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domingo, 31 de enero de 2021

Los dilemas de la animación

L'extraordinaire voyage de Marona (Las vidas de Marona, 2019), dirigido por Anca Damian, es una película de animación que ha pasado sin pena ni gloria por nuestras latitudes. Si no recuerdo mal, sólo se estrenó en una sala madrileña y en sesión única, lo que no ayudó mucho a que llegase a oídos de los aficionados, mucho menos al público general. Si quedó arrumbada no es por causas estéticas ni narrativas, sino por no caber en una de las estrechas cajitas en las que clasificamos la animación. Dado que su tema es la vida de un perrito -y de los varios amos por los que paso- podría haber quedado encajonada en la animación infantil, sino fuera porque por su imágenes pasean temas tan adultos como el desamor, el egoísmo, la enfermedad, la vejez y la muerte. Por otra parte, su estilo no es la 3D hiperrealista que Pixar ha consagrado como estilo único, ni tampoco la antropormofización cuqui tan cara a la Disney, sino un diseño vanguardista, más propio de obra de festival, que puede chocar, cuando no repeler, al gran público.
 
A mí me ha encantado, como pueden imaginar. Llegué a ella por casualidad y con ciertos reparos -imaginaba un producto infantil y sensiblero-, pero me encontré con algo muy distinto y estimulante. Lo primero que me atrapó fue el estilo vanguardista al que me refería arriba, tan poco frecuente en una obra con aspiraciones comerciales. Varia entre el expresionismo y la abstracción, con un sólo elemento trazado con rasgos realistas: la perra Marona que da nombre al film. Esa invariabilidad sirve de guía al espectador, puesto que anclaj entre si las diferentes secciones del largo, en realidad unos cinco o seis cortos encadenados. Sin ese recurso, el espectador podría terminar desconcertado, ya que el resto de diseños, los de personajes y entornos, va a variar de continuo, incluso de forma radical.

Sin embargo, esos cambios tan drásticos no son arbitrarios. Es cierto que hay algunas escenas de lucimiento - como las dos veces, de noche y de día, que se cruza la ciudad entera junto con Marona-, pero en realidad los diseños de escenario y personajes obedecen al carácter y situación de estos últimos. Por ejemplo, el primer amo de Marona, un acróbata ambulante, es una forma en continua torsión y transformación, evocando la flexibilidad de su cuerpo y la pasión con que cultiva su oficio. Asímismo, las lineas rojas de su traje de rayadillo con frecuencia se despegan de su fondo amarillos, anticipando sus movimientos o expresando su abatimiento. Otra muestra serían las capturas que abren esta entrada, donde la confusión mental de una anciana -¿aquejada de Alzheimer? ¿Demencia senil?- se expresan por los cambios sin orden de sus rasgos faciales, en donde se mezclan recuerdos de juventud y reminiscencias infantiles.

Con este énfasis en el estilo, la película corría un grave riesgo: devenir un mero ejercicio de estilo, vacío por completo. No es así, ya que cada una de las secciones tiene una clara orientación dramática, a la que los bruscos cambios de estilo sirven a la perfección. La sección del acróbata oscila entre el sentimiento de libertad que confiere el no tener sujeción alguna y la tentación de someterse a una organización superior - el Circo de la luna-, único medio de alcanzar la fama que se ansía. En el segundo tramo, un hombre de buen corazón, devoto de su trabajo, se ve escindido entre la enfermedad terminal de su madre y el vacío egoísta encarnado por su cónyuge, de la que no encuentra las fuerzas para separarse. Por último, conocemos una familia formada por individualidades aisladas: un anciano incapaz de comprender el mundo actual, refugiado en sus recuerdos, una madre teniendo que desempeñar el trabajo de varias personas, sin que nadie se lo reconozca o venga a ayudarla, una hija revestida del egoísmo desdeñoso de la adolescencia, tan propenso al victimismo.

Esto es a lo que me refería al principio. Si ya el estilo vanguardista convierte a la película en "difícil" para el público en general, los temas adultos la tornan poco apropiada para los niños. No porque sea escabrosa, sino porque no ofrece soluciones claras, en términos de héroes y malvados: los conflictos se enquistan sin ofrecer salida, mientras que algunos personajes positivos toman decisiones muy cuestionables, cuando no reprobables. Rigor narrativo tanto más encomiable en un tiempo como el nuestro, cuando se ha hecho común condenar a los autores por los errores y bajezas que sus personajes cometen.

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