respondieron con todo lujo de detalles a las preguntas de sus aliados, descubriendo así la estructura completa del régimen nazi. Unos como Albert Speer, encargado de la producción bélica de los últimos años del conflicto, lo hicieron de forma interesada, intentando transmitir la idea de que eran unos simples tecnócratas que nunca se habían metido en política, y fueron testigo involuntarios de las crueldades del régimen, mientras que otros, como Dietrich Wislicieny, ayudante de Adolf Eichmann, y por tanto uno de los responsables del exterminio de los judios europeos, Otto Olhendorf, comandante de uno de los Einsatzgruppen que en el verano otoño 1941 eliminaron a los judíos sovieticos, o Rudolf Höss, comandante del campo de Auschwitz, lo hacían con el orgullo del profesional que quiere presumir de un trabajo bien hecho y que es incapaz de ver en que puede haberse equivocado.

Pero por supuesto, todo esto ya es muy lejano, mucho más aún para nosotros, habitantes de democracias donde la libertad parece tan normal que hemos acabado por no darle importancia, de manera que ahora se pueden escuchar demasiadas voces que intentan, o bien exculpar a los criminales de antaño o demostrar que el régimen nazi, sus objetivos políticos, eran en cierta manera normales y aceptables, excepto por la radicalización producido por la guerra.

Por eso es importante el testimono que he reproducido arriba, realizado por el hermano de Hermann Göring, opuesto al nazismo y que sólo se salvo por la intervención personal de su propio hermano, comandante de la Luftwaffe y segundo en el orden de sucesión del Fúhrer, en el cual explica como se llevaban a cabo esos pleibiscitos nazis donde el Sí ganaba por porcentajes del 90%, y que muchos ofrecen como prueba de que el nazismo era mayoritariamente apoyado por los alemanes, reproduciéndo, voluntaria o involuntariamente, el argumento nazi de que Alemania era Nazismo y Nazismo era Alemania

O como la coacción, la amenaza y el miedo, llevaron a muchos a callar, temerosos de que la violencia del régimen, tan patente para ciertos sectores como judíos, gitanos, asociales o enemigos políticos, acabase dirigiéndose también contra ellos.

sábado, 17 de octubre de 2009

Sex and Life


Resulta curioso y en cierta manera terrorífico comprobar como ciertos hábitos y usos mentales aprendidos en la niñez y juventud siguen actuando de manera subsconciente en la madurez, incluso después de muchos años de haber sido abandonados voluntariamente.

Así ocurre que hace ya tiempo que dejé de ser cristiano y creyente, aunque, para que conste en acta, sin guardar ninguna animosidad frente a esa religión, pero nunca he sido capacidad de desprenderme de ese temor, mezclado con repugnancia, que esa religión guarda frente al cuerpo humano y la sexualidad, de manera que, en forma involuntaria, la representación explícita de las actividades reproductivas me hace sentir violento, a menos que se disfrace, desplace o distorsione, aun cuando como en todos los asuntos humanos, la exposición cotidiana al mismo estímulo produce que su efecto se atenúe.

Además, no ya en el cristianismo sino en la sociedad en la que crecí, aún profundamente tradicional a pesar de tanta revoluciones sociales y culturales, la representación explícita de las actividades sexuales parecía ser un monopolio masculino, de manera que estos productos eran siempre creados por y para los hombres, haciendo parecer que a la esencia de esas visiones pertenecía la violencia y la humillación, como elementos indisociables de ellas y tornando asimismo aparentemente imposible que esa narración directa y sin tapujos de las actividades amatorias pudiera provenir de una mujer.

Por todo lo anterior, parte de los cortos animados de la directora lituana Signe Baumane han supuesto un autentico shock para mí, en el mejor de los sentidos, ya que han servido para derribar ciertos prejuicios míos que suponía ya fenecidos desde hace tiempo. El caso es que como la misma Signe confiesa en el documental que acompaña a los cortos, ella, como dicen que nos ocurre a los hombres, no piensa más que en el sexo, lo cual imbuye sus cortos que lo presentan con la misma energía, la misma franqueza y la misma potencia, por así decirlo, que lo haría un hombre, como una fuerza inextinguible que es imposible dominar y la cual se entregan todas las criaturas, sin excepción, aun cuando haya que arriesgar la propia existencia.

Una claridad y una sinceridad, que no evitan, al mismo tiempo, el humor más descarado, ése que elimina la seriedad de cualquier asunto que se supone trascendente, convirtiéndolo en normal, cotidiano e incluso rutinario, o el giro hacia la poesía, eliminando, como digo, de esas representaciones explícitas toda carga de violencia o humillación.

Proclamando la alegría del sexo, en definitiva.

jueves, 15 de octubre de 2009

No Wall (y III)













Hay otra virtud, para mí, importantísima, en la forma que la serie Mushi-shi (ya saben, aquella con la que les vengo dando la lata desde hace unas semanas) aborda el material fantástico sobre el que construye sus historia.

Simplemente que lo hace desde el punto de vista de la narración popular.

¿Y en que consiste ese punto de vista? Pues básicamente en su sencillez. Esas historias han pasado por tantas bocas, han sido contadas en tantas situaciones que cualquier añadido ha sido eliminado, todo lo innecesario cortado, de forma que se han convertido en el cañamazo sobre el que el contador de cuentos experto puede tejer un tapiz completamente nuevo, convirtiendo por una noche en propio y original lo que pertenece a la comunidad entera y se supone conocido, memorizado, sería la palabra, por todos.

Pero hay otra característica aún más importante, aquella que comparte Mushishi con esas narraciones, y que emerge de esa misma sencillez, de ese esfuerzo por simplificar que destila estas narraciones hasta convertirlas en auténticas quintaesencia. El simple hecho de que no hay barreras entre lo natural y lo sobrenatural en la forma en que la historia se presenta.

Señálese lo anterior: en la forma en que la historia se presenta. En el cuento popular, no suele haber transiciones entre lo real y lo fantástico. Nunca se nos anuncia como extraordinario. Los palacios encantados, los dragones, las hadas, las ciudades subterráneas y submarinas, coexisten con las gente y las situaciones realistas, con la pobreza y la sociedad, sin despertar sorpresa ni en los oyentes, y esto es lo importante, ni en los protagonistas, que contemplan ese mundo fantástico con los mismos ojos que su mundo cotidiano, como si ambos fueran el mismo mundo, regidos por las mismas reglas e incapaz de existir el uno sin el otro.

Ese efecto de naturalidad en lo extraordinario, tan distinto de los acentos y los sustos de las producciones contemporáneas, tan preocupados por resaltar la diferencia, consigue que el oyente (y todo cuento popular presupone un oyente aunque su formato sea el de las imágenes en movimiento) se vea inmerso completamente en ese mundo, tan alejado del suyo, pero al mismo tiempo tan cercano, y se vea sacudido por los sucesos que allí ocurren, puesto que podrían ocurrirle a él mismo, habitante del mismo mundo que los protagonistas, y expuesto por tanto a encontrarse con lo maravilloso en cuanto diera la vuelta a la esquina.

Una maravilla que, nuevamente al contrario que las producciones fantásticas de ahora, puede nuevamente tornarse en realidad cotidiana, borrando una otra vez las fronteras entre lo natural y los sobrenatural, que pueden cruzarse en ambos sentidos con completa facilidad, provocando que aún hoy, en tiempo de escépticos y descreídos, el espectador sensible pueda sentirse como sus antepasados de antaño, aquéllos en que los bosques, los mares y los campos estaban habitados por todo tipo de divinidades, que no desdeñaban, sino que buscaban, el contacto con los humanos.