Páginas
miércoles, 31 de enero de 2007
Do The Evolution
Ya he comentado que hay obras que le marcan a uno. Obras que conectan con lo que uno piensa, lo que uno siente, y que pasan a formar de uno mismo, de su museo interno, sin que en esa calificación entren en consideración cuestiones como calidad objetiva, importancia histórica, relevancia artística y tanto y tantos criterios con los que buscamos asentar y confirmar nuestros gustos, como si lo que importase fuera la aprobación de otros, y no el placer que podamos extraer de esos productos, llamémoslos artísticos.
Así que ocurre que entre mis múltiples contradicciones, di, tiempo ha, en escuchar música de ésa que llaman moderna, cuando mi formación era completamente clásica, una paradoja del mismo calibre que mi amor por la animación, el paradigma del artificio, cuando mi educación cinéfila se había centrado en el realismo desprovisto de efectos.
Entre las múltiples canciones, vídeos, estilos, unos prescindibles, otros valiosos, otros simplemente válidos por la diversión que se conseguía, que vi en aquel tiempo, el vídeo que he colgado arriba ha permanecido en mi recuerdo, hasta tal punto que recordaba casi cada fotograma, y podía reproducirlo en mi mente al escuchar la música.
¿Por qué?
Quizás porque a pesar de mi filiación política, ésa creencia en que llegará la utopía, el tiempo en que el hombre alcanzará la madurez y todas las estructuras que apuntalan la sociedad para que no se derrumbe, desapareceran de improviso, puesto que se habrán demostrado inútiles, a pesar de esa creencia, repito, que constituye la base de mi pensamiento político, mi esencia es la de un pesimista, la de aquel que sabe que ninguno de sus sueños se hará realidad. Peor aún, que nunca, nadie, en ninguna parte, llegará a disfrutarlos, y si lo hace no será consciente de ellos.
En resumen, que sólo existe una única verdad. Aquella de la muerte a la que estamos destinados. Aquella de la muerte que acabará por vencernos y abatirnos.
La misma idea que este vídeo ilustra hasta la saciedad, repitiendo una y otra vez su argumento, hasta que la insistencia y la reiteración triunfan sobre nuestra razón, allanan nuestras negativas, aventan nuestras seguridades.
De como no somos más que peones en un juego que nos supera, ése de la evolución, consistente en que los fuertes aplastan a los débiles, y los fuertes a su vez son destruidos por otros aún más fuertes, y así hasta el infinito.
De como nuestra inteligencia no es más que otra arma en esa eterna carrera de armamentos, y nuestros mayores logros se reducen a haber conseguido que la matanza sea más rápida, más eficiente, pero no más limpia, ni más compasiva, por supuesto.
De como todas nuestras ideologías, nuestras religiones, nuestras sociedades, nuestras instituciones, no son más que excusas para justificar el exterminio y la destrucción, disfrazadas de grandes causas y no menos palabras.
Un material perfecto para convertirse en un neodarwinista con piel de liberal, si se es de ésos que aman el poder y su erótica, o un suicida, si su temperamento no le permite vivir en ese mundo al que ha sido desterrado.... o un cínico, si a pesar de su naturaleza débil, se quiere continuar viviendo.
Todo esta claro, entonces. No queda más que decir.
¿Porqué entonces sigo pregúntandome dónde demonios queda la Arcadia?
¿Porqué entonces sigo buscando a alguien que conozca el camino?
martes, 30 de enero de 2007
Riéndose de todo y de todos (y 1)
...y ya se sabe, de lo bueno no puede salir algo malo
Yo, en mi infancia, al oir de Homero y Hesiodo que narraban guerras y sublevaciones no sólo de semidioses, sino incluso de los propios dioses y, además, sus adulterios. situaciones violentas, violaciones, procesos, destronamientos de padres y bodas de hermanos, me parecía que todo aquello era hermoso y me impresionaba no poco por ello. Cuando empece a ser adulto, oía una y otra vez leyes que obligan a hacer lo contrario de lo que decían los poetas, que no había que cometer adulterio, ni que sublevarse ni que raptar. Quedé sumido, pues, en profunda duda sin saber a qué atenerme. Pensaba yo que los dioses nunca habrían cometido adulterio ni se habrían levantado los unos contra los otros, a no ser que supieran que era bueno lo que estaban haciendo; y que los legisladores no exhortarían a hacer lo contrario, salvo que abrigaran la sospecha de obtener de ello alguna ventaja.
