Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Madame Tutli Putli, corto realizado
en 2007 por los animadores Chris Lavis y Maciek Szczerbowski para la NFB (National Film Board of Canada).
De nuevo, la NFB. Aunque ha habido muchas instituciones míticas en la historia de la animación, sin las cuales su historia prácticamente no habría existido, ni podría escribirse, como el Soyuz Multifilm soviético, Zagreb Studios en la extinta yugoeslavia o el Channel 4 británico, la NFB es la única que ha sobrevivido hasta nuestros días. En sus casi 80 años de historia ha promovido la animación en todas sus formas y manifestaciones, desde la experimentación más desaforada hasta el film de encargo para gobiernos e instituciones. Dado ese pasado glorioso, me gustaría concluir diciendo que goza de buena salud, pero en nuestros tiempos neoliberales, su financiación ha ido reduciéndose de manera paulatina, desvirtuando sus propósitos y poniendo en duda su continuidad. O al menos su acción efectiva.
Volviendo al corto y dejando a un lado mis habituales lamentaciones, les confieso que no sé a que carta quedarme. Por una parte me parece un brillante ejercicio de estilo, insuperable desde un punto de vista técnico. Por otra, me temo que los creadores no tenían muy claro qué historia contar, de manera que acumularon pistas e indicios, retazos de otros posibles argumentos, sin que al final consiguiesen ensamblarlos de forma coherente.
Técnicamente, Madame Tutli Putli es una muestra magnifica de la perfección a la que ha llegado la animación fotograma a fotograma, espoleada, paradójicamente, por el ascenso de una forma como la 3D que parecía destinada a substituirla. En la actualidad, los muñecos que se animan no son simples marionetas, ni armazones vestidos, como podrían serlo en tiempos de Starevich. Por el contrario, son complejos robots, cuyo aparato cibernético les permite reproducir los movimientos humanos con fluidez y verosimilitud, sin que esto confluya en el hiperrealismo astragante de los CGI. De manera chocante, esta naturalidad se conjuga con las lecciones de la escuela checa, en la que los muñecos son facialmente inexpresivos, mientras que su personalidad se construye a partir de su aspecto externo, reflejo en su inmovilidad de una vida interior propia y personal.
El muñeco protagonista del corto se muestra así como frágil y quebradizo, quebrantado y erosionado por el paso del tiempo, a punto siempre de desmenuzarse ante nuestros ojos, entre las manos invisibles de los animadores. La historia adquiere desde un primer momento una orientación precisa, la decadencia y derrota de esta mujer, expresada en su viaje en tren a ninguna parte, rodeada de extraños indiferentes, algunos hostiles, para ser despojada finalmente de todas sus pertenencias. Las muchas y variadas, en su mayoría inútiles y destartaladas, que había pretendido llevar consigo, como si su presencia fuera a protegerla y salvarla.
Una historia que, bien llevada, habría podido resonar con potencia, pero que en su plasmación se queda corta. Los símbolos son bastante fáciles de descifrar, el tren como metáfora de una vida que nos lleva y arrastra a su antojo, los ladrones nocturnos como personificación de aquéllos incidentes que nos arrebatan los más querido, el vacío de los vagones del tren expresando nuestra soledad infranqueable e incomunicable. Todos apuntando hacia un inevitable desastre final, lo que hace aún más incompresible la liberación, transfiguración casi, con que se cierra el corto. Un final ¿feliz? a destiempo, que suena más a conclusión precipitada por razones de tiempo y presupuesto.
No les entretengo más. Como siempre les dejo aquí el corto. Es una obra notable, de las mejores de su año, pero sólo por ese carácter de tour-de-force técnico. De intento por demostrar que la animación fotograma a fotograma sigue bien viva, continúa siendo válida, a pesar de tanta 3D, tanto CGI y tanto ordenador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario