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sábado, 29 de julio de 2017

Lo que desconocemos

Pintor de Antimenes, Hidria
En el Caixaforum madrileño se acaba de abrir una muestra, Agón!, dedicada, en principio, al deporte en la Grecia Clásica. Digo en principio porque hacia la mitad de la visita la exposición varía su enfoque, ampliándolo hacia la cultura, el mito y la vida cotidiana. Y aquí nos topamos con un problema básico en el conocimiento que tenemos de la antigüedad clásica y que por supuesto no es culpa, ni responsabilidad, de esta muestra.

Aparentemente, si visitamos los museos o consultamos las bibliotecas, disponemos de una ingente cantidad de datos sobre la vida de griegos y romanos durante la Era Antigua. Muchos de sus escritos han sido de lectura común y cotidiana, al menos en colegios y universidades, hasta ayer mismo, mientras que sus mitos e historias eran conocidas casi por cualquiera, como ocurre con las series de televisión de actualidad. Incluso ahora, cuando empieza a ser patente una desconexión definitiva entre nuestra civilización y el recuerdo que tenemos de la suya, al pasear por los museos se encuentran objetos y útiles que continúan siendo reconocibles, sin que su diseño o su función hayan cambiado mucho en estos dos milenios.

Sin embargo esa continuidad es un espejismo. No porque sea cierto el dogma del postmodernismo, según el cual es imposible la comunicación entre civilizaciones, de manera que los antiguos ya no son nuestros contemporáneos, ni su pensamiento accesible. Muy al contrario, lo que ocurre es que cuanto más aprendemos de ellos, nuestro conocimiento se descubre superficial e incompleto, sin posibilidades de completarse por falta de datos esenciales. La ventana con la que observamos ese mundo pasado está distorsionada por el hecho de que quienes nos hablan son personas de una clase social determinada - la élite, normalmente -  y de unas ciudades muy precisas - las capitales de imperios y hegemonías -. Sin querer, igualamos Grecia con Atenas, Roma con la ciudad que dio nombre a su Imperio,. Fuera quedan metrópolis como Alejandría, Éfeso, Pérgamo o Antioquia; o las muchas formas en que el sistema romano se plasmó en las ciudades de su Imperio.

jueves, 27 de julio de 2017

Los laberintos de la fe (I)

El catarismo reúne  varias corrientes heréticas latentes desde comienzos del siglo XI: corriente antisacerdotal y antisacramental, tendencias ascéticas con respecto a los tabúes sexuales y alimentarios, rechazo del latín litúrgico, aspiración al contacto personal con Dios, ya directamente o mediante la palabra evangélica. Y aún va más lejos. Al rechazar el juramento pone en tela de juicio uno de los fundamentos de la sociedad feudal. Sobre todo se opone al catolicismo de modo radical en el doble plano institucional y doctrinal. Está regido por una verdadera organización eclesiástica, formada por una categoría inferior de fieles, un clero de perfectos y obispos. Su base es una creencia dualista, la existencia de un principio del mal y de un principio del bien en lucha universal y perpetua el uno contra el otro, aunque en la mente de la mayoría de los cátaros el dios del mal resulta inferior al dios del bien. El Dios del Antiguo Testamento, creador de la materia, puede asimilarse al principio del mal que se enseña en la Iglesia. Los cátaros mantienen asambleas de enseñanza y de oración (sólo admiten un Pater ligeramente modificado) y practican una especie de bautizo, el consolamentum, administrado con imposición de manos por un perfecto.

Jacques le Goff, Historia de las Religiones Siglo XXI, tomo 7

Por varias razones que no vienen al caso, se me ha acumulado una pequeña pila de libros que he terminado de leer, pero que no he comentado en este blog. Debido a esto, en alguna ocasión me voy a ver obligado a comentar dos libros al mismo tiempo, aunque no me guste mucho. Ése es el caso de esta entrada, en que les hablaré de dos libros de temas relacionados, el uno una historia de la corriente principal del cristianismo, centrado en la edad media y la reforma. El otro, una crónica de las muchas corrientes heréticas que aquejaron la iglesia medieval, pero especialmente aquellas que tuvieron lugar en la baja edad media: cátaros, Wycliff y Wat Tyler, los husitas.