lunes, 22 de enero de 2007
Musical Unexplored Landscapes (y2): Pierre Henry
Así ha ocurrido que en la escena musical tecno se ha comenzado a propagar el nombre de Pierre Henry, como precursor, pionero y visionario de su estilo musical. En ese reconocimiento, plasmado en el apelativo cariñoso de daddy, hay tanto de agradecimiento, por alguien que suponen fue tecno allá por los años sesenta, antes de que ese nombre siquiera existiera, como de cierta condescencia frente al abuelo que no supo darse cuenta de lo que tenía entre manos.
Porque, en el caso de Pierre Henry, no estamos hablando de un músico pop, como sería de esperar, sino de un compositor clásico "contemporáneo" cuya música es fuertemente abstracta y cerebral. Por ello, no es sorprendente que la obra que los artistas tecno recuerdan no sea ninguna de sus obras, por así decirlo mayores, sino la música incidental que junto a Pierre Colombine compuso para la Misa en Tiempo Presente, el ballet presentado en Avignon, y que constituye la parte más accesible de su obra.(en el link que sigue puede verse una magnífica interpretación animada del Psyche Rock http://www.youtube.com/watch?v=jNSYUXYcdhM).
Sin embargo, es precisamente, en esta música donde se encuentran las características que hacen de Pierre Henry uno de los últimos auténticos compositores de música clásica. Al igual que otros grandes nombres del pasado (sí, esos nombres) habían hecho, Henry no tiene ningún reparo en incluir en sus obras la música popular del presente, sin distinguir entre formas elevadas frente a banales, ni entre arte de verdad ni arte prescindible. La música, para él, es un todo, un continúo vivo del cual toma los elementos que le apatecen y le agradan, para dar lugar a formas y obras, completamente distinta de los originales, pero donde cualquier oído atento puede encontrar la diferencia.
Así por ejemplo, en otra obra anterior, La reine verte, mucho más abstracta y hermética, compuesta casi exclusivamente con sintetizador, es posible encontrar secciones jazzisticas y de rock, que se integran perfectamente con las partes más "vanguardistas" y "radicales". Una obra que sirve para darse cuenta del callejón sin salida en el que se ha metido la música occidental, por obra y gracia principalmente de sus propios espectadores. En efecto, mientras que la obra de Henry muestra que se puede ser formar parte de la tradición occidental y al mismo tiempo incluir los nuevos sonidos, el público de su época se nego a aceptar esa evolución (al igual que la del resto de la música contemporánea) tanto por su fijación con el sonido del XIX, como por la aversión a la música de los melenudos y su posible inclusión en la sala de conciertos.
Sin embargo, éste Henry de La reine Verte, no es todavía el Henry de verdad, o mejor dicho, no es más que uno de los Henry posibles, porque la fama, la auténtica fama de Henry le viene de ser el paladín de la música concreta, es decir, aquella que consistía en grabar sonidos naturales, manipularlos, y reproducirlos electrónicamente, logrando aquella blasfemia de la música sin instrumentistas y casi sin compositor (una de las boutades de Henry fue entrar a la sala de conciertos con el magnetóno, ponerlo en un silla, encenderla y marcharse, para volver a la hora y recoger el eq uipo, entre los abucheos del público).
Fue con esa música de Henry, dura, iconoclasta, incomprensible, con el que me enfrenté siendo casi un niño. He hablado ya en otras ocasiones del profesor que tenía en primero de BUP, el cura al que todos llamábamos, con muy mala leche, Maria Virtudes. A ese hombre no se le ocurrió otra cosa que ponernos la obra llamada Variaciones para una puerta y un fuelle, que como se puede imaginar no es otra cosa que una serie de grabaciones de puertas rechinando y de fuelles resoplando.
Lo mejor para mantener callados a unos adolescentes de 14/15 años borrachos de hormonas
Al principio fueron las risas, claro, las burlas y la indignación, para terminar en el hastío y el aburrimiento, igual que si fueramos críticos y conaisseurs, duchos y expertos en las formas musicales, sorprendidos por una forma nueva, que escapaba a nuestros canones, y que no podíamos hacer encajar en lo ya conocido.
