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martes, 28 de septiembre de 2021

Exposiciones Morandi/Judith Joy Ross en la Fundación Mapfre

Bodegón, Giorgo Morandi

Acaban de abrirse en la Fundación Mapfre madrileña dos exposiciones que comparten un mismo enfoque estético, a pesar de ubicarse en artes distintas y periodos separados. Por un lado, el del pintor italiano Giorgo Morandi, cuya trayectoria cubre la primera mitad del siglo y cuya obra se centró, casi en exclusiva, en el cultivo del bodegón. Por otro lado, la fotógrafa norteamericana Judith Joy Ross, empeñada en retratar los habitantes de ese país y sus muchas diferencias, durante las décadas finales del siglo XX e iniciales del XXI. Ambos, sin embargo, coincidiendo en reducir su recursos expresivos al mínimo, intentando apurar, hasta sus últimas consecuencias y con un cierto punto de obsesión, un único modo de plasmación.

En el caso de Morandi, ese modo es el bodegón, pero no cualquiera, mucho menos aquél que busca representar las muchas texturas de los alimentos que consumimos y los cacharros en los que se sirven. El bodegón de Morandi se reduce a una corta serie de objetos -un florero, unos cuencos, unas botellas, unos botes- repetidos en una secuencia interminable de cuadros, que los plasman de casi igual manera: agrupados en conjuntos donde prima la verticalidad, empujados contra un fondo de color neutro hasta casi negar cualquier sentido de profundidad o perspectiva, dispuestos sobre una superficie también neutra que no se puede identificar como repisa o mesa. Todo ello en infinitas variaciones de blancos -sólo a veces algún azul o un amarillo apagado- con los contornos perfilados de manera tosca.

Modo de pintar que podría haber confluido en un callejón sin salida o, como poco, tornar astragantes exposiciones como ésta, donde se acumulan decenas de cuadros demasiado parecidos entre sí. Sin embargo, no ocurre así. No sabría indicar un porqué, pero cada cuadro tiene su propio atractivo individual, a pesar de que sabemos con antelación de qué va ir y cómo estará pintado. Parecen formar piezas de un único universo, inagotable e inabarcable, que remeda la búsqueda sin fin de Morandi, ya desde sus inicios como pintor metafísico -en la estela de Chirico- en busca de un algo inefable. De un secreto que nos observa, escondido, detrás de cada cuadro.

Para terminar, un detalle. Además de las obras de Morandi, la muestra contiene pinturas y esculturas de otros artistas, quienes intentan remedar/continuar/inspirarse en las creaciones de Morandi. Con resultados muy distintos -desde la fotocopia a la variación lejana-, pero que muestran la influencia que, aún hoy, tiene este pintor tan humilde, de un silencio resonante semejante al de un monje.

Fotografía de Judith Joy Ross

Judith Joy Ross es también artista de un único tema y una única plasmación, que, como Morandi, intenta explorar hasta sus últimas consecuencias estéticas. En su caso, su viaje por representar las muchas caras de los EE.UU., desde sus élites políticas a las clases más humildes, para el que esta fotógrafa elije un encuadre que no depende del personaje representado, ni de su posición en la pirámide social. ¿En qué consiste? En fotografiar al modelo de manera neutra, frontal, casi como lo haría un aficionado, sin enfatizarlo o buscar una pose o un ángulo atractivo. De hecho, las pocas fotografías en que sí lo hace disuenan con el resto, casi como si hubieran sido tomadas por una persona distinta.

¿Llega a funcionar? Entiendo lo que quiero hacer, encuentro loable esa equidistancia que trate a todos sus modelos por igual, sin juzgarlos ni caer en favoritismos. No sólo por esto, sino también por intentar abandonar cierto endiosamiento tan típico del fotógrafo estrella, tan seguro de sus recursos y propagandista de su propia fama. Sin embargo, creo que Ross cae en la banalidad, incluso en algo mucho peor: a pesar de su clara intencionalidad social es muy difícil identificar el quién y el dónde de sus fotografías. Devienen impersonales, sin referencias a ese lugar y a esa situación específicas que motivaron que las fotografiase.

Resulta, por tanto, desconcertante que las fotos más atractivas de su producción sean las más excéntricas: aquéllas que niegan los presupuestos estéticos de Ross y se apartan de los rigurosos parámetros que ella misma se había impuesto.

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