Debo confesarles que la historia de la iglesia medieval me apasiona. En la Alta Edad Media, la cristiandad occidental se fragmentó en multitud de iglesias locales, como las de rito mozárabe en la España musulmana, con poca o nula obediencia a los decretos de un papado romano demasiado lejano. Éste por su parte, tenía poco de autoridad religiosa y sí demasiado de poder temporal, de manera que no era extraño que las luchas de poder en su seno acabasen en violencia y asesinato, incluso de los propios pontífices. El marasmo de la iglesia católica occidental solo se solucionó en el siglo XI, con la llegada de papas reformistas al estilo de Gregorio VII, pero fue sólo para abrir un nuevo tipo de conflictos: esta vez entre el poder civil y el religioso. Únase a esto el ascenso de herejías poderosas como las citadas, que a punto estuvieron de derribar la supremacía del catolicismo en su tierras de origen; el descrédito el papado en los siglos XIV y XV, especialmente en la juntura de ambos, con el continuo nombramiento y deposición de papas y antipapas; o el fracaso del movimiento conciliar del XV, que cerró el paso a una profunda reforma de la iglesia.

miércoles, 26 de julio de 2017

Los otros caminos


Además de la exposición dedicada a la pintura veneciana del siglo XVI, que ya les comenté hace unos días, en el museo Thyssen se puede también visitar una muestra monográfica dedicada a la artista francesa Sonia Delaunay. Como suele ocurrir en estos casos, el de las exposiciones que tienen como centro a una mujer artista, las preguntas que plantea van más allá de la calidad de la obra mostrada. Afectan, más bien, al modo en que seguimos viendo y considerando el arte.

El primer punto, como pueden imaginarse, se refiere al papel y consideración de la mujer en el arte. La existencia y trabajo de Sonia Delaunay no son desconocidos, ni mucho menos, para el aficionado, pero esto se debe sólo a una incómoda circunstancia: venir junto con su marido Robert. De hecho, la manera de referirse a ella suele ser hablar de Robert y Sofia Delaunay, como si ésta fuera inseparable de aquél, su arte una dependencia necesaria e inevitable del de su esposo. Hasta tal manera, que cuando la obra de Robert entra en declive, la figura de Sonia se difumina, sin importar que siga trabajando o que le sobreviva en varios decenios.

Hacia el futuro

Lambert Sustris

Para todos los que hemos sido educados en  la idea del impresionismo como conclusión y semilla de la pintura europea, la escuela veneciana, considerada así como precursora de ese movimiento, ocupa un lugar especial. En esta concepción, el conflicto entre color y dibujo, nacido con el renacimiento, se dirime a favor del color, que lleva necesariamente a la mancha, y de allí a la abstracción. Las aspiraciones originales del renacimiento toscano y romano quedarían por tanto un tanto a trasmano. Casi como una vía muerta que sólo llevaría, siglos más tarde, al gélido esplendor del neoclasicismo y a la rigidez risible de tanta pintura decimonónica, de ésa que sólo servía para cubrir paredes desnudas en los ministerios.

Pueden imaginarse, por tanto, que recibí con especial emoción la noticia de que la Thyssen iba a organizar una exposición dedicada a la pintura veneciana del renacimiento. Después de ver El Renacimiento en Venecia: Triunfo de la belleza y destrucción de la pintura, que así se llama, les puedo decir que la exposición no defrauda y que en ella hay un buen puñado de obras maestras, además de algunos descubrimientos inesperados. Podría haber sido mucho mejor, es cierto, pero para ello habría necesitado más salas, precisamente con las que no cuenta desde que la Fundación Cajamadrid echó el cierre con la crisis. Aunque si finalmente la condesa Thyssen hace las maletas y se lleva su colección, van a tener espacio de sobra para alquilar en el museo.