Entonces, fue cuando para mí, se produjo la revelación.
Porque de aquella cacofonía de rechinares y resoplidos, comenzaba a emerger un patrón, y ese patrón señalaba una forma y un significado. Lo que Henry había conseguido recrear con esos sonidos naturales y tan alejados del objeto representado, no era otra cosa sino la agonía de un hombre, la respiración agitada, los arrebatos de fiebre, los delirios sucesivos, el lento e irreflenable descenso hasta la nada, la lucha sin cuartel, sin esperanzas, por vivir un instante más, no ya por recuperarse, sino por continuar sintiendo ese sufrimiento en que la existencia se había convertido, ya que ésa era precisamente la prueba de que aún se continuaba viviendo, de que aún no se había muerto.
Para tras, un último paroxismo, desembocar en el silencio.
En la nada absoluta.
domingo, 21 de enero de 2007
Et in Arcadia, ego. Second Round.
Yo pensaba que la calavera, y la leyenda que la acompañaba, no eran otra cosa que un memento mori, un recuerdo de que esa juventud gozosa, ese continuo holgar, gozar y amar, en el que se resumía el paraíso profano que se imaginaba en la Arcadia, terminaría forzosamente en la muerte, y antes que en ellas, en la vejez, el dolor y la desesperación.
Sin embargo, existe otra interpretación, esa calavera, ese recuerdo de lo que antes fue un hombre, no puede disfrutar del paraíso, aunque viva en él, y si en ella, restase aún algo de la conciencia que vivió en su interior, no podría imaginarse mayor tormento, indistinguible de los eternos e incesantes castigos del infierno cristiano, que aquel consistente en alcanzar el paraíso, vivir en él por toda la eternidad, admirar cada y cada noche su belleza, la alegría de sus habitantes, y no poder disfrutarlo, ni compartirlo.
Sin que ni siquiera existiera la vía de escape del suicidio, puesto que ya se estaba muerto.
sábado, 20 de enero de 2007
Et in Arcadia, ego
Dentro de la república pastoril de la Arcadia Felix, ese lugar imaginario tan caro a los siglos XVI y XVII, donde los pastores, y las pastoras, dejaban transcurrir la vida apacentando sus rebaños, escribiendo sonetos y silvas en la corteza de los árboles, y entregándose al juego del amor, había una calavera sobre un pedestal, y en éste la siguiente inscripción:
et in Arcadia, ego.
miércoles, 17 de enero de 2007
Reading Robert Walser
Miren, podría decirles que solo se hubiera necesitado un pequeño cambio en su corazón, quizás un punto más en su alma, para hacer de él un artista productivo, cuyas obras inflamasen a los hombres. Se necesita tan poco, para tener energía, y se necesita tan poco, al mismo tiempo, para consumar su desgracia.
Hay escritores en los que inmediatamente se descubre un igual. Personas cuyo pensamiento, en este instante, en este lugar, coincide exactamente con el nuestro, a pesar de que nos separen siglos, lenguas, tierras y experiencias.
Llegue a este autor de la forma más retorcida posible. Ya había oído hablar, tiempo atrás, de sus microgramas, sus escritos con letra minúscula, casi ininteligible, en fragmentos microscópicos de papel, pero, a pesar de lo que me llamó la atención, lo olvidé casi inmediatamente, problemas de la edad y del bombardeo cotidiano e incesante de información.
Lo redescubrí gracias a un corto de animación de los Hermanos Quay, en el cual se adaptaba uno de sus cuentos, si bien la palabra "adaptación" en boca de los hermanos Quay puede siginifcar cualquier cosa. En cualquier caso, debo admitir que me impresionó profundamente la representación de los estados mentales de un durmiente, y los diferentes estados/países que atravesaba, todos ellos encerrados en el colchón y la cama en la que la persona reposaba...
Así que no pude resistirme y pedí, a una de esas tiendas del extranjero, la primera novela de Walser, Geschwister Tänner, (Los hermanos Tanner).
Los comentarios de los compradores ya me habían puesto sobre aviso de, hasta que medida, la vida y la obra de Walser, se entremezclan, como si fueran la misma y única cosa, como si toda la obra de Walser no fuera otra cosa que la narración concreta de su vida y sus experiencias, o como si el fuera un personaje creado por su propia pluma, que se va escribiendo a sí mismo.
