Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Viaje a Marte, corto dirigido en 2004 por el animador argentino Juan Pablo Zaramella.
Como sabrán, la percepción actual de la animación por parte del gran público se restringe a dos escuelas principales. Por una lado, y con todos los parabienes de la crítica, la 3D americana, que parece haberse convertido en Forma Única (tm) de la animación mundial. Por otro, y aún con el estigma de lo excéntrico y estrambótico, las muchas variantes del anime. De vez en cuando, surge alguna excepción, pero suele limitarse al Cine de Qualité (tm) francés o algún OVNI procedente de otro país occidental. Fuera de ahí, el desierto.
También sabrán, espero, que esa concepción es falsa y distorsionada, a cuya corrección me dedico cada domingo desde hace años. Sin embargo, no es menos cierto que aparte de algunas escuelas e instituciones señeras, como ocurre con la animación de los países del Este de Europa o la NFB canadiense, la mayoría de los países son presas de una maldición: la de estar siempre empezando, la de encontrarse a punto de y nunca culminar. Así sucede, por ejemplo, con la animación española, que nunca ha acabado de florecer, de manera que sus muchos intentos por lanzar una industria patria, emprendidos por personalidades de tanto renombre como el dibujante Escobar, han terminado saldándose con el fracaso y el olvido, cuando no el desprecio.
Lo mismo ocurre con los países del ámbito latinoamericano. Fuera de algunas excepciones, como las adaptaciones argentinas del Mafalda de Quino o la muy encomiable Vampiros en la Habana (1985) de Juan Padrón, el aficionado apenas recuerda nada. Mejor dicho, lo que tiene en la memoria es un gran revoltijo de imágenes dispersas de cortos, aquéllos pocos que alcanzaron cierta fama en festivales o mediante el boca a boca, pero de los cuales es incapaz de recordar su título, mucho menos el nombre de esos autores. Uno de estos autores siempre vistos, pero imposibles de recordar a menos que se haga un esfuerzo de estudio es Juan Pablo Zaramella, quien se descolgó hace unos años con Luminaris (2011). Logro que podría parecer casual, un golpe de fortuna, pero que Viaje a Marte viene a demostrar que tenía raíces bien profundas.
¿Y qué tiene de importante, de valioso este corto? En primer lugar, como todo corto de animación fotograma a fotograma, gran parte de su encanto reside en el hecho de animar lo inanimado. En ese pequeño milagro que consiste en tomar objetos inertes, sean los que encontramos en casa o los que construimos nosotros mismos, para dotarlos de vida mediante el engaño de prestidigitador que es la cinematografía. La promesa, además, de poder hacerlo en nuestro propio hogar, con nuestras propias manos, sin recurrir a nadie ni a costosos artilugios, mucho menos a herramientas cuyo funcionamiento no comprendemos, sean éstas materiales o digitales.
Milagro de la sencillez que se extiende a la propia narración del corto. Su fundamento temático apela a la experiencia cotidiana del espectador, en este caso del de origen argentino como el director. No recurre a copiar estereotipos de otras culturas, sea éste el modelo de una California edénica e intemporal, o un mundos futuro creado a medida, normalmente aquejado de artificialidad y torpeza. Lo que en él se narra es perfectamente reconocible, asumido e identificable, por cualquier persona de la misma nacionalidad del director... y al mismo tiempo por cualquier extranjero, ya que otra de las promesas/milagros del cine es precisamente transportarnos a otros ambientes distintos del nuestro, para lograr que vivamos en ellos, que los comprendamos, aunque sea por unos breves instantes. Lo que no evita que de esa misma normalidad surja lo maravilloso, por eso mismo aún más sorprendente y fascinante.
No les entretengo más. Como siempre, les dejo aquí el corto. Disfrútenlo, especialmente porque esta vez no necesitarán saber otro idioma, ni tener que leer subtítulos. Algo que, créanlo o no, se agradece.
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