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jueves, 6 de agosto de 2020

Cometiendo todos los errores







































Si Les Hirondelles de Kaboul (Las golondrinas de Kabul, 2019, Éléa Gobbé-Mévellec y Zabou Breitman) fue la última película de animación que vi en pantalla grande, justo antes de que se declarase la cuarentena por el COVID-19, Human Lost (2019, Fuminori Kizaki) ha sido la primera que he presenciado tras la cisura impuesta por esa enfermedad. Por desgracia, ha resultado ser otro más de la racha de animes mediocres que nos ha dejado 2019. Una película que me ha parecido, además, insalvable, de ésas que te hacen tirarte de los pelos al comprobar la ineptitud de sus creadores.

El primer error no es de la película, sino de la campaña de promoción. En ella se cita, correctamente, que es una adaptación de un clásico moderno de la novela japonesa, el Ningen Shikkaku (Indigno de ser humano) de Osamu Dazai, añadiendo la coletilla de que se trata de «la obra más vendida en ese país». Para ser sinceros, espero que ninguno de los espectadores de esta película haya cometido el error de leerse la novela tras haber visto el film: se iban a llevar un adesagradable sorpresa, porque una y otra se parecen como un huevo a una castaña. Ningen Shikkaku es una narración de corte realista, filosófica y existencialista, en la que su protagonista principal va descubriendo que sus lazos con el resto de la humanidad, incluso con las personas que más ama, se van rompiendo uno tras de forma inexorable. Ha dejado de ser humano, se ha convertido en un monstruo, todo ello en el contexto del Japón de entreguerras, que de manera paulatina se desliza hacia el autoritarismo, el imperialismo y una guerra sin cuartel. Human Lost, por el contrario, es un relato de ciencia-ficción plagado de tópicos, con algún guiño que otro hacia el material original.

En principio, esto no debería ser un defecto. No soy muy amigo de las fotocopias fílmicas, que me parecen un signo de pereza y falta de talento. En general, soy bastante tolerante ante adaptaciones que parten de un argumento conocido y luego se apartan hasta tornarse irreconocibles. De hecho, he aprendido a disfrutarlas e incluso las hay que se han convertido en mis favoritas. Todo depende de que esto se haga de una manera honesta: es decir, que se avise desde el principio y no se nos intente negar. Human Lost, por el contrario, sí intenta algún truco barato, como pretender que sigue la misma estructura, repartida en informes, de Ningen Shikkaku, así como introducir elementos claves de la novela original que aquí no son más que decorativos. Por ejemplo, que el personaje principal sea pintor, algo que en la obra de Dezai sirve al protagonista para ir expresando su creciente desapego de la humanidad, así como su imposibilidad de curación interna, mientras que aquí se cita una y otra vez, pero sin suponer ningún avance substancial, ni en la trama, ni en la evolución del personaje.

Sin embargo, el mayor problema es que Human Lost intenta ser un Akira (1988, Katsuhiro Otomo) de nuestro tiempo. Para ser sincero, se queda muy corto. Desde un punto de vista técnico, Akira era una cumbre de la animación tradicional. Todos aquellos que la vimos en los 80/90 salimos con la impresión de no haber visto nada igual. Aún hoy, no sólo hay escenas que se han convertido en iconos del anime, incluso del cine, sino que siguen siendo insuperables. Human Lost, por su parte, intenta demostrar que la animación 3D ha alcanzado ese mismo nivel, pero se limita a repetir de forma reiterativa movimientos de cámara imposibles, sin utilidad dramática alguna, mientras que los personajes humanos tienen la misma expresividad que un palo. Toda su actuación suena a falsa, sin espontaneidad ni sentimiento, como si alguien les estuviera diciendo a cada momento qué cara tienen que poner.

Desde el punto de vista narrativo, cae en ese error tan común de contar todo desde el principio, sin dosificarlo para alcanzar un climax. Volviendo a Akira, durante la primera media hora no se nos explica nada de lo que vemos, escuchamos a los personajes en sus diálogos cotidianos, les vemos comportarse de forma normal, sin que se añada ningún pegote extra que pueda orientarnos. Como nos considera inteligentes, nos deja la tarea de ordenar y dar un sentido a lo que se está viendo, incluyendo así un elemento de incertidumbre que conferirá aún más impacto a las diferentes revelaciones y giros que se van introduciendo. En el caso de Human Lost, por el contrario, hay un largo prólogo donde se nos explica todo, de manera prolija y sin dejar nada para más tarde. De esa manera, la larga secuencia de persecución en moto que sigue -al estilo de Akira- no tiene tensión alguna, se agota en sí misma y en ser un mero espectáculo de acción prescindible, puesto que sabemos desde el principio lo que va a ocurrir.

Por otra parte, desde un punto de vista ideológico, queda en una zona ambigua. Al igual que la serie de anime Psycho-Pass (2012, Naoyoshi Shiotani/Katsuyuki Motohiro), Human Lost nos describe una distopia, en este caso una en la que los medios científicos sólo sirven para perpetuar una situación de desigualdad y discrimacion, mientras que en Psycho-Pass el ataque era contra la libertad de expresión y pensamiento. Sin embargo, en ambos casos, esa distopia se nos presenta como mejorable desde dentro del sistema, de manera que los protagonistas van a luchar por defenderla, creyendo que cualquier abuso y exceso son sólo excepciones y errores. Posición muy cercana a la de aquellos estalinistas que creían que torturar a sus correligionarios, para obligarles a confesar que eran traidores al sistema, era bueno para el país y la causa.. De nuevo, se puede ver la diferencia con Akira, en donde el sistema político está corrompido hasta tal punto que sólo admite una conclusión lógica: su derrumbamiento. Sin que queden tampoco dudas sobre su maldad originaria y la necesidad urgente de deshacerse de él.

Una deriva reciente, la de justificar sistemas que son opresivos y dictatoriales, que me preocupa bastante. En especial, en estos productos comerciales que se suponen de gran repercusión y, en cierta medida, instranscendentes, pero que por eso mismo sirven de vehículo a ideologías grises y confusas.

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