No obstante, sí que les tengo que decir que la dejé con un cierto regusto amargo. Aunque la muestra es claramente una celebración de ese momento cumbre de la pintura europea - que se lo digan sino a Tiziano, Veronés y Tintoretto -, no me acaba de cuadrar ese ".. y destrucción de la pintura" con que se cierra el subtítulo de la exposición y concluye su recorrido. Dicho así, da la impresión de que la aventura de la pintura veneciana acabó en fracaso, en callejón sin salida, al que le habría conducido su búsqueda sin freno de la expresividad basada en el color, dejando de un lado el dibujo.

viernes, 21 de julio de 2017

La mirada del otro

Fotografía de Lisette Model
De nuevo tengo que alabar y agradecer a la Fundación Mapfre por su empeño en divulgar la historia de la fotografía. Este verano, en su sede principal no sólo se puede disfrutar de la exposición monográfica de Renger-Patschz, que ya les comenté hace unos días, sino también de una colectiva dedicada al retrato. Más concretamente, al retrato "moderno".

Moderno en el sentido de desprenderse del significado de encargo que ese género tiene en el arte hermana de la pintura, y que aún conserva en manos de aficionados y de la fotografía de "estudio". Es decir, no se trata de inmortalizar a alguien que desea tener una imagen representativa de sí mismo o de otra persona, bien para exponerla en lugar preferente del hogar o esconderla en un cajón como recuerdo secreto. En el retrato "moderno", por el contrario, el fotografiado es normalmente anónimo, sin que el resultado final esté destinado a él o a alguien que le conoce estrechamente, sino a un público normalmente lejano o ausente. Indiferente y ajeno.

sábado, 8 de julio de 2017

Paisajes abstractos


A pesar de tener una sede reservada exclusivamente para la fotografía, desde hace un par de años la Fundanción Mapfre viene cerrándola durante el verano, para dedicar a ese arte el espacio de sus salas principales. En esta ocasión, por partida doble, ya que la planta baja está dedicada al genero del retrato, mientras que en la primera se estudia la obra de un fotografo alemán de la primera mitad del siglo XX: Albert Renger-Patschz.

Si fuéremos a situar a Renger-Patschz en la historia de la fotografía habría que clasificarlo como uno de los maestros modernos que marcaron ese siglo XX. En su primera mitad, el arte de la fotografía empezó a separarse del pictoricismo que había marcado su historia desde los inicios, perdiendo además cualquier complejo de inferioridad que tuviera frente a la pintura, para dotarse así de un lenguaje propio. Ese despegue se logró por dos vías que se bifurcaban y que para mucho continúan siendo irreconciliables. En primer lugar, mediante el ascenso del fotoperiodismo y su intento por capturar de manera instantánea una realidad pasajera, manera que aún marca el modo en que concebimos este arte. En segundo lugar por la experimentación pura y la inserción de la fotrografía en las vanguardias, de forma que la representación de la  realidad no fuese el objetivo de este arte, sino que se abriese paso a la manipulación, incluso la distorsión, de la imagen captada.

viernes, 7 de julio de 2017

Sutilezas y sobreentendidos




Hacía mucho tiempo que no iba a las salas de cine, casi quince años ya, y me he animado a volver esta semana para ver Kono sekai no Katasumi ni (En esta esquina del mundo, 2016) de  Katabuchi Sunao  a la que le tenía muchas ganas desde que vi sus primeros trailers. Entre medias, esta cinta ha adquirido un reconocimiento que supera en mucho a sus competidoras animadas. Tanto, que no sólo ha sido premiada en  el festival de Annecy, sino que en su tierra de origen ha sido celebrada como la mejor película de ese año. Sin adjetivos. Punto,

Parte de esa consideración radica en relatar una historia estrictamente realista, ambientada en los duros años finales de la guerra del Pacífico para la población japonesa. En eso coincidía, por cierto, con la también reciente Kaze tachino (Se levanta viento, 2013) de Miyazaki Hayao, aunque Kono Sekai se centre más en los sufrimientos de la población civil que en las dudas existenciales del ingeniero creador del caza Zero. Para narrar esas calamidades de tiempo de guerra utiliza dos armas principales en las que estriba su éxito y reconocimiento internacional. Primero, tomarse su tiempo en que conozcamos a su personajes, sin permitirse apresuramientos ni brusquedades, ni una voz más alta que otra. Lo segundo, construir su historia de manera muy sutil, con alusiones y sobreentendidos, en los que muchos de los hechos ocurren fuera de campo o no subrayan. De esa manera, cuando la tragedia estalla, cuando las perdidas y el dolor se acumulan, su efecto es abrumador, casi devastador. Para los personajes y el espectador.