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miércoles, 30 de mayo de 2018

Combates por el pasado (II)

La limpieza de España

La enérgica política de Cisneros, ayudada por los Reyes Católicos, se llevó hasta el fin. La limpieza fue completa. A la ley contra los judíos siguieron más tarde otras echando, si no se convertían, a los moros que fingiéndose cristianos o no, vivían entre los cristianos. Así se logró esa fuerte unidad interna de fe y alma, sin la cual la unidad externa de las tierras y el gobierno hubiera sido difícil e insegura.

Dura y agria fue la tarea. A esta distancia casi nos entristece el rigor que hubo que emplear. Pero pensemos que de no haber hecho aquello, España hubiera sido el extremo Occidente de Europa, lo que son los Balcanes en el extremo Oriente, un conjunto de razas y pueblos mezclados y desunidos, hormiguero de toda clase de gentes y semillero de toda clase de conflictos.

El que quiera persuadirse de ello, que vaya a aquellos países y viva unos días en aquellas ciudades, que son como hoteles, donde viven sin entenderse hombres de todas las razas, lenguas y religiones - moros, turcos, rusos, griegos, judíos -, que no podrán nunca unirse para nada grande. Si no se hubiera hecho en España una enérgica limpieza, eso hubiera sido ella, que ha sido, en el extremo contrario de Europa, tierra, como aquéllas, de paso continuo, de invasiones y conquistas... El que después de ver aquello y pensar esto, vuelva aquí y vea esta España unida, europea y civilizada, tendrá que acabar bendiciendo la obra de los Reyes Católicos y del cardenal Cisneros.

José María Pemán. La historia de España contada con Sencillez.

Durante mucho tiempo, he guardado un odio inextinguible hacia esta obra. Mejor dicho, cuando la leí de niño, me la creí por entero, como si fuera otro relato de aventuras más, sólo que esta vez cierto y fidedigno.  Fue luego, cuando comencé a estudiar e interesarme por la historia, cuando descubrí las muchas mentiras y manipulaciones que contiene. Todas al servicio de una ideología opresora, retrógrada y racista, el Franquismo, que nos llevó a la mayor catástrofe del siglo XX: el asesinato de la Segunda República, la Guerra Civil y la larga represión que le siguió, en forma de interminable dictadura. Tanta tirria le cogí al libro, que acabé tirando a la basura la versión que poseía. Ha sido sólo ahora cuando he vuelto a hacerme con otra copia. Me interesaba el libro como artefacto histórico, reliquia del pasado, cuya importancia era de servir de ventana a la mentalidad de aquel tiempo.
 
Lo que esperaba encontrar era una versión crítica, repleta de notas y comentarios, donde se señalasen las muchas tergiversaciones, silencios interesados incluidos, que Pemán realiza con nuestra historia. Todo ello, por supuesto, en aras de un bien superior, la exaltación del régimen de Franco, en cuya loa, sin nombrar al general, llega a extremos de adulación rastrera. Orientado así, hubiera sido un interesante ejercicio de historia de la historia, obligando al lector a enfrentarse con un pasado incómodo, cuyas secuelas siguen afectando nuestro presente. En forma de versión paralela con ribetes de cuento de hadas que sigue siendo creída a pies juntillas por grandes sectores de nuestra población, quienes a sabiendas - y no voy a decir nombres ni partidos - siguen divulgando la propaganda franquista. En vez de ello, me he encontrado un libro que reproduce el texto sin quitar ni añadir una coma, como si siguiera siendo perfectamente válido y necesario, cierto y verídico, sin errores ni inexactitudes. Incluso conteniendo un prologo entusiasta de un miembro de la Academia de la Historia, quien lo considera "especialmente rico en sus valores morales" y que subscribe, sin despeinarse, todo lo que en él figura. Disculpable en sus pequeños errores, por la pasión y arrebato con la que está escrito. 
 
 Así le va a esa institución.

