Como todos los domingos, continúo con mi revisión de la lista de cortos animados realizada por el misterioso profesor Beltesassar. Esta vez ha llegado el turno de Moonlight Sonata (Sonata luz de luna), corto realizado
en 1979 por el artista experimental norteamericano Larry (o Lawrence) Jordan.
Que haya puesto el énfasis en artista y experimental, en vez de animador, es intencionado, como pueden suponer. Un hecho difícil de aceptar en la cinefilia, tanto entre aficionados como expertos, es que un buen número de artistas de vanguardia hayan elegido la animación como método de expresión. Una realidad que choca con el concepto popular de animación como entretenimiento infantil y la idea que tiene la crítica, especialmente la francesa, de esa forma como deleznable, indigna de ser tomada en cuenta. Sin embargo, por mucho que se la quiera barrer bajo la alfombra desde ambos sectores, lo cierto es que importantes artistas experimentales no han encontrado otra manera de plasmar sus ideas que por medio de la animación.
Ese algo que estos artistas experimentales echaban en falta era el movimiento, rasgo consustancial a la cinematografía. Así por ejemplo, Oskar Fischinger, pintor abstracto de segunda generación, utilizó la animación en los años 30 para hacer realidad los ideales kandinskianos: la representación del movimiento en la pintura, unida a la constitución de una auténtica música del color y del trazo. Si Fischinger era, por tanto, continuador de una de las corrientes principales de la modernidad, aquélla que afirma la supremacía del color hasta liberarlo del tema; Jordan, por su parte, se integra en la otra gran vertiente, la que conduce del simbolismo al surrealismo. Su principal objetivo fue crear una nueva pintura narrativa renovada, pero no aquella que parte de gestas y glorias propagandísticas, sino otra cuyo significado sólo se revele a unos pocos e incluso encierre múltiples soluciones contradictorias. Frecuentemente subversivas y escandalosas.
Dentro de ese surrealismo en imágenes, las influencias de Jordan son claras y precisas. Utiliza la misma técnica que Ernst en sus collages, como los recogidos en Une Semaine de Bonté: saquear el inmenso corpus de ilustraciones novelísticas decimonónicas, cuya influencia abarca varias generaciones de lectores, para remontarlo en imágenes nuevas, desconcertantes y turbadores. Una invención estética que no queda reducida a imágenes aisladas, sino que mediante su inclusión en una serie, apunta a una historia completa, situada en un mundo al margen de las leyes de aquél en vivimos. Una historia de la que sólo conocemos retazos, aquellos mostrados por los collages, puesto que la narración principal, la novela que deberían ilustrar, se ha perdido. Un mundo que, aunque paralelo y ajeno al nuestro, se haya conectado con este por pasadizos, puertas secretas, túneles y subterráneos, todos espacios en los que tememos adentrarnos, pero cuya presencia siempre se halla presente, precisamente por su ausencia.
A esta forma inventada por Ernst, Jordan añade el movimiento, o mejor dicho, las necesarias transiciones que permitirían conectar las imágenes aisladas sobre las que construye su cortos. Sin embargo, como en este Moonlight Sonata, que la historia se teja no quiere decir que sea menos críptica o enigmática. Jordan, como los dadaístas, no construye en función de un fin, ni siguiera sobre una estructura prefijada. Su animación se realiza sobre la marcha, yuxtaponiendo objetos contradictorios en el plano para despertar nuevas asociaciones imprevisibles, que luego se afana en perseguir. Así, en un corto de Jordan es posible identificar protagonistas, temas recurrentes, escenarios donde se desarrolla la acción, pero el conjunto parece no obedecer a regla o lógica alguna. O mejor dicho, motivaciones y razones se hayan sepultadas bajo espesos estratos de misticismo, alquimia, hermetismo y astrología, cuyos símbolos identificables abarrotan sus obras, pero desprovistos de contexto y, por tanto, indescifrables.
Como siempre les dejo aquí el corto. Desgraciadamente, vuelve a ser en un servidor chino, así que úsenlo con precaución y cabeza. Eso sí, cuando lo vean, déjense arrastrar. Permitan que su mente navegue libre sin intentar coartarla.
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