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martes, 30 de septiembre de 2008
Give me a Thousand Kisses (y II)
Como ya señalé al principio de esta serie de entradas, me encuentro revisando la serie del 2006 Simoun, que me fascinó tanto en su momento como para motivar varios revisionados posteriores. Parte de esa fascinación mía la expliqué ya en la entrada que originó esta serie, pero como suele ocurrir en estas anotaciones a vuelapluma que constituyen la esencia de un blog, demasiados detalles y motivos se quedan en el tintero.
Uno de ellos es el ilustrado en las capturas que abren esta entrada, una constante de esta serie que fue las determinantes a la hora de considerarla como favorita y que una y otra vez se me olvidada citar (o no citaba en su justa medida), hasta que una discusión de la semana pasada sobre las posibilidades de la animación por ordenador (distinta de la 3D y los CGI) coincidió con mi revisado de los capítulos centrales de Simoun y me llevó a utilizar las capturas que han podido ver al principio.
¿Y qué hay de importante ahí, se preguntarán? Pues simplemente que se ha reproducido con el ordenador, esa máquina precisa y matemática, los efectos imprecisos que se producen al utilizar el pincel (amplíen cualquiera de ellas para comprobarlo), con la huella de las cerdas y los borrones propios de interrumpir la trayectoria de la pincelada y detenerse un instante.
Más aún, ese efecto pictórico, que no fotográfico, se ha llevado al extremo de reproducir las diferentes horas del día a través de la iluminación en las nubes, llegando como en los mejores pintores figurativos, a poderse estimar el momento en que fue "pintado"... lo cual es una doble paradoja, puesto que ni está pintado, ni es un trabajo a plein air que busque capturar un instante irrepetible, sino completamente de estudio, al tratarse de imágenes confeccionadas en el ordenador.
Y por concluir he hablado de pictórico, no fotográfico, porque a pesar de ese hiperrealismo evidente que niega la simulación de la pincelada, los efectos de luz, las bruscas zonas luminosas adyacentes a zonas completamente obscuras, pertenecen a esas regiones visuales que sólo nuestro ojo puede percibir y la pintura reproducir, pero no la fotografía, a menos que nos adentremos en las regiones del Photoshop... que dado el desarrollo de la fotografía digital empiezan a convertirse en las regiones de la fotografía.
Pero, obviamente, la serie no se limita a una secuencia de estampas, por utilizar una frase de esas famosas, el macrocosmos se refleja en el microcosmos, y así ocurre que ese detalle, podríamos decir que excesivo que su utiliza en describir el mundo en que el viven los personajes, se utiliza también a la hora de describir sus relaciones, como ocurre en esta reconciliación entre dos de ellos...
...y que termina con uno de los detalles más hermosos que recuerdo, puesto que nos señala lo que esa reconciliación ha supuesto para uno de ellos, sin que sea necesario para ello decir una sola palabra y baste simplemente con un par de planos.
Hace algunos anyos y sin que sirva de precendete, jugue al juego The Legend of Zelda: Windmaker, en el que un cielo perfectamente definido con Cel Shade, evocaba los diferentes momentos del dia, incluyendo inclemencias meterologicas. A pesar de que noche y dia es un recurrente en juegos de rol, el artificio era tal, que la sensacion de paz (y las horas empleadas en el juego) no hacian mas que crecer... sobra decir que no soy habitual en este tipo de juegos, pero gracias David por refrescarme la memoria indirectamente...
ResponderEliminarEs algo en lo que los artistas orientales son maestros, en la representación de las horas del día y las épocas del año. Yo también me he quedado fascinado con esa impresión de que el tiempo realmente transcurre...
ResponderEliminar...todo lo contrario de muchas producciones occidentales, donde parece que sólo hay dos momentos, el amanecer y la noche cerrada...