En la praxis pictórica, o al menos en lo que se entendía antaño por praxis pictórica existía un viejo problema irresoluble: La representación del movimiento.
Al fin y al cabo, un cuadro es esencialmente estático, un conjunto de figuras, de formas que no puede moverse y que se sabe perfectamente, sin posibilidad de engaño, que no podrán moverse. Pero sin embargo, un cuadro es también la representación de un momento en el tiempo, es decir proviene de una situación distinta a la que representa y dará lugar a otra situación completamente distinta. Debería ser posible, por tanto, que esa mutabilidad inherente, se dejase traicionar en cuadro, que fueramos capaces de adiviniar lo que los personajes hacían antes de ser sorprendidos y lo que irán a hacer en cuanto apartemos la mirada, sin que los métodos y medios empleados en este trampantojo nos resulten ridículos.
Por otra parte, tenemos el cine, una representación de la existencia que es esencialmente fugaz y a la que luz le confiere su contenido y realidad. Debería ser posible, por tanto, romper ese bloqueo, hibridar ambas artes y conseguir lo imposible, que la pintura cobrase ese movimiento tan anhelado a lo largo de su historia.
Parece sencillo. ¿no? Pero si así se hiciera, no podría evitarse el ridículo... o al menos la risa generalizada entre lo que dicen entender del tema...
Simplemente porque el cine, de siempre, se ha entendido como intimamente ligado al realismo y por tanto, todo lo que pueda adjetivarse de pictórico, teatral o simplemente de antinatural o artificioso, se considera como radicalmente opuesto a su esencia, y, por supuesto, no merecedor de atención y crédito alguno... ideas que, a mí, heterodoxo entre lo heteredoxos, me parecen soberanas majaderías, simplemente por su reduccionismo, similar a lo que sería en literatura, reducirla a la novelas realista, tirando por la borda la poesía, el ensayo, el teatro, los cuentos y las fábulas.
¿Un nuevo bloqueo entonces? ¿Un camino que se cierra simplemente porque lo que deberían tomarlo se niegan a hacerlo?
Sin embargo, a primeros de siglo, una serie de artistas, en contra de lo que era norma en la pintura eligieron el camino de la abastracción. Pretendía realizar con el color y la forma lo que los músicos realizaban con las notas y los ritmos.... para darse de bruces con el mismo problema que siempre había tenido la pintura, el querer remedar con una forma estática lo que era esencialmente dinámico, viéndose obligados a recurrir a trucos, la vaguedad, la mezcla, la imprecisión, para conseguir simularlo.
Excepto algunos visionarios olvidados tanto por la historia de la pintura como la del cine, que tuvieron la idea de mezclar tres artes, dos dinámicas, el cine y la música, una estática, la pintura, para mostrar como una pintura se transformaba en el tiempo y, por fin, contenía en sí los restos de sus estados anteriores y las semillas de su evolución posterior.
Como haría Oskar Fischinger en su Motion Painting number 1 de 1947, de la cual, solo puedo mostrar una pálidas capturas, el momento en el que, del centro de la pantalla surge una red de líneas que se extiende incontenible, en unas décimas de segundo, hasta ocuparla por entero.
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ResponderEliminarBueno, inadvertidamente he borrado el comentario anterior, gracias por los elogios al anónimo que lo hizo...
ResponderEliminar...lo curioso es que esta entrada es casi la más visitada de todo el blog
Buenos días amigo, me entretuvo bastante tu opinión, yo soy muy idealista, y si se llega a dar la oportunidad haré siempre algo que llene mis expectativas como pintor, he visto que cuando no entiendo las ideas casi imposibles de mis semejantes es mejor apoyarlas, por eso cuando a tí, o a mí, o a cualquier persona se le ocurre una inspiración estética por lo general es criticada duramente, por eso es mejor presentarla cuando ya se haya logrado, ojalá ese sea mi caso, si no, igualmente no hay que darle mucha importancia
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