Porque en Walser se acumulan una serie de contradicciones que no se encuentran en ningún otro escritor, excepto quizás en Rimbaud. Una persona culta, educada, de buena familia, que encuentra que no pertenece a su ambiente, mejor dicho que no pertenece al mundo que le pertenece vivir, y que poco a poco va apartándose, aislándose, abandonando ese mundo.
Alguien que pasa de un trabajo a otro, sin aguantar en ellos más de una semana. Una persona que siente que existe otra vida fuera de esta vida, una vida que realmente merezca la pena ser vivida, pero que no encuentra caminos, vías que le lleven a ella, y cuya existencia se consume en encontrar una y otra vez, calles cortadas, rutas desiertas, caminos abandonados. Alguien que, poco a poco, descuida el contacto, el trato con sus semejantes, hasta el punto de hacerlo ya conscientemente, buscar esa ruptura, provocarla. Una persona que sólo encuentra placer en estar sólo, a solas, en largos paseos solitarios, lejos de cualquier señal o recuerdo de la humanidad
Alguien cuya vida no es más que una larga decadencia, en espera de la muerte.
Sin embargo, Walser, que siendo muy joven estuvo a punto de acabar convertido en el solitario perfecto, en el mendigo que vaga por las calles, al margen de la sociedad y de sus normas, sin que no le preocupe otra cosa que su mundo interior, dio un asombroso salto mortal, se convirtió en literato, no uno cualquiera, sino de ésos que los que entienden y los que escriben admiran. Hesse y Musil, por ejemplo, dos pesos pesados de la literatura alemana, lo tenían entre sus favoritos, hasta el extremo de que el final de la primera novela de Walser, coincide temáticamente con el punto de inflexión de Der Steppenwolf de Hesse, como si éste último hubiera querido continuar la historia allí donde Walser la había dejado.
Lo anterior habría sido un perfecto final feliz. El asocial que encuentra su puesto en la sociedad gracias al arte y la literatura. Digno de esas vidas ejemplares que antaño se llevaban tanto.
No podía ser así. Lo queramos o no, cada uno tiene que cargar con uno mismo, y el camino de Walser le llevaba a esa soledad que amaba más que nada en el mundo. Volvió a aislarse, desapareció del mundo, familiares, amigos, admiradores, trabajo en oficios anodinos, indignos de él, pero que le daban la libertad y el anonimato que ansiaba, la ausencia de contacto humano que le permitía vivir. De nuevo en la espiral descendente, la larga decadencia en espera de la muerte.
Sólo que esta vez no terminó como un mendigo. El hecho de que sobreviviera a su familia y heredase su riqueza, el detalle de que, esta vez, tenía un nombre conocido, permitieron que entrara en un manicomio, donde permació los 30 años que le quedaban de vida, al cuidado de otros, con sus necesidades cubiertas, sin otra esparcimiento que dar largos paseos por las montañas, puesto que, al poco de entrar, abandonó también la literatura, un ejemplo de esos artistas que pierden lo que les hizo artistas, sin que vuelvan jamás a recuperarlo.
Hasta que un día, no volvió de uno de esos paseos, y le encontraron tendido en la nieve, congelado, casi igual a como él había descrito la muerte de uno los personajes de Geschwister Tanner.
Porque está obra, esta primera obra, no es sólo la típica primera obra del escritor primerizo en la que este narra su vida. Si fuera así estaría olvidada desde hace mucho tiempo.
No, aparte de consitutuir un ejemplo de técnicas modernistas, como puedan ser la novela sin trama o argumento, la estructura libre e impredecible, la descomposición en escenas inconexas, la narración de lo accesorio frente a lo importante, la repetición intencionada de secciones enteras de la novela, las disgresiones, divagaciones y descripciones descomunales, la obra es, en cierta manera, una premonición de lo que sería la vida posterior de Walser, o mejor dicho, la plasmación de sus miedos más intimos frente al futuro.
La consciencia de que ese camino de soledad, de esa prueba constante en la que se embarca, no le llevará a ninguna parte, sino a la locura.
Y por ello, conmueve especialmente el no-final en que termina la novela, las páginas últimas en que se transita de la realidad a la irrealidad, de lo concreto a la fantasía, de la vigilia al sueño, simplemente porque nos damos cuenta de que lo que se narra no puede estar sucediendo en realidad, que es simplemente una fantasía convertida en alucinación, preludio y la conclusión de ese último paseo por las montañas nevadas.