Pero ¿qué hay de malo en esa otra visión de la historia? Si se me ponen postmodernos, podrían decirme que no hay una versión válida, sino que todas son igualmente aceptables. Si son algo más clásicos, podrían objetar que la investigación histórica es un trabajo sin fin, en el que nuevos datos - o hechos olvidados en estudios anteriores - son traídos a la luz, para así modificar nuestras apreciaciones y  mejorarlas. Sí y sí. Pero una cosa es la historia y otra la propaganda. Y eso precisamente es lo que es el libro de Pemán, una obra de propaganda a mayor gloria del movimiento nacional, en donde a los causantes de una guerra, y de la posterior represión, se les atribuye talla de santos. Los propugnadores, contra viento y madera, a sangre y fuego, mediante los mayor abnegación y sacrificio, de un impulso reconciliador entre españoles ciegamente divididos. Algo que todos sabemos que no fue así, sino que se expresó en un hemos ganado, aquí se hace lo que mandamos nosotros y el que se mueva que se ataña a las consecuencias. Mentalidad que sigue bien viva entre sus herederos. Ya saben, los de cierto partido político.

Pero me dejo llevar. Porque esto es llegar a la conclusión antes de mencionar las premisas... o poner el carro antes de los bueyes, si me permiten la expresión  Antes de llegar a las páginas que hablan Franco y su régimen hay muchos errores que despejar. Entre otras cosas, porque Pemán, presa de la exaltación nacional tan característica de los vencedores en los años 40, considera la entera historia de España una preparación al advenimiento del generalísimo y del movimiento nacional. En primer lugar, por suponer, como un nacionalista de libro, que el ser España es anterior a sus propios pobladores. Que españoles eran ya los iberos y los celtas, los romanos y los visigodos, que el carácter nacional, religioso, tenaz, belicoso, abnegado, intransigente, estaba ya fijado y determinado desde la más lejana prehistoria. Como si aquellos pueblos prerromanos soñasen ya, de manera inconsciente, con el cristianismo, la monarquía de los reyes católicos y el Imperio Mundial de los Austrias. Con una unidad y una pureza a ultranza, preservada mediante guerras, depuraciones y expulsiones. Con un eterno estar en contra de todo progreso y modernidad, puesto que de él, de su aceptación y tolerancia, sólo podrían derivarse males y calamidades. La muerte de España, como casi había ocurrido, según los franquista, durante la Segunda República.

Nacionalismo y conservadurismo numantinos que alcanzan niveles realmente ridículos, incluso risibles, si no fuera por el escalofrío que produce su pervivencia y su carácter de arma política, en el pasado y en la actualidad. Así, Pemán no tiene reparos en proclamar la hermandad racial entre moros y españoles... para justificar así el dominio colonial sobre el Rif y nuestra superioridad sobre esas gentes, reducidas al nivel de niños o de animales domésticos, siempre fieles, sin necesitar más que una caricia de vez en cuando. O cuando se hace lenguas de la monarquía visigótica, luz y ejemplo de occidente, España por primera vez una y grande, para luego no saber como justificar su repentina caída ante el invasor árabe, sino es por la acción de espías, los judíos, o traidores, los diferentes partidos dentro del estado, prueba de lo mala que es la democracia y el parlamentarismo. Cuando ni la una ni la otra eran idea que los visigodos pudiesen llegar a concebir, ni mucho menos aceptar.

O su concepción de la Reconquista como una guerra en varios frentes librada por cuerpos de ejército que seguían las instrucciones de una autoridad central- ¡y eso desde tiempos de Pelayo!-,  sin saber explicar luego como esa "reconquista", tan entusiasta y tan organizada, llevó ocho siglos enteros, si no es porque los reyes olvidaban su "misión" sagrada de salvar a España y la religión cristiana. Reyes de los que sólo se habla para ensalzarlos cuando vencen al moro o para denostarlos cuando pierden ese sentido de conquista y de expansión. Olvido debido, por descontado, a negligencia, no a la debilidad inherente de sus reínos, la fortaleza de sus enemigos o, mucho más sencillo, que esa idea de Reconquista continua contra el moro no existía realmente, sino que es un espejismo que hemos proyectado sobre ellos. Sin contar como Pemán calla los muchos defectos e inconsistencias de sus héroes, como Pedro II, rey de Aragón, uno de los artífices de la victoria de las Navas de Tolosa, que luego va a morir defendiendo a los herejes albigenses del Languedoc, luchando contra los cruzados enviados por el Papado. Paradoja que debería haber hecho estallar la cabeza de Pemán.

Y aún no he llegado a los Reyes Católicos, ni al Imperio, ni al tormentoso siglo XIX. Comentarlos en detalle supondría escribir un libro entero, un anti-Peman de casi la misma longitud de su Historia de España contada con sencillez. Algo para lo que no tengo tiempo, ni mucho menos ganas.

Pero creo que captan la idea. Y se pueden hacer una idea de la irritación, casi urticaria, que me produce este libro.

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