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domingo, 7 de diciembre de 2008

Money is everthing




Uno de los rasgos que me fascinan del cine mudo, es que nos obliga, 80 años tras su desaparición, a volver a aprender a mirar, lo cual es primordial en estos tiempos de cansancio cinéfilo y manierismo autorial...

Así, viendo estos dos fines de semana (ya diré porque han sido necesarios dos fines de semana) la cinta de 1928, L'argent de Marcel L'Herbier, me encontraba una y otra vez con planos que rompían las reglas establecidas, como es el caso de los que encabezan esta entrada. Un hombre que camina abatido por la calle y cuya atención es atraída por un elemento fuera de plano, que se nos muestra a continuación.

Hasta ahí bien, pero si nos fijamos bien, el plano ilustrativo no coincide con lo que los libros nos marcan por una simple cuestión de ángulo, ya que el espectador normal hubiera esperado ver la entrada del café como si fuera el personaje retratado, o como alguien que estuviera cerca, es decir, desde bajo y desde la izquierda del plano, puesto que el personaje mira a la derecha y hacia arriba. Como mucho, hubiéramos esperado un plano desde el café que no mostrará al protagonista, pero nunca un plano que filmara el café desde arriba y un poco a la derecha, desde un punto en el que nunca puede haber nadie mucho menos el protagonista.

Un ángulo de visión que puede parecer arbitrario, sin lógica alguna, excepto porque es necesario para la narración, ya que nos muestra como es el café por dentro, nos lo describe eligiendo el punto de vista que nos permite verlo por entero... a nosotros los espectadores, los invitados a presenciar la historia, no a los protagonistas que lo visitan cotidianamente y cuyo punto de vista, cansado y rutinario, no nos aportaría nada nuevo.

Pero vamos a dar una vuelta de tuerca más. He hablado de ese reaprender a ver al que nos obliga el cine mudo y puede parecer que estoy creando un abismo infranqueable, reservando a ese cine el papel de la reliquia apolillada que sólo saca de su relicario en las ocasiones señaladas para luego volverlo a esconder inmediatamente.

No obstante cuando examinamos esta película, y muchas de aquellos años finales del mudo, nos encontrarnos con que su constantes estéticas son extrañamente cercanas a las de ahora mismo. No es ya que tiendan a ser de metraje inverosímil, acércandose a las tres hora o más en muchas ocasiones, es que su cámara tiende también a ser una cámara móvil y acrobática, siempre presente y siempre protagonista, al igual que sus montajes, atentos y alerta a las asociaciones de imágenes y a los segundos y terceros significados que en ellas anidan.

¿Cine efectista entonces? ¿Cine que sólo aspirar a demostrar las virguerías que se pueden hacer con el material? Podríamos pensarlo así, engañados por nuestros propios errores, sino fuera porque maestros del cine ascético, como Dreyer, rodaron en aquellos años obras que comparten la misma efervescencia, el mismo ritmo visual implacable sin descanso para el espectador, como es el caso de La Passion de Jeanne d'Arc.

Entonces ¿Qué es lo que distingue a estas producciones de antaño de las de ahora mismo? L'argent es ejemplar en ese sentido. A pesar de su duración, casi tres horas, es imposible encontrar un minuto de más en ella, mejor aún lo que se quiere es volverla a ver para atrapar todo lo que no ha sido posible percibir en el primer visionado, que es mucho. Toda la cinta está sometida a un ritmo electrizante, con repentinos movimentos de cámara que siguen y persiguen a los personajes, giran para incluir o hacer desaparecer en el plano, montan en paralelo tres o cuatro acciones separadas comparándolas y oponiéndolas, las superponen para construir un flashback o resaltar su simultáneidad, o la componen en el mismo plano, utilizando sombras y espejos.

Lo que podríamos equivocadamente llamar el A,B,C del efectismo, sino fuera porque todo ese arsenal de trucos sirve para reflejar el estado anímico de los personajes y de su mundo. La fiebre por conseguir dinero, que devora a cada uno de ellos, pero sin el cual nadie podría vivir en este mundo.

Con esto llegamos al último salto mortal que involuntariamente propone esta película, y que conecta presente, pasado y futuro en un continuum del que no podemos escapar. La novela homónima de Zola describía una quiebra bancaria en tiempos del segundo imperio, desencadenada por la ambición irresistible de su protagonista y el orgullo suiciida que le llevaba a creerse indestructible, a salvo de cualquier contratiempo y derrota. La película se rodó y estrenó apenas un instante antes antes de que el sistema económico y político mundial se fuera al garete arrastrado por el crack del 29. Yo la he visto, al final de este año, cuando la discusión no es ya si hay crisis o no, si no si esto es una recesión, de algunos años de duración, o una depresión, sin final previsible.

Y como constante, el dinero y la ambición humana.

2 comentarios:

  1. Justo yo me disponía hoy a ver L'Argent, pero de otro director y otro novelista, francés y ruso respectivamente. Estoy a la búsqueda de asociaciones ascéticas pero no espirituales, formalistas....cualquier cosa para ponerle el lazo. Espero que el "Criterion Eclipasdo" no venga vía Amazon. A mi me han dejado sin mis regalos navideños, pues están de un lentitud con Europa....

    Los análisis lo desvirtúan todo. Empecé mi análisis con grandes dosis de simpatía y ahora, no somos enemigos pero tenemos nuestras disputas. La intentio auctoris, intentio operis, intentio lectoris.... Al hilo, si analizas Sunrise de Murnau también se puede llegar a la conclusión que no hemos avanzado un carajo, a tenor de los medios de los que disponen los cineastas y demás. Quizás sí que a la narrativa cinematográfica (jóvenes cineastas a los que amenazan con el suspenso para llevarlos a la filmoteca) le vendría bien un chapuzón silente. Sin embargo, ahora se lleva más lo minimalista, los tiempos muertos. Donde dije digo, digo Diego elevado a la potencia.

    Tomás

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  2. Supongo que El dinero que va a ver es el de Bresson. Grandísima película que hace en tono menor lo que está hace ent tono mayor...

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