Sie dürften niemals wieder so verbrecherish, so sündhaft über Sie selber aburteilen. Sie achten Sie zu wenig und die andere zu hoch. Ich will Sie davor behüten, gegen sich selber so allzustreng vorzugehen. Wissen Sie, was Ihnen fehlt? Sie müssen es eine Zeitlang ein bisschen gut haben. Sie müssen in ein Ohr hineinflüstern und Zärtlichkeiten erwidern lernen. Sie werden sonst zu zart.
No debe juzgarse nunca de nuevo como si un fuera un ladrón o un criminal. Tiene demasiada buena opinión de los demás, y demasiado mala de sí mismo. ¿Sabe lo que le falta? Pasarlo bien un rato. Debe aprender a susurrar al oído, a replicar dulzuras. Si no, se volverá débil.
domingo, 7 de enero de 2007
Dobles significados
Cuando se estudia una lengua extranjera, hay un instante en que uno cree que empieza a entender lo que lee o lo que escucha.
No es así. Si se toma el trabajo de buscar la traducción correcta, o la más literal, o la que intenta transmitir el sentido de esas palabras lejans, siempre se topa con la desagradable certeza de no haber entendido nada, de como nuestra versión no es más que unos remiendos apresurados, que unen las muy pocas palabras cuyo significado es seguro, intentando cubrir los amplios huecos que las separan, los abismos de contexto, intención, significado que nos son desconocidos y que constituyen la auténtica esencia de una lengua.
Sin embargo, esos momentos, esos pasos tembloros y vacilantes en terreno nuevo y desconocido, tienen una mágia de la que no se gozo antes y que pronto se perderá, en cuanto el conocimiento se torne firme y seguro.
Simplemente, nuestra propia ignorancia nos hace atrevidos, audaces. Entre las pocas palabras que alcanzamos a comprender, establecemos relaciones que no existen, que ningún hablante nativo alcanzaría a pensar. Sin querer, rompemos los estilos, unimos palabras, expresiones, que pertenecen a ámbitos completamente distintos, conectando el habla de la calle con el lenguaje de la literatura, completando el contexto cultural ajeno, sin el cual es imposible concebir una lengua, con nuestro propio contexto, intentando, aunque sólo lleve al error y al desvarío, iluminar el uno con el otro.
Y así sucede que pasamos horas, días, meditando sobre una expresión, sobre un giro, sobre secuencias de palabras que entendemos por separado, pero que juntas no son otra cosa que un enigma insondable.
Fascinante y cautivador, como todos los misterios. Pleno de una belleza sin explicación ni fundamento alguno, como todo lo que se nos muestra por un instante y permanece inalcanzable para siempre.
...
Y así, no puedo dejar de pensar en qué sentimiento querran expresar unas lágrimas profundamente azules, excepto la congoja, la melancolía y el desánimo, que por alguna extraña razón producen en mí la unión de conceptos tan lejanos, el azul del mar y los cielos, el dolor y la alegría de las lágrimas.
jueves, 4 de enero de 2007
Hume & friends
El caso es que, tal y como recuerdo el pasaje, Hume venía a preguntarse sobre el sentido de su trabajo, en concreto sobre cual era la importancia que realmente tenía. Sin embargo, esta reflexión no se expresaba en una valoración de su calidad, en decidir si era bueno o malo, mejor o peor que el de otros, sino en términos estrictamente personales, casi existenciales.
Porque, decía él, si la filosofía es realmente lo más importante en mi vida, tal y como yo proclamo, ¿cómo es que no me encierro en mi casa y me dedico a ella por entero? ¿Por qué la abandono para dedicarme a los placeres de esta vida, a la compañía de mis amigos, a la conversación con ellos?
Si tal era el caso, si él, el filosofo Hume, inconscientemente prefería la compañía de los amigos, su trato y su afecto, al cultivo de la filosofía, estaba afirmando claramente, puesto que lo hacía con actos y no con palabras, que la vida del pensamiento era algo secundario para él, que lo realmente importante eran las otras personas y la relación que se tenía con ellas, mientras que lo otro, el razonamiento, la filosofía, la ciencia, el saber, era algo más, algo que se construia sobre una base prexistente y que nunca podría existir en solitario sin ella.
