Tenía pensado aprovechar la tranquilidad de esta temporada de anime para recuperar alguna entrada preparada ya desde hace meses (la adaptación de Air que realizó la Toei en el 2005 al mismo tiempo que KyoAni estrenaba la suya) o continuar con la serie Give me a thousand kisses... pero desde hace unos días vengo viendo en los túneles del metro de Madrid el anuncio del próximo blockbuster con ínfulas de importante basado en el último bestseller con pretensiones no menores.
Hablo por supuesto de El niño con el pijama de rayas y la escena ilustrada es esta.
Una escena que a cualquier persona que sepa un poco de la segunda guerra mundial le provoca el reflejo pavloviano de tirarse de los pelos, por su absoluta inverosimilitud. En primer lugar, los cercados de los campos de concentración (y en especial de los big ones como Auschwitz) estaban electrificados para impedir la fuga, con lo cual los prisioneros se cuidarían mucho de acercarse a ellos, excepto aquellos que buscasen el suicidio como medio de escapar del infierno en la tierra al que habían sido arrojados, como es el caso ilustrado
Pero aún hay más, en la parte interior de la alambrada se creaba una tierra de nadie, cuyo límite se marcaba con una cuerda casi al ras, para así evitar que los prisioneros pudieran acercarse a la alambrada y encontraran un ángulo muerto desde el cual no fueran visibles desde las torres de vigilancia. Un espacio prohibido para los prisioneros y en el cual los vigilantes tenían permiso para disparar sin previo aviso a cualquiera que se internara ahí... y donde a veces los guardianes, para divertirse un rato, obligaban a uno de los prisioneros a entrar, para comprobar si podía esquivar las ametralladoras. Sin contar claro está, con como el terreno circundante era desbrozado de toda vegetación, para impedir que, en algún traslado, los prisioneros pudieran encontrar refugio en los bosques con un rápido sprint.
Simplemente, por mostrar un término de comparación, basta recordar la película de Spielberg The Empire of the Sun, basada en los recuerdos de J.G.Ballard, internado de niño en un campo de prisioneros japonés, y como se nos describe esa tierra de nadie, ese espacio a ambos lados de las alambradas, como un territorio peligroso, más que eso, un lugar donde su vida no valdría nada si fuera encontrado allí, nada que ver con la tranquilidad que nuestros niños, con y sin pijama, se encuentran. Un encuentro aín más inverosímil si consideramos que los nazis consideraban a los judíos como elementos infecciosos, portadores de una peste moral similar a la portada por las ratas medievales y de cuyo contacto había que huir, manteniendo a esos vectores, bien en cuarentena en los ghettos, o eliminándolos con veneno (y no deja de ser cruel que el Zyklon B que se utilizaba en Auschwitz fuera originariamente un raticida). Un idea que se inculcaba a la fuerza en las cabecitas de los pequeños alemanes durante el nazismo, y que explica en parte la crueldad y falta de humanidad con que sus soldados rasos se comportaban.
Un detalle, este de la fidelidad histórica que puede parece trivial para algunos, pero que para mí es determinante, y me basta para no tener ni ganas ni deseo de ver la película o leer el libro, puesto que está claro que el escritor no se propone explicar el holocausto o meterse en la piel de los prisioneros, sino simplemente crear un bestseller cuyo impacto se amplifique por eso de tratar grandes temas. Un tema el de la falta de realismo, que no me importaría en una obra de fantasía, pero sí en ésta que se está vendiendo como lección para pequeños y mayores, puesto que lleva a propagar falsas imágenes del holocausto, y a crear falsos mitos.
Y es que las versiones cinematográficas del Holocausto siempre se han caracterizado por su falta de precisión, cuando no por su irresponsabilidad y su inconsciencia. Así tenemos como la homónima serie Holocausto de los 70, era simplemente una soap opera disfrazada de reconstrucción histórica, donde los judíos a punto de ser ejecutados se comportaban como filósofos grecorromanos que elegían el suicidio como forma de protesta política... o el caso hiriente del propio Spielberg en Schindler's List, donde un convoy de judíos era enviado a Auschwitz, introducido en las cámaras de gas y allí sometido a una ducha caliente, algo realizado expresamente para que los protas no murieran y el público pudiera respirar aliviado tras el suspense, pero que parece casi sacado de los argumentos de los historiadores revisionistas, según los cuales las cámaras de gas eran precisamente duchas.
No es de extrañar, por tanto que cuando Lanzmann rodara su monumental Shoah, decidiera conscientemente no ya realizar reconstrucciones de los hechos narrados, sino incluso evitar incluir imágenes documentales.
Para evitar vulgarizar la tragedia.
Es pretencioso. Para eso que hagan peliculas sobre el espacio y el siglo XXIV... o sobre la guerra civil pero preguntando a sus abuelos... que abran un libro...
ResponderEliminarUno deberia pensar que en tiempos de internet es mas facil acceder a ese tipo de informacion, pero parece mas facil que nunca excusarse en "es que no trato de transmitir realismo sino emociones"...
La duda ofende
Básicamente, pero vamos, para leer crónicas literarias del holocausto no hay que irse a lugares escondidos, basta pillarse lo que escribieron Kertesz o Levi...
ResponderEliminar...y prepararse a pasar unas noches de insomnio, no por la descripción de las atrocidades, sino por las implicaciones morales del asunto.
Evitar reconstrucciones históricas es más cómodo, además no podrías hacerla. Los absurdos que plantea el pretendido exterminio en cámaras de gas son científicamante insuperables. holowiz.blogspot.com
ResponderEliminarImposibilidades científicas...
ResponderEliminarNo quiero parecer poco educado, pero el método utilizado en Auschwitz era de lo más sencillo, concentrar a gente en una habitació hermética, arrojar el producto venenoso y esperar a que muriese la gente.
De hecho, es el mismo que utilizan los exterminadores de plagas, o cualquiera de nosotros, a la hora de acabar con los insectos domésticos o pequeños mamíferos, como demuestra que el Zyklon B de Auschwitz fuera en su origen un matarratas.
Además el método con Zyklon B no era el único, en Teblinka se utilizaba C02 conectando el tubo de escape de un motor de submarino a la "supuesta" ducha, un método que no era más que una evolución de los camiones/cámara de gas utilizados en Polonia y en Rusia, o de los métodos utilizados para "vaciar" los siquiátricos alemanes, un hecho reforzado porque los técnicos de esa operació, el grupo T4, fueron luego los que se encargaron de montar los campos de exterminio.
Pero bueno, hay que leer quizá un poquito más, por ejemplo, la monumental The Destruction of European Jews, de Raoul Hilberg, producto de más de cuarenta años de investigación.
Pero me temo, que nada de esto le convencera, Sr. Holowitz, así que mejor dejamos aquí cualquier posible debate.