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martes, 17 de abril de 2018

Cine Polaco (XXXIX): Na srebrnym globie (En el globo plateado 1975-1988) Andrzej Żuławski








































Si vienen leyendo estas anotaciones, ya sabrán de la inesperada sorpresa que me ha supuesto el descubrimiento de la obra de Andrzej Zulawski, cuya filmografía me había pasado completamente inadvertida hasta ayer mismo, a pesar de ser síncrona con el desarrollo de mi cinefilia. Me he propuesto colmar esa laguna y es así como me he topado con una obra indescriptible e inclasificable, desmesurada y desaforada, extrema y exaltada hasta el paroxismo y la locura. Les hablo, por supuesto, de Na srebrnym globie (En el globo plateado), rodada entre 1975 y 1978, pero montada en 1988, de lo que ya les contaré el cómo y el por qué.

Vaya por delante que no puedo juzgar con total ecuanimidad esta película. Por una parte, la copia que en DVD que poseo es infame, de ésas en que las obras en formato alargado - no quiero llamarlo cinemascope - se embutían en 4/3 con barras arriba y abajo, desperdiciando gran parte del espacio de almacenamiento al no usar aquéllo que se llamaba codificación anamórfica. Además, la copia utilizada  tiene visos de estar bastante baqueteada y degradada, con los colores desvaídos, sin el brillo que debía tener el original. Daños y patina que parecen, por lo que leo, haber sido corregidos en la reciente restauración, de la que espero se saque pronto una edición en Blu Ray.

Lo anterior es una queja menor, algo ya subsanado. Lo que no puede ser arreglado es que Na srebrnym globie es una obra inacabada, que a punto estuvo de haber sido destruida. Según el autor, lo que queda es el ochenta por ciento de la película original, lo que en una película, en su estado actual, de unos 157 minutos, significa que faltan unos 40. El daño estructural causado al filme es así inmenso, irreparable, más aún si se piensa que no es producto un proceso de remontaje, en el que se intentará conservar el núcleo de la historia, sino que se debe a que muchas de las escenas quedaron sin rodar, dejando el resto sin conexión entre sí, ni secuencia lógica. Tanto, que cuando Zulawski la montó a finales de los ochenta tuvo que incluir una voz en off, la suya, que narrase lo que no se podía ver en la pantalla.  Tomando además la valiente decisión de dejar visibles esas heridas al introducir en las secciones faltantes imágenes de la vida cotidiana en la Polonia contemporánea. Como si de repente nos hubiéramos trasladado a otro film completamente distinto.

¿Por qué se interrumpió el rodaje? La versión que nos ha llegado, por parte del director, es que se trató de una represalia política. Tras sus dos primeras películas, Zulawski tuvo que abandonar el país, al haber entrado en conflicto con las autoridades de su país por razones políticas. El éxito de sus obras en Francia y los aires de apertura del gobierno polaco, movieron a éste a ofrecerle el rodaje de una nueva obra en Polonia, lo que Zulawski aprovecho para adaptar las novelas de ciencia ficción de su tío abuelo. El rodaje adquirió pronto proporciones colosales, extendiéndose durante más de dos años y con periodos de rodaje en regiones tan distantes como el Cáucaso y Mongolia. Una pesadilla para cualquier productor.

Fue entonces, en 1978, cuando un giro en la política polaca llevó a poner un freno al atrevimiento de los directores contemporáneos, una de cuyas primeras víctimas fue Na srebrnym globie. De hecho, tan duras fueron las represalias que la película fue consignada a la destrucción y sólo se salvó gracias a las redes clandestinas que eran comunes en los países del este de Europa. El material rodado, e incluso el vestuario y parte del atrezzo, quedaron a salvo durante casi una década, en manos de particulares,  permitiendo que Zulawski pudiera acometer la reconstrucción de su película, aunque no, como es obvio, el rodaje de las secciones que habían quedado por hacer.

Cabe preguntarse qué provocó una reacción tan airada por parte de las autoridades. Al fin y al cabo era sólo una película de ciencia-ficción, género que, en occidente, suele caracterizarse por su carácter escapista. Inofensivo, por tanto, desde el punto de vista político. Sin embargo, todo el que se haya sumergido en la ciencia ficción comunista, especialmente la de las décadas de decadencia y descomposición de ese sistema, sabe que eran utilizadas para tratar temas mucho más profundos e incómodos. Ahí se tiene el caso de Tarkovski, con sus exploraciones de carácter místico sobre la naturaleza humana, en los que se ponía en tela de juicio la posibilidad de un porvenir mejor, al menos su consecución desde un punto de vista materialista. Postura que, es obvio, iba en contra del núcleo central de esos sistemas extintos, el de la marcha sin pausas ni detenciones, irrefrenable e inevitable, hacia el paraíso en la tierra.

El mundo futuro que Zulawski ilustra es incluso menos halagüeño que cualquier visión Tarkovskiana. Se halla, toda ella, transida de un nihlismo y una desesperación muy propia de aquél director. La tierra parece estar sumida en un estado de ruina inminente, con pequeñas islas de civilización rodeadas de sociedades tribales que pronto se convertirán en sus herederos. Los protagonistas - o al menos los protagonistas de la primera hora de metraje - parecen haber huido de esa tierra en busca de un mundo mejor, pero, tras estrellarse sobre su planeta destino, no consiguen crear una sociedad mejor que la que abandonaron. Sus descendientes caerán en el barbarismo y la supersitición, olvidando todo saber científico para confiar en exclusiva en la religión y el mito. La cosa no mejorará cuando llegué un nuevo astronauta, quien se verá envuelto en un complejo de guerras religiosas, internas y externas, entre los descendientes de los humanos y los habitantes originarios del planeta. Estos últimos, seres aviformes de capacidades telepáticas capaces de derrotar a sus enemigos despertando las contradicciones durmientes en las mentes de su contrarios.

Esto podría ser un resumen "racional" de la película, pero ella es radicalmente irracional. No es ya que la historia haya quedado hecha añicos por la intervención de las autoridades, es que Zulawski la descuartiza. llevando al extremo su estilo personal, más allá incluso de lo que conseguiría en Possession  (Posesión, 1981) que puede parecer una obra equilibrada y reposada comparada con aquélla. En Na srebrnym globie, el director rompe la secuencia temporal y arrebata al espectador cualquier referencia temporal. La primera media hora, por ejemplo, no es sino una serie de fragmentos rodados en cámara subjetiva, que se suponen el diario de uno de los astronautas naufragados durante un periodo de cincuenta años. Audacia estilística que no se queda ahí, sino que se extiende a una cámara que no parece encontrar nunca un equilibrio, ni un centro alrededor del que girar, mucho menos un tema que narrar. Fuera de rituales que cada vez se tornan más y más enigmáticos e indescifrables. Propios casi de un trance religioso en el que toda racionalidad se desvanece.

La película adquiere así un carácter de exasperación extrema, de frenesí profético, en el que dejan de tener sentido las fronteras entre actores y espectadores, entre lo filmado y lo vivido. Los actores interpelan a la cámara y ésta, como les señalaba, parece presa de la misma estupefacción, de las mismas convulsiones que hacen presa de los personajes que retrata. Todos, actores, cámara, espectadores, sin saber muy bien qué es lo que están presenciand, en qué es lo que están participando. Sin otra solución, sin otra vía de escape, que dejarse llevar y arrastrar

Hasta donde quiera la riada.

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