Una conclusión/confesión demoledora en labios de un intelectual.
Un texto donde casi me parecía detectar la amargura de aquel que se da cuenta de esta sencilla verdad cuando ya no hay remedio, cuando se es demasiado viejo para cambiar.
miércoles, 3 de enero de 2007
Joseph Cornell
Una de las "ramas" del surrealismo y por ende del arte "contemporáneo" es la utilización del objeto encontrado, aquello que aparentemente es inútil, pero que trasladado de ámbito, rotas sus asocianes naturales, se convierte en un objeto nuevo, recreado, "artístico".
Durante toda su vida, Cornell se dedico a contruir cajitas que rellenaba con los objetos más variopintos. Jugaba con el significado del sagrario, de la urna, de la vitrina, que suponemos que alberga objetos preciosos, únicos, pero al mismo tiempo le quitaba ese significado propio al rellenarlo con objetos anodinos, aquello que se podía encontrar en cualquier parte, aquello que sólo se usaba una vez y luego se tiraba.
Sin embargo, ese significado que había sido retirado boorado, ese juego de mostrar relicarios que no contenían reliquias, se volvía a negar a sí mismo, puesto que los objetos que Cornell guardaba en sus cajitas no tenían relación entre sí. En otras palabras, si Cornell hubiera guardado en una de sus urnas un cepillo y un peine, todos hubieran reído la broma, el intento satírico de sacralizar lo banal. Sin embargo, como buen surrealista, Cornell guardaba en sus vitrinas objetos que no tenían relación entre sí o que no deberían estar ahí, de forma que, si se juzga el contenido por la experiencia diaria que tenemos de esos objetos, es imposible llegar a conclusión alguna sobre el significado de la obra o las intenciones del artista.
De esa manera, ese encerrar el absurdo dentro del absurdo provoca que, inconscientemente, intentemos asignar un valor a lo que hay dentro. Suponemos, porque así es nuestro cerebro, que si alguien ha reunido esos objetos sin sentido en un envoltorio tan precioso, es porque tienen un significado, una importancia y un valor que no se nos escapa, pero que deberíamos sera capaz de encontrar.
De ahí la importancia y la originalidad de Cornell. El circulo sin fin sacro-profano-sacro, valioso-banal-valioso, en el que nos introduce con su obra. El presentimiento de un mundo nuevo que nunca habíamos imaginado.
....
Por ello, ha sido una sorpresa inesperada, cuando no debería haberlo sido en absoluto, encontrar, en estas mis investigaciones de tiempo libre, que Cornell también se había interesado por el cine, y que, por supuesto, sus películas eran collages cinematográficos, en toda regla.
Para que se entienda mejor esto del collage cinematográfico. Es muy habitual hacer la típica broma de estudiante, tomar una película nefasta, por ejemplo la de tortas y chinos, remontarla, cambiar los diálogos y mostrarla al público. Un ejercicio vacío y sin gracia, puesto que el chiste se reduce a conseguir la complicidad del público, a mostrar, con un codazo y un guiño, lo listos, lo inteligentes, lo cultos que son espectador y directores, mientras que los bobos, los incultos, los sin importancia son los creadores del material original.
Cornell utiliza esta misma técnica. Corta y pega de fuentes muy dispares, modifica el sonido, lo elimina o añade bandas sonoras que no tienen relación con el material original, que disuenan estruendosamente, pero al contrario que el estudiante listillo, no hay ninguna intención de mofa y sátira en él. Muy al contrario, la superposición/yuxtaposición de estos materiales dispares y discordantes, unos pasados de moda, otros ridículos, otros completamente anodinos, provoca que unas imágenes se contaminen con el contenido de otras, que nuestros cerebros, sin quererlo, en busca de un significado que nunca se nos muestra/explique, comiencen a asociarlos y encontrar parecidos, relaciones.
Una serie de evocaciones que son distintas para cada persona, para cada visionado. Un misterio que se ahonda y se agranda con cada pequeño corto de Cornell, y que constituye su logro, el logro del auténtico surrealismo, el que nos veamos enfrentados a un mundo nuevo, ante el cual no contamos con reglas que nos dicten como comportarnos, ni como interpretarlo. Una realidad que sólo podemos experimentar y no racionalizar, un ambito ante el cual sólo queda dejarse fascinar y atrapar.
