En el Reína Sofía de Madrid, se acaba de inaugurar una interesante exposición dedicada al arquitecto Le Corbusier. Interesante no por las pinturas y esculturas allí expuestas, sino por el modo en que han sido expuestas, intentado reproducir las teorías arquitectónicas del artista.
Nada mejor que un ejemplo, para entenderlo mejor.
En las afueras de París,en el barrio de Auteil, se encuentra la villa Roche-Jeanneret, un edificio cuyo aspecto exterior puede llamar a engaño, ya que está estructurado como una serie de cajas de hormigón y cristal, formando lo que puede parecer un edificio de oficinas convertido en "máquina de vivir". Sin embargo, Le Corbusier, a pesar de su afiliciación al movimiento internación, ése racionalismo arquitectónico en gran medida inhumano, donde tenía que ser la persona quien se adaptase al edficio, y no al revés, es un maestro de la sorpresa, de manera que sus edificios más matématicos e ideales, acaban convirtiendose en orgánicos y fractales, simulando el (falso) azar y desorden propio de las colonias coralinas.
Así, segun entramos al edificio, que como ya he señalado parece un prisma rigurósamente organizado en tres plantas, no sorprende encontrarnos con un espacio vacío, un hueco que ocupa todo el edificio y que llega hasta el techo, obligándo a que el visitante se prgunte, sorprendido, donde está la vivienda, mejor dicho, como se puede vivir ahí.
El secreto está a ambos lados. En uno se encuentran las escaleras, que nos permiten pasar de bajo al primer y segundo piso, descubriendo en cada nivel, las estancias dedicadas a las actividades de servicio, junto a un pasarela que permite cruzar el espacio vacío y pasar a lo que podría ser la zona noble de la vivienda.
Detengamonos un instante. Normalmente, una vivienda se suele estructurar casi como una pirámide, en la que el número de habitaciones se reduce con la altura, para dejar paso a terrazas y miradores. Aquí, debido a la forma cúbica de la vivienda, la piramide es el espacio vacío interno del que hablaba, semejante a una caverna natural, mientras que los pisos van haciéndose más amplios con la altura, permitiendo que la vida normal se realice en esos niveles superiores.
No sólo esto, porque, aunque no lo haya dicho la planta del edificio es más bien la de una L, con un segundo prisma sustentado sobre pilotes y adherido formando ángulo con el prisma principal... y que para mantener la estructura fractal está a su vez hueco, ocupando ese vacío por entero las dos plantas que forman su altura.
Sólo que está vez no hay escaleras, sino una rampa que une los dos niveles, y que se enrosca en en tres de las cuatro paredes, de forma que el nivel inferior sirve de biblioteca/área de exposiciones/refugio quedando a cubierto de la luz directa y de miradas indiscrtas, ya que las fuentes de luz están en el nivel superior , y quedando este como salón/lugar de esparcimiento, con amplias vistas tanto al interior y el exterior.
¿Porqué esta descripción? Porque este contraste entre exterior racional, ordenado, frio, y un interior laberíntico, orgánico y vivo, se repite a pequeña escala en la exposición del Reína Sofía.
En efecto, ella está encerrada en piso segundo del prisma que constituye la ampliación de Jean Nouvel. Sin embargo, y contra lo que se podría esperar, al entrar en el area de exposición, no nos encontramos con lo habitual, una serie de habitaciones que sólo se pueden recorrer de una manera y un sentido, al contrario, una serie de paneles en L, nos ofrecen varias entradas, diferentes caminos, que terminan en callejones sin salida o se unen con otros anteriores, obligando al visitante a acepter, por así decirlo, el riesgo de perderse como en un laberinto, y donde hay que aventurarse y explorar.
Un manera de ser expuesta que recuerda tanto a las colonias animales, aparentemente caóticas pero perfectamente ordenadas, como al caos de callejas y callejuelas de las ciudades medievales, donde era muy fácil perder las referencias de la ruta y extraviarse... algo que aparte de por una planta laberíntica, se refuerza en esta exposición por lo tejados a dos aguas que unen los paneles y que tapán la visión del conjunto.
Hasta que llega uno al centro, y cómo en un fractal, descubre repetida a menor escala la estructura exterior, pues nos encontramos con un prisma de dos alturas unidas por una rampa, el piso inferior dedicado a la exposición y sin luz directa, y el piso superior dedicado al esparcimiento y la observación.
