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martes, 31 de mayo de 2005

En el valle del Nilo (y 3)

¿Pero cuál es la visión de los habitantes?

Cuando viajaba por Egipto me preguntaba que pensarían sus habitantes de aquellos monumentos. La respuesta era sencilla, bastaba con mirar el estado en que estaban muchas de la mezquitas suyas, excepto las más señaladas. Era triste encontrarse con placas que señalaban mezquitas, recintos antiquísimos y comprobar que se estaban cayendo a pedazo sin que nadie hiciera nada. Si tal era el respeto que tenían por su pasado y por su cultura, ¿cómo podían pensarse que protegieran lo que no era suyo?

La arqueología, la museística, es un invento occidental. Relacionado directamente con el surgimiento del nacialismos. Si los pueblos, ese sueño del romanticismo alemán y de la revolución francesa, tenían un caracter, expresado en sus tradiciones, su lengua, su religión, éste podría demostrarse rebuscando en el pasado, donde seguro que se encontrarían sus huellas. Más aún debía ser conservado para enseñanza de las generaciones futuras, de forma que nunca se perdiese ese carácter distintivo. Sólo nuestra sensación de ser herederos de griegos y romanos, esa paradoja que permite a un occidental ser pagano y cristiano al mismo tiempo, unida a nuestra natural curiosidad por otras culturas, consiguió que la arqueología y la historia salieran de su callejón sin salida.

Pero esta evolución no se ha producido nunca en el mundo árabe. El nacionalismo siempre ha sido una injerto externo. Su civilización nunca se ha sentido heredera de griegos y romanos, la curiosidas por otras culturas es inexistente. ¿Por qué iban a querer conservar algo, como los restos del antiguo Egipto, que no es suyo?


Sería injusto acusarles por esta desidia. Muy injusto. Los problemas de Egipto son inmensos. La probreza es rampante. La mayor parte del país vive sólo del turismo, y todo el país ha sido construido alrededor de esa industria, de esa locura incomprensible de los occidentales por freírse los sesos al sol, visitando piedras polvorientas.

¿Qué pensaría un joven egipicio? Día tras día, escuadras de cruceros surcan el Nilo. Dentro hay abundancia de comida, protección contra el sol ardiente, libertad de constumbres inimaginadas. Para servir a esas gentes se han construido carreteras, levantado hoteles fortaleza, donde los naturales tienen prohibida la entrada, en cuyo interior disfrutan de todas las comodidades, toda la opulencia que los naturales no pueden ni soñar.

Ellos lo tienen todo, deben pensar los habitantes, nosotros nada. Así lo demuestran día a día, con el orgullo que se pavonean, con su dinero, con el pueden comprar todo, con el desprecio que muestran por lo que es razonable y digno de respeto. por lo que es sagrado en definitiva. No son más que una raza decadente, viejos que sólo piensan en el placer, mientras el resto del mundo sufre, parásitos que ni siquieran piensan en tener hijos.

Así caeran. Así caeran.


¿Debemos extrañarnos de que el odio haya arraigado con tanta fuerza en esas tierras?

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