Una postura y un resultado que, en cierta medida, consituye la esencia de la poesía.
Así Cornell pega un peluche de un perro + un barco que se hunde + unos caballitos de mar + un muñeco que se esconde, y nos hace creer que todo esto forma parte de una narración, que oculta una lógica interna, que lo que podría parecer basura artítica, entretenimiento destinado al vertedero y al olvido, es oro puro.
martes, 2 de enero de 2007
De profundis
Portrait of a Young Man, 1925-1931, Henwar Rodakiewicz.
Nota 1: En cierta manera, hay dos historias del cine.
Por un lado, lo que podríamos llamar historia Garciana/Godardiana. El relato que todos hemos estudiado, aprendido a amar, con su fundamento en el Clacisismo y su oposición/reacción en la Nouvelle Vague como dos polos de los que no se puede escapar. Una historia donde los cambios se explican como necesarios, como si algo obligase a que el cine de los años 40 desembocase obligatoriamente en el de los años 60. Una demostración cerrada, donde las definiciones han sido perfectamente definidas, donde los ejemplos han sido escogidos cuidadosamente para corroborar las conclusiones , y donde el comentario crítico se cierra sobre sí mismo, de forma que no quepa en él nada no sea su propia tesis.
Por otra parte, la historia de todos aquellos que se apartaron de esa corriente única, de todas las piezas que no encajan en la demostración anterior y que puesto que no la confirman, se dejan de lado. La narración de todos los intentos que no llevaron a ninguna parte, de las teorías que no dieron lugar a un estilo, de lo que pudo ser y nunca fue, de los caminos que no se eligieron y que hubieran dado lugar a un cine mucho completamente distinto al que conocemos.
Nota 2: Y así ocurre que , mucho, mucho tiempo antes del iraní Kiarostami y su five, Un conjunto de personalidades, a caballo entre el mudo y el sonoro, se dedicaron a describir la naturaleza y sus cambios, no desde el punto de vista, documental-de-animalitos-de-la-dos, sino buscando la abstracción, la belleza pura, la involucración del espectador en los ciclos naturales de los que es parte, utilizando el montaje, la repetición, el paralelislo, la reiteración, el contraste y el enfrentamiento.
Nota 3: Y asi ocurre que tenemos una obra como Portrait of a Young Man, donde en 52 minutos, sin sonido ni música alguna, sin intertítulos ni explicaciones, se nos muestran las figuras del humo que asciende, el temblor de la ramas, el continuo romper de las olas en la orilla, con un enfoque casi microscópico, no paisajístico o de marco incomparable, sino con la cámara a unos centímetros del agua, del humo, de las hojas, de forma que no sabemos donde estamos, donde ocurre lo que presenciamos, ni podemos anticipar lo que va a ocurrir, excepto cuando no damos cuenta del ciclo en el que estamos sumidos.
Nota 4: Y he venido a recordar de los tiempos, cuando niño, en que iba al mar, en como rompen las olas a la orilla, avanza el agua, al principio incontenible, luego cada vez más lenta, hasta dejar una pequeña marca de arena, que se sera borrada por la ola siguiente. Como el agua se retira, lenta y mansa al principio, a borbotones según llega a la zona de las rompientes, arrastrando conchas y guijaros, hasta el extremo de poder impedir que la ola siguiente rompa, de ahogarla en su corriente, o como ha veces una ola monta sobre otra, cabalga sobre ella y su agua es capaz de superar el limite que una ola sola no podría e inunca la playa. Como entonces se forman charcas, mansas y tranquilas, de agua tibia, cristalina, casi inexistente, a las cuales de vez en cuando llega una ola solitaria, casi sin fuerza y su agua se propaga por la charcha, mansa y lenta, quebrando el cristal, llenando de ondas, que se interfieren entre sí y trazan obscuras líneas negras en el fondo. O como, para terminar, cuando se retira el agua, mucho más lentamente, tras ellas, se va secando la arena, como si algo aspirase el agua desde abajo, hasta que la siguiente ola vuelve a empaparla.
Todo esto representado en esa película olvidada.
Tan olvidado como mis recuerdos del mar, tras tantos años sin verlo.