El único lugar desde donde puede verse el conjunto entero, hacerse una idea de su diseño y comprender su finalidad.
Nada mejor que un ejemplo, para entenderlo mejor.
En las afueras de París,en el barrio de Auteil, se encuentra la villa Roche-Jeanneret, un edificio cuyo aspecto exterior puede llamar a engaño, ya que está estructurado como una serie de cajas de hormigón y cristal, formando lo que puede parecer un edificio de oficinas convertido en "máquina de vivir". Sin embargo, Le Corbusier, a pesar de su afiliciación al movimiento internación, ése racionalismo arquitectónico en gran medida inhumano, donde tenía que ser la persona quien se adaptase al edficio, y no al revés, es un maestro de la sorpresa, de manera que sus edificios más matématicos e ideales, acaban convirtiendose en orgánicos y fractales, simulando el (falso) azar y desorden propio de las colonias coralinas.
Así, segun entramos al edificio, que como ya he señalado parece un prisma rigurósamente organizado en tres plantas, no sorprende encontrarnos con un espacio vacío, un hueco que ocupa todo el edificio y que llega hasta el techo, obligándo a que el visitante se prgunte, sorprendido, donde está la vivienda, mejor dicho, como se puede vivir ahí.
El secreto está a ambos lados. En uno se encuentran las escaleras, que nos permiten pasar de bajo al primer y segundo piso, descubriendo en cada nivel, las estancias dedicadas a las actividades de servicio, junto a un pasarela que permite cruzar el espacio vacío y pasar a lo que podría ser la zona noble de la vivienda.
Detengamonos un instante. Normalmente, una vivienda se suele estructurar casi como una pirámide, en la que el número de habitaciones se reduce con la altura, para dejar paso a terrazas y miradores. Aquí, debido a la forma cúbica de la vivienda, la piramide es el espacio vacío interno del que hablaba, semejante a una caverna natural, mientras que los pisos van haciéndose más amplios con la altura, permitiendo que la vida normal se realice en esos niveles superiores.
No sólo esto, porque, aunque no lo haya dicho la planta del edificio es más bien la de una L, con un segundo prisma sustentado sobre pilotes y adherido formando ángulo con el prisma principal... y que para mantener la estructura fractal está a su vez hueco, ocupando ese vacío por entero las dos plantas que forman su altura.
Sólo que está vez no hay escaleras, sino una rampa que une los dos niveles, y que se enrosca en en tres de las cuatro paredes, de forma que el nivel inferior sirve de biblioteca/área de exposiciones/refugio quedando a cubierto de la luz directa y de miradas indiscrtas, ya que las fuentes de luz están en el nivel superior , y quedando este como salón/lugar de esparcimiento, con amplias vistas tanto al interior y el exterior.
¿Porqué esta descripción? Porque este contraste entre exterior racional, ordenado, frio, y un interior laberíntico, orgánico y vivo, se repite a pequeña escala en la exposición del Reína Sofía.
En efecto, ella está encerrada en piso segundo del prisma que constituye la ampliación de Jean Nouvel. Sin embargo, y contra lo que se podría esperar, al entrar en el area de exposición, no nos encontramos con lo habitual, una serie de habitaciones que sólo se pueden recorrer de una manera y un sentido, al contrario, una serie de paneles en L, nos ofrecen varias entradas, diferentes caminos, que terminan en callejones sin salida o se unen con otros anteriores, obligando al visitante a acepter, por así decirlo, el riesgo de perderse como en un laberinto, y donde hay que aventurarse y explorar.
Un manera de ser expuesta que recuerda tanto a las colonias animales, aparentemente caóticas pero perfectamente ordenadas, como al caos de callejas y callejuelas de las ciudades medievales, donde era muy fácil perder las referencias de la ruta y extraviarse... algo que aparte de por una planta laberíntica, se refuerza en esta exposición por lo tejados a dos aguas que unen los paneles y que tapán la visión del conjunto.
Hasta que llega uno al centro, y cómo en un fractal, descubre repetida a menor escala la estructura exterior, pues nos encontramos con un prisma de dos alturas unidas por una rampa, el piso inferior dedicado a la exposición y sin luz directa, y el piso superior dedicado al esparcimiento y la observación.
El único lugar desde donde puede verse el conjunto entero, hacerse una idea de su diseño y comprender su finalidad.
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